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martes, 9 de noviembre de 2010

CARESTÍA

Una de las ventajas que tiene el haber incorporado el ordenador personal a nuestras casas y nuestras vidas es que podemos guardar gran cantidad de información que estará accesible con facilidad, eso siempre que tengamos un método y una organización en nuestros archivos.

Yo particularmente soy un enemigo declarado y acérrimo de los papeles en un doble sentido: no tener sitio para guardarlos y dificultad de encontrarlos cuando se necesitan.

Por ello, los papeles cuando entran en casa van directos al escáner y de ahí en la mayoría de los casos al archivo general en forma de papelera o basura, salvo los que no se pueden “archivar” y que se encuentran en una carpeta en el fondo del armario a la espera de que algún día hagan falta. Un ejemplo de estos últimos son las escrituras de la casa que harán falta físicamente cuando se produzca la venta de la misma. Mientras tanto el hecho de tenerlas disponibles en el ordenador permite su impresión, lo que sería el equivalente a una fotocopia, para presentarlas donde nos requieran.

En estos días he recibido un encargo de un buen amigo del que ya me he ocupado en anteriores ocasiones. Se trata de la fabricación de unos baberos, para lo cual tengo que dirigirme a la tienda de mercería, donde adquiero unas servilletas blancas de hostelería y a continuación las llevo a una tienda de estampados donde graban el emblema de una asociación. Esta vez yo no tenía guardados en mi ordenador los justificantes de los costes de esta operación, realizada a primeros del año pasado, pero sí los tenía mi amigo. A lo que vamos, las servilletas que costaban en dos mil nueve uno con sesenta y cinco céntimos de euro han pasado a costar ahora 2,20 euros. Para no hacer cálculos parciales, el estampado que costaba 2 euros ha subido con el cambio de año, y de IVA, a costar 3 euros. Si entrar en parciales, cada babero salía en dos mil nueve por 3,65 euros y en dos mil diez su coste ha alcanzado 5,00 euros, números redondos.

Ya pocos recuerdan cuando hace unos años se implantó el euro como la moneda de cien pesetas pasó a ser equivalente a la moneda de un euro, a pesar de que nos habían dicho que el cambio oficial era de 161 pesetas y pico cada euro. Mucha gente hizo su agosto aunque era enero. La subida del IVA del 16% al 18% que se ha producido a primeros del pasado mes de julio ha sido el acicate para que algunos comerciantes hayan revisado sus precios y, ya que nos ponemos, consideraciones, redondeos y demás, puestos a revisar, pues vamos a revisar.

Vamos, que si la calculadora no falla, los baberos han subido en el transcurso de un año un 37%. Cuando se lo mencioné al tendero y al grabador manifestaron no recordar los precios de los años anteriores pero creían que costaban lo mismo, que no habían subido. Era una buena ocasión para pedir los tickets a mi amigo y llevárselos junto con el cálculo de los porcentajes de incremento que habían tenido lugar.

El problema es que esto no es un caso aislado. Ha habido casos contrarios como podemos mencionar en el caso de la leche. No tengo datos concretos pero tengo la sensación de que el litro de leche rondaba el año pasado un euro y ahora está por los ochenta céntimos, según que marcas. Puestos a ser mal pensados, es que si ahopra cobran lo justo el año pasado se pasaron unos pueblos.

Un caso especial son los impuestos que tienen una doble influencia. Suben por un lado como meteoros pero no está claro que los servicios que los municipios, comunidades y estado nos dan a cambio suban o mejoren, sino todo lo contrario. Alcaldes como el de Madrid recuperan impuestos olvidados o incluidos en otros, como el de la basura, pero la recogida no mejora e incluso empeora según a quién preguntemos. Eso sin hablar de otros anacrónicos y que permanecen un año tras otro como el del alcantarillado o el del impuesto de circulación de vehículos. A riesgo de dar ideas, esperemos que no se inventen el impuesto de respirar por la calle aplicable a todo ser viviente o a su dueño.

Ya hemos comentado que antes los bandoleros estaban escondidos en las sierras y se tenían jugaban la vida para asaltar a los caminantes. Ahora están detrás de un mostrador o en un despacho de oficina tomando decisiones basadas en los datos. A la hora de decidir una subida pueden incluso asumir que se marchen unos cuantos, incluso un montón de clientes a raíz de una subida desmesurada, ya que a fin de ejercicio habrá beneficio.

Otra muestra de subida desmesurada reciente es la cuota mensual del seguro médico, una de esas cosas que se empezaron a pagar hace años, se paga mes tras mes y mes tras mes se piensa de dejar de hacerlo pero no se toma la decisión. Y eso además de que tenemos la Seguridad Social. En este caso la póliza familiar está contratada con Sanitas y lo que el año pasado importaba 141,17 me anuncian que a primero del próximo año pasa a 166,16. Solo un 17,70% de aumento, un poco más que la subida del coste de la vida que nos anunciará el INE a final de año.