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viernes, 16 de julio de 2010

RONDAMISAS

Un dicho popular que seguramente todos hemos oído en multitud de ocasiones, especialmente en nuestros entornos laborales es el siguiente. “Si funciona, no lo toques”. Nunca me ha parecido acertado, y por ello he sufrido no pocas discusiones con compañeros y jefes, ya que yo mantenía todo lo contrario: “Si funciona, aprovecha para mejorarlo”. En el fondo de este asunto está la diferencia entre lo que llamamos mantenimiento correctivo o preventivo. Correctivo es esperar a que se estropeen y preventivo es intentar tener las cosas al día, poco a poco, evitando que llegue el momento en que haya que intervenir sin más remedio.

Ejemplarizaba esto con la teoría que yo llamaba del “movimiento del cenicero”. Un cenicero se encuentra en el ángulo izquierdo de una mesa y hay que moverlo al derecho. Simplificando la cuestión, hay dos formas de hacerlo. Una de ellas, la más usada de forma general, es darle un manotazo sin más y ubicarlo en su nueva posición. Eso sí, hacerlo a última hora del día, justo antes de marcharnos o en su defecto ir a la cafetería, no vaya a pasar algo y nos compliquen. La otra forma es estudiar el cenicero, tratar de deducir porque está allí y no en otra parte, preguntar a diestro y siniestro si alguien sabe o conoce alguna razón por la que deba estar allí y no en otra parte, planificar el movimiento, nada de manotazos, avisar a todo el mundo de que en determinado momento vamos a efectuar el desplazamiento, hacerlo con cuidado y quedarse atento durante un tiempo por si ocurre algo y tratar de solucionarlo. En esta vida no todo es blanco o negro y entre estas dos formas de realizar la acción de movimiento del cenicero hay grandes diferencias. Ni tanto ni tan calvo pero normalmente se tiende más al manotazo que a la otra opción. Desde luego el manotazo es lo más rápido y si no pasa nada seremos altamente efectivos y habremos realizado la operación en un tiempo record. Cada uno debe elegir su forma de “mover el cenicero”.

Hace años vi una frase en el calendario taco que decía algo así como “no es mejor quién arregla los errores sino quién los previene”. Se me ocurrió hacer una fotocopia en grande y colgarlo en el tablón de anuncios de la planta. Duró poco ya que el jefe la quitó rápidamente y vino a decirme unas palabritas suponiendo con buen criterio que había sido yo el autor del hecho. Hay más cuestiones ocultas en todo esto. Cuando nos vemos con el agua al cuello en una situación que requiere un arreglo rápido y a la que hemos llegado por no ser previsores, tenemos una gran ventaja que no es otra que la “patente de corso” para hacer cosas de forma incontrolada pues hay que solucionar el problema que tenemos encima, rápido, a toda costa y saltándonos los procedimientos que sea necesario saltarse.

Y por experiencia propia sé que están mejor vistos y considerados los “arregladores” que los “previsores”. Aquellos alcanzan el “status” de personas imprescindibles en las empresas, cabezas visibles de “salvadores de la patria” mientras que los otros con su trabajo callado y constante simplemente parece que no hacen nada. Volviendo a la frase, ¿Vd que prefiere a su alrededor, “arregladores” o “previsores”?

Durante estos años de atrás hemos tenido un periodo de bonanza en el que hemos vivido por todo lo alto. Como yo digo, venga pantallas planas de “tropecientas” pulgadas, créditos e hipotecas. Era el momento en que las cosas funcionaban. Todos sabemos que estos períodos tienen su fin y que más pronto o más tarde llega la crisis. Cuando estaban las cosas bien era cuando había que haber sido previsores, en lugar de tirar la casa por la ventana. Y me refiero a nuestros dirigentes y gobernantes. Como no se ha hecho nada, ahora se han convertido en “arregladores” y lo que es peor, con “patente de corso” para hacer lo que les venga en gana, con tal de –intentar- sacarnos de los problemas. Pero las cosas en caliente y con la espada de Damocles encima son más difíciles de arreglar y así les vemos dando tumbos de un lado para otro, anunciando cosas, dando marcha atrás, sacándolas de nuevo, en fin, dudas y más dudas producto de la improvisación y de la poca previsión. Son “rondamisas” que van y vienen donde las situaciones les conducen. Y así nos luce el pelo, un día mal y otro peor. Y además han perdido el norte y la vergüenza, con lo que ya nos podemos ir atando los machos y asumir nuestro papel de conejillos de indias.

Quiero reproducir aquí un párrafo de un gran libro, publicado en 1990 y titulado “Vivir con plenitud las crisis”. Su autor en Jon Kabat-Zinn y dice así:

"Es todo un arte enfrentarse a las dificultades de manera que encontremos soluciones eficaces y armonía y paz interior. Cuando somos capaces de movilizar nuestros recursos internos para enfrentarnos con ingenio a nuestros problemas, por lo general la presión del propio problema nos ayuda a orientarnos para salir adelante, igual que un marino orienta la vela para aprovechar mejor la fuerza del viento e impulsar su embarcación.
No podemos navegar de proa al viento, y, si solo sabemos navegar con el viento en popa, únicamente llegaremos allí donde este nos empuje. Sin embargo, si sabemos cómo usar la energía del viento y tenemos paciencia, a veces, podemos llegar donde deseamos, podemos controlar las cosas. Tenemos que aprender a seguir adelante bajo la presión de todo tipo de condiciones estresantes; no solo cuando hace sol y el viento sopla exactamente como queremos."
Por cierto, “rondamisas” es un término que no he conseguido encontrar en el diccionario pero que me ha parecido apropiado para titular esta entrada. Como desconocemos el significado bien podemos aplicárselo a los “arregladores”. Le he visto leyendo el libro “Ladrones de Tinta” de Alfonso Mateo Sagasta.