Si tus amigos, conocidos o familiares saben que tienes interés o curiosidad por un tema, el que sea, cuando ven algo que te pudiera resultar interesante te lo hacen llegar: ahora es fácil a través de wasap, correo electrónico o tomando una cerveza; lo preferible sería esta última manera, pero las anteriores son, por desgracia o comodidad, mucho más frecuentes.
Hace ya casi 30 años que, junto con unos compañeros de oficina, fundamos la Asociación Gastronómica GARBANZO. Como su nombre indica se trata de rendir culto a esta legumbre, degustándola en una de sus formas más tradicionales: el cocido, madrileño principalmente, aunque no solo. La idea era tener una reunión mensual ante esos vuelcos, por lo general dos, pero algunas veces tres, porque ya se sabe que las reuniones son siempre en el bar o restaurante con mesa y mantel. Obviando los meses de verano y la época de la pandemia, las degustaciones mensuales se han producido y se siguen produciendo, con lo que el lector se puede hacer una idea de los sitios visitados. Si se tiene curiosidad, en la página web www.garbanzo.es hay una descripción de los devenires de esta peculiar cofradía. Por cierto, GARBANZO son las iniciales de Grupo de amigos revoltosos y bullangueros amantes de la naturaleza y el zampar opíparamente.
Socio fundador como digo, no he sido un socio activo de forma permanente porque vicisitudes de la vida no permitían atender es magnífica reunión mensual. Ahora que he podido volver a esta cita mensual, he recuperado las magníficas sensaciones de este plato tan tradicional y de una animada y siempre provechosa charla con antiguos conocidos y otros de nuevo ingreso.
¿Qué tiene que ver el título de esta entrada con los cocidos madrileños? Como es fácil suponer, los garbanzos, pobrecitos ellos, y todas las viandas que los acompañan no nos producen desasosiego, al menos en el ánimo, aunque habría que preguntar a nuestros estómagos tras el refrigerio en el que no faltan buenos vinos.
Me llegó a mi wasap esta semana un artículo —hay muchos— que rezaba en su título «Los mejores seis restaurantes de cocido tradicional en Madrid, según los usuarios». No voy a poner aquí el enlace al mismo porque como comentaré ahora no me parece que sea una información compartible por su poca fiabilidad, a mi modesto entender y de mis compañeros cofrades de la asociación. Aunque no quedaba claro, parece que la información estaba recogida o derivada del siempre todolosabe Google. Pero yo pregunté a Google y me dijo algo diferente, será que los usuarios cambian de opinión con el paso del tiempo, porque, aunque el artículo está fechado el reciente 25 de este mes de septiembre de 2024, vaya Vd. a saber de cuando son los datos.
A lo que vamos. En ese artículo se hablaba de cinco, no seis como dice el titular, restaurantes de Madrid que son la crème de la crème. Uno de ellos no lo conocemos y habrá que investigar, pero los otros… no podemos estar de acuerdo de ninguna de las maneras. Los menciono aquí para decir que, a nuestro juicio, no son los mejores ni mucho menos: Malacatín, Lhardy, Casa Carola y La Gran Tasca. Al menos en estos momentos y quitando uno, los otros tres nunca han estado en nuestras oraciones y pensamientos, porque a lo mejor tuvimos o tuvieron un mal día cuando estuvimos en ellos.
El mejor cocido se puede, elevado precio mediante, degustar los lunes, miércoles o viernes en el restaurante «El Charolés», pero este no está en Madrid capital sino en un pueblo de la Sierra Madrileña: San Lorenzo de El Escorial. En Madrid capital nuestros preferidos son Casa Jacinto, Nuevo Horno de Santa Teresa, Taberna La Cruzada y Taberna de la Daniela, aunque no en todos sus cuatro locales y últimamente… sin comentarios. Como puede apreciar el lector, no coincidimos ni por asomo con los usuarios, sean quienes sean.
Uno de los cofrades fundadores, Juanlu, tuvo la ocurrencia de preguntar a ese otro gurú que está desbancando a pasos agigantados al todopoderoso Google: ChatGPT, uno de los adalides de lo que se viene llamando «Inteligencia Artificial». La respuesta obtenida coincide sospechosamente con el artículo periodístico referido y no exactamente con lo que dice Google. No podemos saber ni asegurar que la periodista que escribió el artículo consultara ChatGPT o similares, pero sea así o no, el resultado es inquietante.
Cada vez más nos fiamos de las redes sociales y las herramientas electrónicas para guiarnos en el mundo real. Supongamos que quiero hacer una excursión a San Sebastián y perderme en el proceloso mundo de los pintxos, para lo cual tendré que buscar en la red información —¿fiable? — de los mejores establecimientos a los que dirigir mis pasos. Aunque le eche ganas, tiempo y olfato para decidir algunos, siempre me quedará la duda que la información no sea tendenciosa, dirigida y realizada por usuarios que no han pisado nunca esos establecimientos y están haciendo las reseñas y comentarios desde las Azores, por no poner un sitio demasiado lejano.
Estamos apañados. Como dice mi amigo Juanlu, la «Inteligencia Artificial», de artificial lo tiene todo, pero de inteligencia anda muy cortita.