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sábado, 15 de febrero de 2014

DILEMA

De todos son conocidas las grandes oportunidades disponibles en la red para obtener ficheros informáticos gratuitos y legales. También se pueden obtener gratuitamente otros de forma no tan legal y buenas discursiones están en la palestra sobre el asunto tratando de poner de acuerdo aspectos que son irreconciliables y que tienen como trasfondo de todo precisamente eso, la gratuidad. Con demasida ligereza relacionamos internet y gratuidad cuando no tienen nada que ver y lo primero es solo un medio para facilitarnos la vida en la obtención de aquello que vamos buscando. Cuando digo ficheros me refiero a piezas informáticas cuyo contenido puede ser música, libros, películas o cualquier documento.

Y como se habrá deducido por la imagen, esta entrada va de libros. Y en ese sentido que hemos comentado de la gratuidad, un escritor actual de cierto renombre al que tengo por amigo no ha podido más y ha emitido un trino con el siguiente texto: «IVA de los libros al 10%? Vaya puta mierda todo. Maldito gobierno de tiranos.Que comiencen los juegos del hambre.Pero con ellos de tributos». No menciono su nombre aunque supongo que a él no le importaría, ya que todo lo que se escribe en «twitter» es público y mucho más lo que él comenta con sus cerca de diez mil seguidores.

Pero aunque no lo parezca, hay libros gratuitos en la red, y muchos, en plataformas legales como Gutenberg o la propia Amazon. Bien es verdad que también los hay ilegales pero de eso no vamos a hablar aquí y ahora. En mi caso, andaba yo buscando un libro de Jaime Balmes para un tema de mis peleas con la filosofía cuando lo encontré en Amazon de forma gratuita, aunque dividido en volúmenes. Cuando había «comprado» el primer volumen a coste cero euros, pude ver que un poco más abajo en la web de esta casa estaba disponible la versión completa de este libro, en un solo volumen, aunque con un coste de dos euros con sesenta y seis, siempre hablando de versiones electrónicas que son las que ahora manejo, habiendo huido del papel ya hace unos años.

Decidí adquirir el volumen completo abonando su correspondiente precio y me dirigí a la «nube» de Amazon a dar de baja de mi librería electrónica el volumen individual que ya no necesitaba al disponer de la obra completa. Las prisas, o vaya Vd. a saber qué, hicieron que diera de baja el correcto de mi biblioteca y dejara el parcial. Y aquí empezó mi primer dilema. No podía volver a comprarle de nuevo, pagando o sin pagar, porque la web me decía que ya lo tenía y tampoco podía disponer de él porque lo había borrado. ¿Qué hacer? Pues estaba claro, comprobar cómo funcionaban los servicios de atención al cliente de Amazon. Ya en este blog y en anteriores entradas he cantado y contado las excelencias de esta empresa que pueden ser recuperadas usando el buscador del blog. Esta es una más que añadir a ellas.

Navegando por mi espacio en la web como cliente llegué al pedido y desde allí un enlace te lleva a la zona de reclamaciones o peticiones. Tras realizar una selección inicial sobre el tipo del problema se llega a un punto en el que te brindan varias maneras de seguir adelante con la consulta: por teléfono, por chat o por correo electrónico, apareciendo como recomendada la primera de ellas. ¿Por teléfono? ¿Cómo? Picado por la curiosidad y por mi natural tendencia a meterme en los charcos introduje mi teléfono y entre las dos pestañas disponibles de «llamar ahora» o «llamar dentro de cinco minutos» elegí la de llamar ahora. ¿Qué dirían Vds. qué ocurrió? No había pasado un segundo, materialmente, desde que acababa de pulsar la pestaña cuando mi teléfono comenzó a sonar. La llamada era desde un número en Irlanda. Descolgué, una breve alocución, ya clásica, de que la conversación iba a ser grabada y allí estaba Steve, con un perfecto español, para ayudarme. Y vaya que si lo hizo, rápida y eficazmente en un par de minutos tenía el problema solucionado y el libro en mi lector esperando comenzar su lectura.

Mi lector electrónico es un «Kindle» y la mejor opción para avituallarlo es comprar su alimento en la propia Amazon donde en un segundo lo tienes disponible en el aparato, sin problemas y sin líos. También se pueden comprar en otras distribuidoras, y de hecho lo he hecho, pero es engorroso andar transformando los libros del formato «epub» al «mobi» que es el acepta mi «Kindle». Se puede hacer, de hecho se hace, pero es como digo engorroso y lioso para las personas que no anden muy duchas en el manejo informático y que además no quieran dedicar un tiempo a hacerlo. Con paciencia y ganas se aprende a todo, pero no siempre estamos dispuestos a hacerlo.

Y ahí está el gran DILEMA que me asalta en los últimos días. Amazon deja poco de los impuestos por nuestras compras en España. Al parecer, como otras muchas multinacionales, utilizan recursos legales para tener sus sedes en otros países que les resultan económicamente más rentables. Claro, estos países estarán tan contentos. Es la globalización que nos rodea y nos persigue. La disyuntiva es la misma que si elegir el comprar las cosas en el tendero de la esquina, no siempre más caras, o en el gran hipermercado. La diferencia es la comodidad. Ya hablábamos de esto con más detalle en la entrada TIENDAS y es de difícil solución.