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lunes, 21 de julio de 2008

LAS TROPAS DE NAPOLEON


Ayer domingo falleció Luis, mi suegro. Excelente persona, adelantado a su tiempo, padre de diez hijos, junto con Carmen formó una familia ejemplar que cuando se reunía al completo pasaba de la treintena, aunando hijos políticos y nietos. Sin dar un ruido, suavemente, de forma callada, como una continuación de su personalidad, nos dejó a primera hora de la mañana, tras sentirse indispuesto cuando había pedido desayunar. Había pasado un par de baches en los últimos meses pero se había repuesto con determinación y ganas de vivir. Esta vez ya no ha podido ser.

Hoy por la mañana hacía un día precioso en un pequeño valle también precioso de los muchos perdidos que hay por Cantabria. Como siempre fue su deseo, en la vieja iglesia que tanto frecuentó, ha recibido una despedida emotiva de toda su familia, de sus amigos y conocidos. En el pequeño camposanto adosado a los muros de la iglesia, en un remanso verde de paz, hemos inhumado su cuerpo que quedará descansando para siempre en esta bella tierra que tanto amó y a la que se escapaba desde Madrid en cuanto sus obligaciones se lo permitían.

Cuando caían las últimas paladas de tierra, en un enterramiento a la vieja usanza, comenzó a fraguarse un merecido y sencillo homenaje que sin duda le habrá arrancado una sonrisa en algún lugar del cielo donde se encuentre: “Las tropas de Napoleón”.

Hace ya unos cuantos años, al principio de conocerle, me hizo una demostración de lo que eran las “tropas”. El Cantábrico es un mar frío, no tanto como quieren pensar los que frecuentan el Mediterráneo, pero es una verdad innegable que al fin y al cabo hay que pensárselo un par de veces antes de decidirse a efectuar la zambullida inicial. El invento de las “tropas” solucionaba el asunto: varias personas, engarzadas fuertemente codo con codo, todos a una y con determinación, canto y pisada militar, avanzando a paso marcial hacia el agua, sin soltarse hasta el último momento, disuadían a los timoratos que se lo andaban pensando. Una vez iniciada la marcha, no había vuelta de hoja, acababas en al agua quisieras o no.

Somos las tropas de Napoleón,
Que venimos a vencer al enemigo,
Chan, tatachán, Chan, tatachán.

Esta tarde, en la playa, un numeroso grupo formado por sus hijos, nietos, sobrinos y amigos ha empezado a engarzarse en la playa, codo con codo, desde los mayores hasta los niños haciendo una fila que pasaba por encima de la treintena. El agua fresquita, viento de nordeste también fresquito, pero la ocasión merecía la pena: era el homenaje a nuestro querido Luis que tantas veces lo hizo con nosotros. La gente que nos rodeaba en la playa nos miraba con curiosidad. Nos hemos puesto en marcha y, sin pestañear, al canto de las “tropas” hemos entrado todos al agua sin soltarse ninguno, hasta el fondo.

Si los curiosos hubieran sabido de que se trataba ….

Pero aparte de los presentes, una persona que seguramente nos observaba desde lo alto, habrá dejado escapar una sonrisa pícara y habrá pensado ¡estos chicos¡ al tiempo que se habrá sentido sin duda halagado por este simpático homenaje, hecho en público sin que nadie se entere. Un secreto entre nosotros y él.

Descanse en Paz.