Todos conocemos aquella faceta del entrañable cuento de Pinocho por la cual se le alargaba la nariz cuando decía alguna mentira. No acierto a pensar que ocurriría si en lugar de en el cuento ocurriera en la vida real. Mucho me temo que todos iríamos, en mayor o menor medida, con unas narices descomunales. Hay estudios de psicología en los que mediante termografía se detectan estados especiales en nuestro cuerpo, no precisamente en la nariz, cuando somos conscientes de pronunciar alguna cosa que no es verdad, o por lo menos, no es verdad del todo.
Con mi manía de ir al diccionario cada vez que puedo, he descubierto que la palabra “pinocho” existe en castellano para describir un pino nuevo o un ramo de pino. Pero eso es cuando está escrita con la letra inicial en minúscula. Si es mayúscula describe a este simpático y entrañable personaje que construyó Gepetto y que corrió maravillosas aventuras.
A pasos agigantados, la mentira se está instalando en nuestras vidas. No ya mentirijillas piadosas, de esas que vienen bien de vez en cuando para evitar males mayores, sino mentiras gordas pronunciadas sin ningún pudor ni recato por todo el mundo, generalmente con fines personales que muchas de las veces buscan, muy a las claras, la obtención de prebendas, poder, gloria o, por que no, cremas, pero no de las de untar sino de las de llenar los bolsillos. Lo que se conoce como crematística.
Y nadie se escapa a esta tendencia, acrecentada y consentida en los últimos tiempos hasta niveles insospechados. ¿Alguien duda de que lo que nos dicen y aseguran los políticos en sus campañas electorales son mentiras de las gordas?- El avance de los medios de comunicación y su acceso a cada vez más numero de personas hacen que todos dispongamos de hemerotecas más o menos amplias donde podemos comprobar el “antes” y el “después” y establecer conclusiones. En este último trasvase de poder político en nuestro país hemos asistido a una serie de “como se les ocurre hacer esto a Vds.”, “bajo ningún concepto haremos esto” a verlo realizado, corregido y aumentado, sin ningún pudor y argumentando que se ven obligados, que la herencia anterior, que patatín y patatán. Una detrás de otra, no debe quedar ninguna acción presente que no haya convertido en mentira todas las afirmaciones dadas pocos meses antes.
Pero esto no es nuevo y casi en cierta forma lo teníamos asumido, pues se sabe que los candidatos en sus campañas prometen el oro y el moro para conseguir adeptos y votos, y una vez obtenido el puesto se olvidan de lo prometido aunque incluso lo hayan dado por escrito en flamantes folletos a todo color que cuestan un ojo de la cara y encima pagamos todos, directa o indirectamente, a base de subvenciones directas o préstamos a los partidos políticos concedidos por entidades bancarias que con el tiempo son condonados, vaya Vd. a saber por qué.
Y aquí llegamos a otro de los estamentos mentirosos. La “Banca”, esa que era puesta como ejemplo mundial hace bien poco de lo saneada que estaba y que ahora anda a la rastra, con más agujeros que un queso gruyere, viendo de que manera obtiene miles de millones de euros para seguir adelante. Un dinero que estaba y que alguien se ha llevado. ¿No es una forma de mentira el no esclarecer donde ha ido a parar tanto euro que falta y no aparece por ningún lado? ¿No es una forma de mentira el engaño que hace un tiempo han sufrido muchas personas mayores con el tema de las preferentes por confiar en el bancario que se las ofrecía?
Y así podíamos seguir con las empresas y los empresarios. En estos días estamos asistiendo al descubrimiento de los tejemanejes de un flamante empresario, presidente de la confederación de empresarios durante varios años, que en estos momentos está en la cárcel por llevar a la quiebra varias empresas, dejando a sus empleados en la calle y sus acreedores a dos velas, mientras momentos antes ponía a buen recaudo su peculio para evitar que fuera utilizado en minimizar el desaguisado. Mentiroso y además sinvergüenza. Aparentando no tener nada mientras se desplazaba en un flamante “buga” de tan solo medio millón de euros de coste.
Pero no pensemos solo en los grandes. La mentira y el engaño es una constante en nuestras vidas desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Hay que andar ojo avizor para que las vueltas que te dan al comprar algo sean correctas y no se “olvide” el dependiente de alguna moneda o billete, cosa por cierto demasiado frecuente ya que tendemos a guardarnos las vueltas sin contarlas. O cuando queriendo o sin querer el producto que coges de la estantería del supermercado a un precio se convierte en otro en la cuenta final, esa que nadie repasa y paga sin rechistar.
La picaresca se instauró, oficialmente, en nuestro país hace casi quinientos años, con el espléndido relato de "El Lazarillo de Tormes" que me he leído dos veces y lo haré alguna más. Con el paso de los años cambian las formas y los medios, pero el fondo sigue siendo el mismo. Engañar para sacar partido es un deporte nacional que en mayor o menor medida todos practicamos cuando podemos y nos dejan.
“¡No te pido que me des, pero...ponme donde haya!", que ya me encargo yo de ir recogiendo lo que pueda.
Se han publicado en estos días el
ranking de países por índices de corrupción, en el que el nuestro no sale muy bien parado. Andamos por la posición 30, detrás de algunos muy significativos. Pero a nadie nos importa, sigamos a lo nuestro.
Mal de muchos… epidemia.