Uno no puede tener por menos que una cierta satisfacción cuando el tiempo acaba dándole la razón en ideas y costumbres que ha mantenido a lo largo de muchos años, en este caso, toda una vida.
El primer coche que compré allá por 1973, un SEAT 127, era blanco. No le compré yo directamente, sino a través de un tío mío que tenía contactos en la SEAT y que le obtuvo con un buen precio a pesar de que a él no le gustaba el color blanco. Era el que le ofrecieron, merecía la pena por el precio y la entrega inmediata y…
Las modas van y vienen en muchos aspectos de nuestras vidas y el color del coche no deja de ser uno de ellos. No siempre que la gente se compra un coche puede elegir el color y se está un poco a las indicaciones de los concesionarios por la cantidad de cuestiones que rodean a la compra, sobre todo el precio y la disponibilidad. Por ello, es frecuente que los compradores «carguen» con modelos o colores no deseados llevados por la prisa y dejándose convencer por los vendedores, expertos en estos asuntos. Las mentirijillas piadosas, en forma de pros y contras, acaban por derribar nuestras defensas.
No ha sido mi caso. Hay otra entrada antigua en este blog que habla también de este asunto y que no voy a indexar porque algunas de las cosas que allí se trataban van a ser traídas a colación de nuevo. Allí escribía… «Desde entonces he tenido nueve coches y todos ellos blancos, lo que no siempre ha sido fácil. Por uno de ellos tuve que esperar cerca de tres meses hasta que lo fabricaran especialmente para mí pues la marca y el modelo —Citroën Xsara— había retirado el blanco como color posible en la fabricación de este modelo. El vendedor, gran amigo mío, trató hasta la extenuación de convencerme de pedir otro color, pero me mantuve en mis trece y le dejé claro que blanco o me iría a otra marca. Sigo yendo por su taller y algunas veces me lo recuerda…
Por ello, cuando hace unos días leía en el diario «El País» el artículo cuyo titular encabeza esta entrada, no pude por menos de sentir una cierta satisfacción de que mi manía por el blanco ha vuelto y se está imponiendo en los últimos años. Blanco, normal, sin metalizados, nacarados, perlados u otras zarandajas. En el artículo se puede leer…
El blanco no siempre ha sido la primera elección, pero es popular por su neutralidad y bajo coste. Por ejemplo, en España, el porcentaje de coches blancos en 2001 era solo del 8,6%, en 2010 subió al 23,6% y en 2020 ya suma el 53% del total.
¡En 2020 la mitad de los coches eran blancos! No sé si creérmelo. Me gustaría saber cuál era el porcentaje de coches blancos en 1973 pero si en 2001 era solo del 8,6% nos podemos imaginar. Por aquella época empezaban los colores metalizados e incluso había algunos ciertamente estridentes como el color butano que tenían los primeros Renault-5. Como dice el refrán y nunca mejor aplicado que a este asunto «para gustos hay colores».
Como se menciona en el artículo referido, que no sé si seguirá estando disponible en la web del periódico o, si lo está, será accesible sin ser suscriptor, el color blanco tiene aspectos a favor y en contra que conviene considerar: no es mi caso porque blanco, blanco y solo blanco, pase lo que pase. Por ejemplo, en aquella época, 1973, los parachoques de los coches eran verdaderas vigas de hierro, color metal, mientras que luego se impusieron los plásticos —grises o negros— que están volviendo dada su practicidad y capacidad para absorber los golpes en caso de accidente.
Pero a buen seguro estoy confundido. En la ceremonia de la entrega de los premios Princesa de Asturias que ha tenido lugar en Oviedo esta semana, todos los coches que llevaron a los premiados y a los miembros de la Casa Real eran de un color intensamente negro. Entiendo que el negro es más señorial y elegante, pero cuando yo voy conduciendo mi coche no voy viendo especialmente su color. Y, además, tendrán estas autoridades empleados que los mantengan perfectamente limpios y aseados. Yo sigo con mi blanco que encubre (algo) más la suciedad y el polvo, aunque los rayones y desconchones saltan más a la vista que en los coches oscuros.
Cuando decido cambiar de coche, vendo el mío por mi cuenta y mis medios. Normalmente trato de tenerlos cuidados, duermen en garaje casi todos los días del año salvo cuando estamos de vacaciones o puentes. Paso las revisiones oficiales rigurosamente. Con ello puedo arañar algunos eurillos más, amén de hacer un favor al comprador, muchas veces amigo o conocido, que se queda con un vehículo sin trampas ocultas, lo que no garantiza que aparezcan, pero con esa salvedad hago la venta. Una cosa que no conocía es que al parecer el blanco es un color inofensivo con cierto atractivo para los compradores de coches usados.
Cómo resumen de ventajas se podría decir de forma rápida que… son más baratos en la compra, son más fáciles de limpiar, son más visibles en la carretera, absorben menos el calor del sol y son por lo tanto más frescos, son más fáciles de mantener en cuestiones de chapa y pintura, mantienen mejor su valor, el polvo es menos visible, el seguro cuesta algo menos… En fin, alguna ventaja más habrá. Como voy a seguir en mis trece de seguir adicto al blanco, no quiero conocer las desventajas. Ojos que no ven, corazón que no siente.
La estadística ha demostrado machaconamente que los coches blancos, y claros, tienen menos accidentes que los oscuros. Reflejan la luz, natural o artificial, mucho más, lo que deriva en una mayor visibilidad por otros vehículos o peatones. Una vez más, lo bonito choca con lo práctico. Por otro lado, pasan los años y aunque el coche esté muy expuesto a los rayos solares, la pintura no se degrada, cosa que si ocurre, por ejemplo, en los vehículos de color rojo, por ejemplo.
La arruga es bella, el blanco ha vuelto como uno de los colores en boga para vehículos, con lo que yo, que siempre tuve uno blanco, me he puesto a la moda sin hacer nada.