Hablando de españolitos y españolitas, todos sabemos el significado de este acrónimo ya que lo tenemos que utilizar muchas veces a lo largo de nuestra vida. En teoría y en la práctica la mayoría de las veces es el documento que acredita nuestra personalidad de cara a los trámites que tanto con empresas oficiales como particulares nos vemos obligados a hacer o hacemos motu proprio.
El DNI se “inventó” al parecer en un decreto de 1944, pero no se emitió el primero hasta 1951. Llevaba el número 1 y no haría falta decir a quién perteneció. Francisco Franco. Desde esa fecha se generalizó y todo español mayor de una cierta edad, que creo que son 14 años tiene la obligación de obtenerlo, aunque se le puede hacer, cosa muy recomendable, a un niño recién nacido. Ya que vamos a estar fichados, cuanto antes mejor.
A lo largo de los años ha sido un objeto codiciado por enemigos de lo ajeno y personas que se dedicaban a hacer negocios muy limpios. A pesar de estar impreso con papeles especiales emitidos por la Fábrica de Moneda y Timbre y tratado con toda clase de miramientos, era fácil falsificar el modelo antiguo plastificado. Hoy en día se emite ya el modelo electrónico, con su chip, y presentando más dificultades para su duplicación, pero como se sabe ya por experiencia, todo es cuestión de tiempo.
Siempre se ha dicho que tenemos la obligación de llevarlo siempre encima, para mostrarlo cuando nos sea requerido por una Autoridad Competente o en multitud de ocasiones. Por ejemplo, cuando queremos acceder a un Centro Oficial o Privado de un cierto tamaño, de esos que tiene vigilante de seguridad, se nos insta a mostrar el DNI o algún documento equivalente como el pasaporte o el carnet de conducir. Incluso en algunos sitios hacen una fotocopia del mismo, cuestión que no parece muy legal ni mucho menos ética, pero lo hacen.
Hay algunos mitos alrededor del DNI, que al parecer no son ciertos. Uno de ellos es el que dice que cuando a uno que lo obtiene por primera vez le corresponde un número bajo es debido a que anteriormente esa numeración pertenecía a una persona fallecida. Según parece esto no puede ocurrir ya que un número tiene que pertenecer a una única persona por motivos legales. Eso puede chocar con la lógica, dado que en casi sesenta años emitiendo DNI’s y con una población actual rondando los cuarenta millones de españoles, deberían de aparecer carnets con numeraciones cercanas a los 100 millones.
Toda esta pequeña investigación ha venido por dos situaciones que se dan con cierta frecuencia en el devenir diario y que devalúan el valor del DNI. Obtener un número de DNI y el nombre de su titular es una cosa relativamente fácil hoy en día: pruebe a invocar a Mr. Google con su carnet de identidad, yo me he llevado una sorpresa de las veces que aparezco por diferentes motivos. Otra forma es darse una vuelta por una Universidad o Edificio Público y echar un vistazo a los tablones de anuncios, donde están sujetos todo tipo de documentos de nombramientos, enlaces sindicales, estudiantes o personal admitido a una determinada prueba.
Una de las situaciones viene deriva de la tremenda locura que supone hoy en día que hayan desaparecido las oficinas donde hacer los trámites cara a cara y con papeles. Las empresas dicen que esto ha mejorado los trámites pero ellas no lo han hecho por eso, sino por ahorrar costes. Un ejemplo: yo me sé el nombre de una persona, su teléfono y su DNI. Llamo al servicio de atención telefónica de una determinada empresa de telefonía y solicito un cambio en el contrato. Lo único que se limitan a verificar es que si tienes un nombre masculino y una voz masculina, con que facilites el DNI parece que ya estás habilitado para hacer cualquier trámite.
Propongo una pequeña prueba. Dirigirse con un amigo del mismo sexo y parecida edad a efectuar una compra en un supermercado o poner gasolina. Uno de ellos podrá casi con toda seguridad utilizar la tarjeta de crédito del otro siempre y cuando le preste también su carnet de identidad. No hace falta ni siquiera imitar la firma. El empleado verifica generalmente el nombre de la tarjeta con el nombre del carnet de identidad, pasará la tarjeta por el lector y nos la devolverá antes siquiera de que se haya impreso el papel que nos va a poner para firmar. ¿Cómo va a comprobar siquiera un poco por encima la firma si el carnet y la tarjeta de crédito ya están en nuestra cartera?.
No pasan más cosas porque no nos ponemos a ello. Por si acaso, es muy conveniente tener a buen recaudo nuestro DNI y nuestras tarjetas. Y eso que generalmente los llevamos juntos en la misma cartera.
Ya lo he comentado anteriormente en este blog: llevo más de un año y medio sin firmar con mi nombre en los papeles que me presentan con motivo de la utilización de la tarjeta de crédito. No pasa nada. ¿Para qué sirve entonces la firma?