Si hacemos una abstracción hasta lo más simple, el cine no deja de ser un trapo blanco colocado en una pared donde se proyectan luces, en blanco y negro o color, al tiempo que se emiten sonidos por unos altavoces. Técnicamente el asunto no da más de sí y de hecho, si suponemos la visita de unos extraterrestres que pudieran ver lo que está sucediendo en la sala durante una proyección, percibirían un montón de espectadores humanos sintiendo intensas emociones de alegría, miedo, asco u otras solo por estar mirando embobados las luces en el trapo y escuchando los sonidos ….
Desde muy pequeño me ha gustado el cine, en pantalla grande, ya que no en vano era casi la única actividad que en nuestra infancia e incluso adolescencia se podía hacer los domingos por la tarde en el pueblo. Daba igual la película que se proyectase, todos al cine a la función de las siete de la tarde. En las navidades se hacían jornadas especiales para los niños y ahí recuerdo haber visto por primera vez una de mis películas de culto: "101 dálmatas" en dibujos animados. Todos los años la ponían y yo me las arreglaba para ir a varias de las sesiones e incluso siendo ya más mayor, trataba de acompañar a mis hermanos pequeños con el fin de ver la película. Me la sabía de memoria. Ahora la sigo viendo con mi hija pequeña, pero ya es distinto: no es en el cine, en una pantalla grande, con las luces apagadas, sin sonidos extraños, aunque siempre están las palomitas de rigor. Ahora la vemos en casa, en la televisión, las veces que queramos solo con insertar el DVD o ya ni siquiera eso pues está grabada en un disco duro conectado a la televisión con lo cual no hay ni que levantarse del sofá para ponerla en marcha.
Esta introducción me lleva a una reflexión. Salvo algunas películas de esas que se llaman de arte y ensayo y en cines muy concretos, las películas comerciales que se estrenan están un tiempo en la cartelera de los cines y con el tiempo acaban siendo retiradas. Nunca se reponen.
Las televisiones en las casas han mejorado sobremanera en los últimos años. Ya están asequibles pantallas "enormes" en comparación con las de antaño, dotadas de tecnologías avanzadas como "plasma" y "led" e incluso con la posibilidad de visión en •3D. Y seguramente seguirán mejorando a medida que pasen los días. También existe la posibilidad, aquellos que dispongan de sitio en sus casas, de conectar un ordenador a un cañón de proyección y construirse un mini cine con tamaños de pantalla superiores a los que puede tener una televisión. Conozco un amigo que lo tiene montado en la buhardilla de su adosado y el efecto es parecido a un cine en pequeño, salvo cuando suena el teléfono o alguno se levanta a hacer algo, cosa que en el cine de verdad no se suele hacer por respeto a los demás.
Ahora retomaremos el tema, pero quiero comentar otro ejemplo. Siendo muy pequeño recuerdo haber ido al cine en Madrid, a un cine de esos que decían era de pantalla panorámica, donde se proyectaba una película que luego también ha sido de culto para mí: “BEN-HUR”. Recuerdo todavía como si fuera ayer la impresión que me produjo la historia, mi primer conocimiento de la enfermedad de la lepra y algunas escenas como la carrera de cuadrigas en la pantalla gigante del cine. Por supuesto que he comprado el DVD y veo la película una vez al año, normalmente por Semana Santa, pero no es lo mismo verla en la televisión que en el cine. Como curiosidad diré que hace unos años me enteré que la película estaba basada en el libro del mismo título, escrito por Lewis Wallace, que me encantó no solo por el libro en sí sino por aportar nuevos aspectos a la película que tan de memoria me sabía. Hay algunas cosas diferentes entre libro y película, como no podía ser de otra manera, pero en general la adaptación es muy fiel.
Hay en la actualidad soberbias pantallas de cine en algunas salas. Por mencionar una que me impresionó por su tamaño citaré la sala número 25 del complejo “Kinnepolis” en Pozuelo de Alarcón, en Madrid. He visto algunas películas allí y es impresionante.
Se me ocurre que podría ser interesante, repito utilizando el condicional “podría”, la reprogramación de películas escogidas en esa sala u otras de cine. Ahora se utiliza ya el cine para retransmisiones deportivas o de ópera. Hay películas que son para verlas en el cine: la ya citada de Ben-Hur, La Misión, El Último Mohicano, la saga de El Señor de los Anillos y seguro que otras muchas que se nos ocurrirán a cada uno. Si alguna vez me entero de que Ben-Hur, 101 Dálmatas o mi tercera película y última de culto “My Fair Lady” se proyectan de nuevo en una sala de cine, haré todo lo posible por ir a verlas. Ahí queda la idea.