¿Electrónico o convencional?
Hace ya muchos años que dispongo de un apartado de correos en una estafeta relativamente cercana a mi domicilio. Casi me vi abocado a ello en una época en la que estaba suscrito a varias revistas las cuales excedían en su tamaño de los buzones que suelen estar ubicados en los portales de las viviendas. Nunca supe si era el cartero, algún vecino “listo” o el repartidor de butano el que se apropiaba indebidamente de lo ajeno, en este caso, de algunas o varias de mi revistas.
El apartado de correos solucionó el tema, ya que al estar situado en el interior de la oficina de clasificación y repartos, solo quedaba la posibilidad de que o bien los editoriales no la habían enviado o era personal de la estafeta. De hecho nunca volvió a faltar ninguna, pero estaba el inconveniente de tener que ir de vez en cuando, generalmente una vez por semana, a recogerlas.
Con el tiempo fui derivando todo mi correo al apartado. Casi tenía a gala que no me llegaran cartas de índole profesional o empresarial a mi domicilio particular. Carta que llegaba ya estaba llamando al remitente para que efectuara una variación del domicilio e indicara el apartado.
Pero todo no iba a ser tan bonito. Algunas empresas de servicios tales como el teléfono, la luz o el agua no admitían tener un domicilio de contrato y otro de correspondencia, cuestión que es ahora muy normal. Por ello las cartas de ese tipo continuaban llegando a mi domicilio.
En esto, se puso de moda el envío masivo de propaganda en papel por correo. Yo tuve muy claro de donde sacaban estas empresas de envíos mi domicilio porque me había tomado la molesta de cambiar ciertos aspectos de mi dirección en las empresas que solo me admitían mi domicilio. En unas ponía Portal-1, en otras Bloque-1 y en otras PRTL-1 por ejemplo. Así descubrí que, en mi caso, la principal “suministradora” de direcciones era la de telefonía. Ni que decir tiene que mis protestas, documentadas y razonadas, ante ella resultaron inútiles.
Hoy día parece que las cosas han cambiado y ha remitido hasta casi desaparecer el envío indiscriminado de propaganda. Se utilizan otras técnicas de tipo telefónico o por correo electrónico más selectivas e innovadoras. Por otro lado, la supresión por parte de las empresas de los envíos postales, dando opciones cada vez más amplias al usuario de la utilización del correo electrónico o el mantenimiento en la web de recibos y facturas, hace que el papel físico que llega al apartado sea cada vez menor. Alguna revista y algún papel “oficial” y poco más.
Lo poco que recojo y abro en casa suele ir dirigido a mí. Algunas veces me he encontrado con sorpresas, derivadas de una equivocación del cartero a la hora de depositar la correspondencia por la cual me ha entregado una carta del vecino de apartado. La devuelvo y ya está, eso sí, algunas veces abierta por no haber reparado en que no iba dirigida a mí.
Pero esta semana la sorpresa ha sido mayúscula. Una carta de un “gran” banco de este país que no iba dirigida a mi nombre pero sí y de forma correcta a mi apartado y a mi localidad. La abrí de forma rutinaria sin reparar en ello y me encontré que la información acerca de transferencias y saldos no era de mi incumbencia sino de otro señor y de otra oficina bancaria que yo no sé ni donde está.
Ahora queda esperar. ´¿Seguirán llegando cartas de ese tipo? ¿Habrá sido un error puntual de la informática de ese “gran” banco? ¿Se habrá equivocado el otro señor al facilitar su número de apartado al empleado? ¿Lo ha tecleado mal en el terminal del ordenador? Algunas preguntas que seguramente se quedarán sin respuesta.
Esto de la informática …….