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domingo, 13 de octubre de 2024

«MOMENTITOS»

Lo normal es medir el paso del tiempo con un reloj en cuanto a las horas diarias y con un calendario en cuanto al paso de los días, meses y años. Estas mediciones son exactas, reguladas, iguales para todo el mundo. Pero el ingenio humano tiene otras formas de medición del tiempo y algunas de ellas son muy ingeniosas y desconcertantes, además de irse generalizando su uso cual pecado venial.

Me quiero referir a esa cartelería que está surgiendo por doquier en un intento de mostrar una cierta educación de cara a los demás que muchas veces consigue el efecto contrario. Es lo que se viene conociendo en el argot como el uso del momentito: una herencia ancestral que lejos de desaparecer está ganando adeptos con el paso del tiempo.

Uno va a salir de su garaje con el coche, sin prisa porque va de paseo o con prisa porque se dirige a las urgencias de un hospital, y se encuentra un coche aparcado en el vado obstruyendo el paso. Toca bajarse del coche para acercarse al intruso a ver si tiene algún cartelito informativo de las intenciones del agresor, porque eso es lo que es, un agresor a los derechos de los demás. Si no hay cartelito hay que liarse a tocar insistentemente el claxon, con la siguiente molestia a todo el vecindario a ver si el infractor se da por aludido y acude con una cierta prontitud a retirar su vehículo y dejar el paso franco.

Pero puede ocurrir que haya cartelito, que el irrespetuoso con las normas tenga una mínima educación y el detalle de informar. Pero los hay de muchas clases: «Vuelvo enseguida» «Son 5 minutos» «Estoy en la tienda xxx» y ya los más desalmados escriben un número de nueve cifras que puedes entender que es su teléfono móvil para que le llames y le pidas, le ruegues, por favor, que venga a retirar su coche que está molestando.

No quiero entrar aquí en las diferentes situaciones que tienen lugar cuando aparece el infractor. Desde pedirte disculpas, a ignorarte como un campeón a incluso enfrentarse diciendo que no es para tanto, que tengas paciencia, que… En alguna ocasión he presenciado el llegar a las manos, sobre todo cuando los dos intervinientes tienen la adrenalina fácil para pasar de las palabras a los hechos.

La imagen que encabeza esta entrada corresponde a una caldera de calefacción y aparatos adicionales que algún vecino ha cambiado. Los deja en una zona común donde la verdad es que no molestan al paso, aunque sí a la vista. El cartel reza así: «¡ATENCIÓN! Estos aparatos los recogerán mañana porque hoy ha fallado la recogida. Disculpen las molestias». Se ve que a algún lector del mensaje le hubiera gustado una mayor precisión en la información con lo que, ni corto ni perezoso, y además en rojo, añade la pregunta «¿Cuándo es hoy?», porque, claro, los cachivaches pudieran estar todavía ahí a la semana siguiente y el cartel seguiría siendo perfectamente válido.

Uno se acerca a una tienda física, de las pocas que van quedando, a comprar algo que perfecta y tranquilamente hubiera podido pedir por internet para que lo traigan a casa. Se encuentra el famoso cartelito «Vuelvo en 5 minutos», un clásico. Esos cinco minutos pueden ser eternos porque solo el que ha colocado el cartel sabe cuándo han empezado a contar. Y el cliente, que va con una prisa de mil demonios, se queda con la cara a cuadros pensando si esperar esos cinco minutos, o los que sean, o largarse con viento fresco. En alguna ocasión que no llevaba prisa me he retirado a una distancia discreta a observar cuanto tiempo real suponían esos cinco minutos, llegando a comprobar en un caso que el tendero volvió a los veinticinco minutos desde que yo vi el cartel. O en otro caso pasar por delante de un bar cercano y ver al dependiente utilizando esos cinco minutos para tomarse tranquilamente un café y fumarse un cigarro en animada charla con el camarero u otros clientes.

Estás a la espera de que te atienda el médico en el ambulatorio y llega una madre agobiada alegando toda clase de prisa y excusas pidiendo por favor que le dejes pasar porque es una consulta y solo será un momentito. Hay más y más casos y no hace falta ser exhaustivo para que se comprendan estos «relojes» mundanos.

Con ese tipo de mensajes uno puede ser arrastrado a un verdadero agujero negro de tiempo espaciotemporal en el que continuamente tienes que estar decidiendo si sigues esperando o te marchas. ¡Con la prisa que tengo!

Buscando por la red he encontrado un cartel de estos verdaderamente gracioso que se hizo viral circulando una fotografía del mismo. Estaba fijado en la puerta de una librería de Sevilla llamada «Casa Tomada» y decía lo siguiente:

Estimados clientes: He salido un momentito a pedir la mano de Rosaura, la hija del sastre. Llevo demasiado tiempo solo. Si acepta, huiremos juntos de la ciudad, nos casaremos en la primera iglesia que encontremos en el camino, y tendremos dos hijos. Al mayor lo llamaremos Anselmo, por mi abuelo. De lo contrario, volveré en cinco minutos.

En su día y fue un caso sonado, Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid tuvo su momentito particular con unos policías municipales por dejar su coche mal aparcado para sacar dinero de un cajero automático. El momentito es una manera educada de descargarse (teóricamente) de responsabilidades ante los demás.

Pero esta forma de picaresca llega a cansar a algunos que contrarrestan con otra cartelería. En una puerta de garaje del Barrio de Salamanca de Madrid, hartos de ver su salida bloqueada, colocaron un cartel bien grande en el que se podía leer «NO HAY MOMENTITOS», al objeto de disuadir a los conductores de dejar su coche bloqueando la salida. También en los mostradores de algunas tiendas de informática y móviles se empiezan a ver carteles del tipo «CONSULTA TÉCNICA 2 €», por puro hartazgo del aluvión de preguntitas sobre aspectos técnicos.


 

domingo, 6 de octubre de 2024

INCIVILIDAD

Hay muchos, pero uno de los momentos mágicos en el Monasterio de San Lorenzo El Real de El Escorial tiene lugar el último domingo de septiembre. Por unas horas está accesible al público en general la Sacristía. Si no se conoce a algún fraile agustino de la Comunidad que se encarga de los aspectos religiosos del monasterio no se puede acceder allí.

El Monasterio es visitable bajo los auspicios del Patrimonio Nacional y sus decisiones de mostrar o no salas al público. Hace muchos años y lo recuerdo perfectamente, al acceder al Castillo de Blois, en Francia, pude apreciar entre las posibilidades de visita una que llamó mi atención y que se denominaba «Visita insólita». Se trataba de una visita especial, nocturna, reducida en cuanto personas, con un coste nada despreciable en la que dos guías te llevaban por zonas recónditas del castillo como almenas, sótanos, zaguanes, despensa … Una delicia poder contemplar estancias que no se visitan normalmente y que tienen un encanto especial.

Hace años, en una conferencia con responsables de Patrimonio Nacional hice la sugerencia de esa visita insólita al Monasterio. «Está en estudio» fue la respuesta. Debe seguir en ese estudio, aunque hace poco, en la Noche de los Museos unas pocas personas, muy pocas, pudieron realizar una visita especial y nocturna al Monasterio. Por cuestiones variopintas y a lo largo de muchos años, conozco en detalle y profundidad el monasterio visitando todo lo visitable. Todo el Monasterio. Puedo decir que lo que NO se enseña al público tiene diamantes escondidos con los que quedar maravillado. Uno de ellos es la ya comentada Sacristía.

No se trata de hacer una descripción de corte turístico de la Sacristía, que puede encontrarse en internet y en numerosas guías. Es un sitio especial por su arquitectura, su mobiliario y sus pinturas, aunque faltan muchas que han «viajado» a otros museos como, por ejemplo, el maravilloso «Descendimiento de la cruz», obra maestra del pintor flamenco Rogier van der Weyden. Para lo que nos interesa, mencionar que en altar de la pared del fondo está el magnífico cuadro de Claudio Coello que representa La Adoración de la Sagrada Forma por Carlos II y su corte.

Precisamente el último domingo de septiembre, el lienzo es escamoteado gracias a unas guías y unas poleas, dejando a la vista el magnífico tabernáculo del camarín con la exposición del Santísimo Sacramento que dicen manó sangre al ser pisoteado por un soldado francés. En la imagen siguiente puede apreciarse la vista desde la parte de atrás —no accesible al público— en la que se muestra también la trasera del cuadro en su posición normal, esto es, subido, en la que permanece la mayor parte del año.

Para acceder al solemne acto de apertura el pasado domingo 29 de septiembre de 2024, era necesario atender la misa de 10:00 en la Basílica. Se notaba una mayor asistencia de público que en otros domingos digamos normales. Al finalizar la misa, el sacerdote dio unas instrucciones muy claras de cómo iba a desarrollarse la ceremonia: se formaría una procesión con el turiferario al frente esparciendo incienso, detrás la cruz guía con los cirios, detrás los sacerdotes oficiantes y a continuación el público en general.

Cuando se estaba conformando esta procesión, a la que me incorporé, pudimos todos observar como una marabunta de asistentes se despreocupaban de incorporarse a la procesión y por el contrario se dirigían a toda prisa a la puerta que da acceso a la Sacristía desde la Basílica. La procesión recorrió la nave central y por una de las laterales alcanzó la mencionada puerta, a cuyos lados se encontraba numeroso público agolpado. Abierta la puerta, tras los sacerdotes y sin ningún formalismo, un tsunami de personas se incorporó a la procesión con algún que otro empujón y malos modos por hacerse sitio.

Se trata de un acto religioso que consiste en la exposición del Santísimo durante unas horas para su adoración. Para ello, hay dispuestos unos bancos sin respaldo en los que el público asistente a lo largo de la mañana se puede acomodar para hacer sus oraciones. Llegada la cabeza de la procesión al pasillo central entre los bancos, el púbico «rompió filas» sin ningún recato y comenzó a saltar por encima de los bancos para coger sitio en las primeras filas. Lamentable muestra de incivilidad por parte de personas, algunas de las cuales conozco personalmente y me dejaron muy mala impresión, porque nunca diría de ellas que fueran capaces de realizar esas acciones.

El mismo día, tras la misa de 13:00 se procede a la clausura de la exposición con un acto similar que culmina con el alzamiento del cuadro. Estuve tentado —no lo hice— de asistir de nuevo a misa para asistir a la ceremonia. ¿Se repitieron los reprobables actos de la apertura?