Si no fuera por un hecho acaecido hace un siglo, producto de la casualidad, el nombre de Atapuerca sería hoy prácticamente desconocido, un pueblo perdido en el interior de la provincia de Burgos que ni siquiera se estudiaría en los libros de geografía. Pero una compañía de explotación minera decidió construir una línea de ferrocarril para transporte de materiales que tuvo la fortuna de partir en dos una pequeña elevación en la sierra de Atapuerca.
Aquel proyecto quedo en el olvido y el descubrimiento quedó latente hasta que muchos años después, en la década de los sesenta del siglo pasado, un científico se dio cuenta de que a ambos lados de la trinchera excavada para instalar la línea de ferrocarril se percibían claramente sedimentos que habían rellenado por completo lo que en la antigüedad había sido una cueva. Jose Luis Uribarri, miembro de un grupo de espeleología burgalés, descubrió restos de herramientas y huesos fosilizados. El hecho tampoco tenía mucha importancia sino fuera porque se decidió investigar un poco más y la humanidad se topó con un hallazgo que aún hoy en día, cincuenta años después, estamos por descubrir y que supone un hito de suma importancia en el conocimiento de la evolución humana. Las primeras excavaciones, sin medios humanos ni materiales, tuvieron lugar en el año 1964.
Mi primer contacto con el mundo de Atapuerca tuvo lugar hace muchos años con motivo de la realización del Camino de Santiago que transcurre por la zona aunque de forma tangencial. Luego regresé por allí cometiendo el error que según me comentaron era frecuente: dirigirme al pueblo de Atapuerca con la pretensión de visitar los yacimientos y las excavaciones. Si bien estos están en ese término municipal, el acceso se tiene que hacer desde otra localidad, Ibeas de Juarros, situada a unos quince kilómetros de Burgos en la N-120. En aquella época, lo único que se podía encontrar en Ibeas era un pequeño local donde se daban cita los guías, a los que tenías que trasladar en tu propio coche hasta los yacimientos por un camino polvoriento lleno de baches. Recuerdo haber realizado aquella visita embobado por las explicaciones de la guía realizada desde lo alto de la pared de enfrente a las excavaciones, que por ser verano estaban teniendo lugar en ese momento. Ahora, pasado el pueblo según se llega desde la capital, se ha inaugurado un centro de recepción de visitantes que permite más facilidades para la visita.
En estos cincuenta años transcurridos desde entonces han tenido lugar muchos hechos y aunque nunca habrá suficientes medios para una zona de gran importancia por los descubrimientos sorprendentes que año tras año van teniendo lugar, las instalaciones han cambiado mucho. Por de pronto hace unos años se ha abierto en Burgos el Museo de la Evolución Humana que tuve la oportunidad de visitar hace unos días. Un enorme edificio con gran potencial pero, si se me permite, con poco contenido en su interior. Las explicaciones del guía en los grupos organizados tienen la magia de trasladarte a un mundo anterior y la oportunidad de ver restos arqueológicos, pocos, de gran importancia en la historia de la humanidad, pero no justifica la visita salvo que anexa a ella se produzca el desplazamiento a los yacimientos. Tampoco es que se pueda ver mucho allí, solo piedras y excavaciones, pero esto es un acicate para estar en un sitio con historia de cientos de miles de años, millones, y enterarte de quienes eran y cómo vivían nuestros antecesores. Se han encontrado restos de hasta cuatro especies de homínidos. La denominada Sima de los Huesos, una cavidad interior a la Cueva Mayor a la que al parecer arrojaban a los muertos a modo de enterramiento, es una fuente inagotable de esqueletos humanos, completos, que suponen un tesoro de incalculable valor para la ciencia y para saber más sobre nuestros antepasados y por ende sobre nosotros mismos.
Hay mucho escrito sobre Atapuerca y poco puedo yo añadir, pero lo mejor es lo mucho que queda por escribir, pues sin duda los descubrimientos irán creciendo a medida que pase el tiempo y en función de la disponibilidad de dinero para seguir adelante. Siempre dinero, maldito dinero. En el año 2000 la UNESCO declaró este enclave como patrimonio de la humanidad. Una concisa aproximación puede leerse en un documento en pdf de los muchos existentes que puede descargarse en este
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