Desde que el mundo es mundo ha existido el timo, donde una persona trata de engañar a otra con falsas esperanzas a cambio de sacarle algún beneficio. La persona timada cree que ha realizado un pingüe negocio pero al poco tiempo se le queda cara de haba al descubrir el engaño. En muchas ocasiones, el propio timado era el que pensaba obtener un buen beneficio y eso le cegaba en comprender el tema en su globalidad.
Me han timado dos veces en la vida. Una fue hace ya muchos años, casi treinta, en un viaje relámpago de un día a visitar Bucarest, la capital de Rumania. Estábamos pasando unos días en su vecina Bulgaria cuando surgió el viaje. No teníamos moneda de ese país, pero estaba todo incluido, con lo cual no íbamos, teóricamente, a necesitarla. Pero hete aquí que mi mujer se encaprichó de una camisa bordada que la verdad era preciosa y muy barata. Hay que decir que en aquella época las tarjetas estaban apareciendo y en ciertos países ni sabían todavía de que iba esto del comercio electrónico. Necesitábamos cambiar moneda y se nos presentaba la diatriba de hacerlo de forma oficial, en la recepción de algún hotel o hacerlo de forma “pirata” a algún cambista, obteniendo un beneficio entre el doble y el triple con respecto al cambio oficial. Estas operaciones de cambio entre particulares eran corrientes y asumidas en Bulgaria pero no lo eran tanto en Rumania. Al final, el hábil cambista nos dio el cambiazo y en el fajo de billetes consiguió, no sé cómo, reemplazar algunos billetes de 10 por billetes de 1. Hay que decir que los billetes allí eran todos iguales en tamaño y color, como los dólares, lo que propició el engaño. Creo recordar que el montante total de la pérdida no llegó a doscientas pesetas de las de entonces, aunque al final hubimos de ir a un hotel para poder comprar la camisa de marras.
La segunda vez fue ayer. Y como no podía ser de otra manera, dados los tiempos modernos en los que estamos inmersos, a través de internet, en un pago con tarjeta de crédito. Aclararé que el montante total del timo ascendió a 1 euro, exactamente 0,95 euros, por lo que es más el sufrimiento moral que el pecuniario. Tengo mucho cuidado porque los engaños por internet están a la orden del día y además son muy difíciles de echar atrás, al no saber con quién estás tratando. Las formas de “pishing” o suplantamiento de identidad para sonsacarte tus claves de acceso a bancos, hacienda o incluso colegios profesionales están a la orden del día y seguimos recibiendo correos electrónicos falsos de forma continua, así como aquellos en los que un personaje de un país lejano nos propone un gran beneficio si accedemos a realizar una transferencia de fondos para ayudarle a sacarlos de su país.
Hay que decir que en esto de las compras por internet me protejo con algunas triquiñuelas. Por ejemplo, dispongo de un Apartado de Correos con lo cual me evito de facilitar mi dirección real. La dirección de correo electrónico que normalmente hay que facilitar es una gratuita abierta en “Hotmail” para ello. Y por último, la tarjeta VISA que utilizo para los pagos es una tarjeta virtual, que realmente no existe, un buen invento facilitado por mi banco en internet, que me permite cargar y descargar desde casa, con lo cual su saldo es siempre cero excepto cuando voy a comprar algo, en cuyo momento cargo exactamente el importe que pienso pagar. Esto es importante, porque ya me he encontrado con alguna sorpresa al intentarse un cargo superior al estipulado aduciendo unos gastos que no se explicitan en el momento de efectuar la compra.
Ayer, mientras esperaba que acabara un largo proceso de conversión de fotografías de formato RAW a formato JPG me dediqué a curiosear por la red. En un anuncio apreció un blog de una persona que, curiosamente, vivía en mi misma localidad. Anunciaba un par de productos naturales que ayudaban en temas de adelgazamiento. Se brindaban a enviar dos muestras gratis de prueba, valederas para quince días. Sin entrar mucho en de que iba la cosa y por aquello de que eran gratis, las solicité. Había que pedirlas por separado, pues comentaba que eran de casas diferentes. La primera era totalmente gratis, pero la segunda requería unos gastos de envío, que normalmente eran de 4,95 euros pero que en ese momento, que casualidad, se haría por 0,95. ¿Cómo se pagaba esto? Pues claro, con una tarjeta VISA, directamente. Como dispongo de esa VISA virtual, procedí a cargarla con 0,95 y realicé el pedido.
Así quedó la cosa, pero cuando acabó el proceso de conversión de fotografías, volví a curiosear y enterarme un poco del tema, del pedido que había hecho. Y aquí empezaron a salir cosas a la luz. Accedí a otro “blog” donde otra persona diferente a la primera anunciaba los productos, y curiosamente también vivía en mi misma localidad. Sospechoso o por lo menos curioso. Las dos diferentes “web’s” donde había hecho la petición estaban en perfecto, repito lo de perfecto, castellano, muy bien redactadas, pero mirando con más detenimiento eran sospechosamente parecidas. Intenté ver el servicio de atención al cliente y allí la cosa se complicaba, un teléfono de Inglaterra y todo en inglés, nada del castellano perfecto. Leyendo en inglés me di cuenta de que lo que en realidad había solicitado era un envío QUINCENAL de productos, hasta nueva orden, por un valor de 69 libras esterlinas, algo más de ochenta euros. La manera de “parar” este envío era teóricamente darse de baja en el teléfono de atención al cliente, supongo que en inglés y a saber siquiera si ese teléfono existe, cosa que no me molesté en comprobar.
El hecho de haber utilizado una tarjeta VISA a la que no podían cargar importes me dejó tranquilo en la parte monetaria, pero me quedé dolido en mi moral al haber caído en la trampa. Trasteando por internet, encontré un foro donde hay montones de afectados, de muchos países del mundo. Al ser el foro en castellano, los escritores y escritoras eran hispanohablantes de España y muchos países de América del Sur, pero supongo que el timo, o si se quiere engaño, traspasa fronteras y no se detiene en ninguna. Había comentarios de todo tipo comentando cargos en sus tarjetas de cientos de euros no siempre recuperados. Si alguien tiene curiosidad, el foro con cientos y cientos de comentarios está en http://sencillamentesimple.wordpress.com/2009/07/22/acai-berry-nuevo-engano/
Un tema interesante es lo del anuncio de la persona que, curiosamente, vive en tu misma localidad. De alguna manera detectan a través de tu conexión a internet en que nodo o central telefónica estás ubicado y componen el anuncio con ese dato, que no sé cómo demonios nos crea cercanía o complicidad y nos predispone a creernos lo que nos cuentan. Como si todos los habitantes de nuestra misma localidad fueran creíbles.
Una buena prueba sería que Vd. que está leyendo esto pulsara en los dos enlaces que hay a continuación a ver si en ambos, diferentes chicas le dicen que viven en su misma localidad o próximos a Vd.: En fin, cuando uno se levanta de las caídas, lo práctico y positivo es haber aprendido de ellas. El coste monetario no ha sido grande y por lo menos estoy más al día de lo que se cuece en inventos cibernéticos para engañar a las personas. Quién sabe si me servirá para evitar algún otro fraude en el futuro. Lo doy por bien empleado.
Me han timado dos veces en la vida. Una fue hace ya muchos años, casi treinta, en un viaje relámpago de un día a visitar Bucarest, la capital de Rumania. Estábamos pasando unos días en su vecina Bulgaria cuando surgió el viaje. No teníamos moneda de ese país, pero estaba todo incluido, con lo cual no íbamos, teóricamente, a necesitarla. Pero hete aquí que mi mujer se encaprichó de una camisa bordada que la verdad era preciosa y muy barata. Hay que decir que en aquella época las tarjetas estaban apareciendo y en ciertos países ni sabían todavía de que iba esto del comercio electrónico. Necesitábamos cambiar moneda y se nos presentaba la diatriba de hacerlo de forma oficial, en la recepción de algún hotel o hacerlo de forma “pirata” a algún cambista, obteniendo un beneficio entre el doble y el triple con respecto al cambio oficial. Estas operaciones de cambio entre particulares eran corrientes y asumidas en Bulgaria pero no lo eran tanto en Rumania. Al final, el hábil cambista nos dio el cambiazo y en el fajo de billetes consiguió, no sé cómo, reemplazar algunos billetes de 10 por billetes de 1. Hay que decir que los billetes allí eran todos iguales en tamaño y color, como los dólares, lo que propició el engaño. Creo recordar que el montante total de la pérdida no llegó a doscientas pesetas de las de entonces, aunque al final hubimos de ir a un hotel para poder comprar la camisa de marras.
La segunda vez fue ayer. Y como no podía ser de otra manera, dados los tiempos modernos en los que estamos inmersos, a través de internet, en un pago con tarjeta de crédito. Aclararé que el montante total del timo ascendió a 1 euro, exactamente 0,95 euros, por lo que es más el sufrimiento moral que el pecuniario. Tengo mucho cuidado porque los engaños por internet están a la orden del día y además son muy difíciles de echar atrás, al no saber con quién estás tratando. Las formas de “pishing” o suplantamiento de identidad para sonsacarte tus claves de acceso a bancos, hacienda o incluso colegios profesionales están a la orden del día y seguimos recibiendo correos electrónicos falsos de forma continua, así como aquellos en los que un personaje de un país lejano nos propone un gran beneficio si accedemos a realizar una transferencia de fondos para ayudarle a sacarlos de su país.
Hay que decir que en esto de las compras por internet me protejo con algunas triquiñuelas. Por ejemplo, dispongo de un Apartado de Correos con lo cual me evito de facilitar mi dirección real. La dirección de correo electrónico que normalmente hay que facilitar es una gratuita abierta en “Hotmail” para ello. Y por último, la tarjeta VISA que utilizo para los pagos es una tarjeta virtual, que realmente no existe, un buen invento facilitado por mi banco en internet, que me permite cargar y descargar desde casa, con lo cual su saldo es siempre cero excepto cuando voy a comprar algo, en cuyo momento cargo exactamente el importe que pienso pagar. Esto es importante, porque ya me he encontrado con alguna sorpresa al intentarse un cargo superior al estipulado aduciendo unos gastos que no se explicitan en el momento de efectuar la compra.
Ayer, mientras esperaba que acabara un largo proceso de conversión de fotografías de formato RAW a formato JPG me dediqué a curiosear por la red. En un anuncio apreció un blog de una persona que, curiosamente, vivía en mi misma localidad. Anunciaba un par de productos naturales que ayudaban en temas de adelgazamiento. Se brindaban a enviar dos muestras gratis de prueba, valederas para quince días. Sin entrar mucho en de que iba la cosa y por aquello de que eran gratis, las solicité. Había que pedirlas por separado, pues comentaba que eran de casas diferentes. La primera era totalmente gratis, pero la segunda requería unos gastos de envío, que normalmente eran de 4,95 euros pero que en ese momento, que casualidad, se haría por 0,95. ¿Cómo se pagaba esto? Pues claro, con una tarjeta VISA, directamente. Como dispongo de esa VISA virtual, procedí a cargarla con 0,95 y realicé el pedido.
Así quedó la cosa, pero cuando acabó el proceso de conversión de fotografías, volví a curiosear y enterarme un poco del tema, del pedido que había hecho. Y aquí empezaron a salir cosas a la luz. Accedí a otro “blog” donde otra persona diferente a la primera anunciaba los productos, y curiosamente también vivía en mi misma localidad. Sospechoso o por lo menos curioso. Las dos diferentes “web’s” donde había hecho la petición estaban en perfecto, repito lo de perfecto, castellano, muy bien redactadas, pero mirando con más detenimiento eran sospechosamente parecidas. Intenté ver el servicio de atención al cliente y allí la cosa se complicaba, un teléfono de Inglaterra y todo en inglés, nada del castellano perfecto. Leyendo en inglés me di cuenta de que lo que en realidad había solicitado era un envío QUINCENAL de productos, hasta nueva orden, por un valor de 69 libras esterlinas, algo más de ochenta euros. La manera de “parar” este envío era teóricamente darse de baja en el teléfono de atención al cliente, supongo que en inglés y a saber siquiera si ese teléfono existe, cosa que no me molesté en comprobar.
El hecho de haber utilizado una tarjeta VISA a la que no podían cargar importes me dejó tranquilo en la parte monetaria, pero me quedé dolido en mi moral al haber caído en la trampa. Trasteando por internet, encontré un foro donde hay montones de afectados, de muchos países del mundo. Al ser el foro en castellano, los escritores y escritoras eran hispanohablantes de España y muchos países de América del Sur, pero supongo que el timo, o si se quiere engaño, traspasa fronteras y no se detiene en ninguna. Había comentarios de todo tipo comentando cargos en sus tarjetas de cientos de euros no siempre recuperados. Si alguien tiene curiosidad, el foro con cientos y cientos de comentarios está en http://sencillamentesimple.wordpress.com/2009/07/22/acai-berry-nuevo-engano/
Un tema interesante es lo del anuncio de la persona que, curiosamente, vive en tu misma localidad. De alguna manera detectan a través de tu conexión a internet en que nodo o central telefónica estás ubicado y componen el anuncio con ese dato, que no sé cómo demonios nos crea cercanía o complicidad y nos predispone a creernos lo que nos cuentan. Como si todos los habitantes de nuestra misma localidad fueran creíbles.
Una buena prueba sería que Vd. que está leyendo esto pulsara en los dos enlaces que hay a continuación a ver si en ambos, diferentes chicas le dicen que viven en su misma localidad o próximos a Vd.: En fin, cuando uno se levanta de las caídas, lo práctico y positivo es haber aprendido de ellas. El coste monetario no ha sido grande y por lo menos estoy más al día de lo que se cuece en inventos cibernéticos para engañar a las personas. Quién sabe si me servirá para evitar algún otro fraude en el futuro. Lo doy por bien empleado.