Buscar este blog

sábado, 13 de diciembre de 2014

CETOGÉNESIS



Esta semana se han cumplido dos meses desde que visité a una médico nutricionista. Lo hice por sugerencia de un médico amigo, Carlos, que insistía en darme sí o sí pastillas para el colesterol y ante mi negativa rotunda a tomarlas por mis experiencias personales negativas y diferentes cuestiones que ya expliqué hace unos meses, en agosto de 2014, y que pueden leerse en la entrada titulada  «COLESTEROL» de este blog. Añadiré que si no hubiera acudido con una recomendación suya, con mucha probabilidad nada de lo que ha ocurrido en estos dos meses hubiera tenido lugar.

Cuando uno lleva una «jartá» de años en este mundo y además nunca ha estado contento en sus relaciones con la báscula y ha realizado un enorme recorrido por el mundo de las dietas y la alimentación, puede caer en el error de creer que se las sabe todas y ha visto de todo. Sería imposible recordar las dietas y regímenes alimenticios con los que ha lidiado: peso ideal, de la sopa, de los astronautas, Dunkan, método Montignac, Atkins, de la grasa, disociada, del grupo sanguíneo, de la hora feliz, de la alcachofa, de la fruta, del carbono, acupuntura, de las xxxx calorías …y tantas y tantas otras cuya enumeración se antoja imposible. Pero siempre se puede descubrir una nueva.

Como digo, hace dos meses visité a una nutricionista y médico. Insisto en lo de médico porque creo que es importante, aunque no sea una garantía cien por cien fiable de que no nos vayan a timar ni podamos tener problemas, porque a los médicos también se les mueren los pacientes; quién crea que la medicina es una ciencia infalible o todos los médicos, por el hecho de serlo, son honrados, lo lleva claro.

Por adelantar un poco el final: mi peso hoy es DIECIOCHO KILOS y DOSCIENTOS GRAMOS menos que hace dos meses. Me encuentro perfectamente, con mucha energía mental aunque no tanto física, no pasando hambre física, aunque si mental, pues sigo pensando en esos huevos fritos con patatas y jamón serrano o ese arroz con leche que por el momento me están vedados. Todo llegará. El asunto ha sido la consecuencia de la observancia espartana de las indicaciones de la doctora. Tras verificar mi análisis de sangre y mi historia, su recomendación fue, sin dudarlo, la realización de una dieta cetogénica. En esencia y dicho rápidamente consiste en alimentarse únicamente de ciertas verduras y unos complementos vitamínicos especiales, que por cierto cuestan un riñón, aunque esto es matizable si se reflexiona un poco sobre ello, cosa que haremos más adelante. Los hidratos de carbono y los azúcares, inventos modernos que no se encontraban en la alimentación de nuestros ancestros, quedan absolutamente prohibidos en las primeras fases, lo que implica severas restricciones en verduras que yo creía inocuas tales como las judías verdes, alcachofas, pimientos rojos o tomates entre otras.

La idea es que el organismo entre en «cetosis», palabra ante la cual la mayoría de médicos y nutricionistas se alarman como si hubieran visto al mismísimo demonio. La cetosis tiene lugar tras dos o tres días sin ingerir carbohidratos, lo que tiene como resultado la minimización de la cantidad de glucosa presente en la sangre tras la ingesta. Con ello, el organismo no libera insulina y empieza a quemar la grasa almacenada como principal fuente de energía, con lo que se liberan cetonas al sistema circulatorio. Como ocurre con todo, hay todo tipo de opiniones sobre el asunto, desde estudios que sugieren es una condición poco saludable y peligrosa hasta quienes mantienen absolutamente lo contrario. Por mi experiencia personal, mencionaré algunas ventajas tras los días iniciales en los que el cuerpo se acostumbra al cambio: mejora del sueño, mayor energía mental, una cierta euforia, mayor flexibilidad corporal y bienestar psicológico intenso al vestirse por las mañanas y comprobar que la ropa es de unas cuantas tallas más o tenerse que comprar un sacabocados como el que se ve en la imagen para ir ajustando los agujeros del cinturón.

Según algunos autores…
...es un crimen desalentar el consumo de una dieta rica en grasas teniendo en cuenta que una dieta cetogénica reduce los tumores en modelos animales y humanos, y mejora la capacidad de resistencia de nuestro cerebro contra el estrés y la toxicidad.
Es indiscutible que una dieta cetogénica tiene efectos protectores en el cerebro. 
Desde entonces, se han registrado beneficios usando este tipo de dietas para el tratamiento de enfermedades como espasmos infantiles, epilepsia, autismo, tumores cerebrales, inflamación y dolor crónico, esquizofrenia, enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Lou Gehrig, depresión, apoplejía, traumatismo craneal, enfermedad de Parkinson, esclerosis lateral amiotrófica, hígado graso no alcohólico, migraña, trastornos del sueño, esquizofrenia, ansiedad, el TDAH [Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad], irritabilidad, enfermedad del ovario poliquístico, síndrome del intestino irritable, el reflujo gastroesofágico, obesidad, enfermedad cardiovascular, acné, diabetes de tipo 2, temblores, insuficiencia respiratoria y virtualmente todos los problemas neurológicos, también el cáncer, y las enfermedades en las que los tejidos necesitan recuperarse después de una pérdida de oxígeno. 
A estas alturas ya sabemos que la falta de glucosa no es ningún problema para el cerebro, y es más, podría beneficiarle.
Me esperan unos cuantos meses, posiblemente tres o cuatro más, de seguir con este sistema de comidas, que no dieta, que irá mejorando gradualmente a medida que avance, hasta conseguir la meta propuesta por la nutricionista y asumida por mí de perder treinta kilos. Los baremos ponderales del peso tienen muchas lecturas, ya que por mi estatura y para quedar en los límites superiores preconizados por las teorías del IMC debería perder un total de treinta y siete quilos, pero condiciones colaterales tales como mi estructura corporal y mi edad han hecho que ambos, de acuerdo, fijemos el tope de pérdida en este proceso en treinta, que ya está bien. Ahora cuando me acerco a veinte, todos mis (buenos) amigos y conocidos me dicen que estoy muy delgado y que ya está bien y es que todas las comparaciones con el estado anterior son odiosas.

Aunque solo me lo ha comentado por encima, su plan consta de cuatro fases, estando en estos momentos en la segunda, en la que con respecto a la primera solo se permite, en el almuerzo, tomar entre cien o ciento cincuenta gramos de proteína en forma de carne, pescado o ave. En la primera fase, que duró cuatro semanas, la pérdida efectiva de peso fue de once kilos y doscientos gramos. A medida que van pasando los días y como es lógico, la pérdida de peso va siendo cada vez menor y veremos cuando se produce el paso a la fase tres, última del plan trazado hasta alcanzar el peso propuesto y poder pasar a la fase de mantenimiento ya de por vida. Si uno no quiere comprobar en propias carnes lo ya experimentado en anterior ocasiones del efecto rebote, hay que plantearse un cambio efectivo en los hábitos alimenticios para no volver a las andadas jamás de los jamases.

Aquí queda esto para que cada cual investigue por su cuenta, como yo seguiré haciéndolo. Una página web que me ha resultado interesante entre las muchas consultadas es SOTT por la gran y actualizada información que contiene sobre diferentes aspectos como ciencia, tecnología, salud y otros. Sobre la dieta cetogénica el acceso directo a esa página se obtiene pinchando en este enlace.

Pero como lo prometido es deuda, hablemos de la parte de timo que nos puede parecer que tiene este asunto. El coste en euros de estos dos meses de los productos ha sido de algo más de cuatrocientos euros, unos cincuenta por semana. Mucho dinero así en principio, pero como en esta vida todo es relativo, tendríamos que ver las cantidades nos estamos gastando ahora en alimentación, y vicios añadiría yo. Realizando este sistema de comidas, a los más o menos cincuenta euros semanales solo hay que añadir la verdura de almuerzo y cena, ya que todo el resto de alimentación está incluido. Si estamos realizando trabajo de oficina, por ejemplo, y desayunamos y comemos fuera de casa cinco días a la semana… cincuenta euros semanales no es mucho e incluso inferior a lo que nos gastamos ahora. Lo único es que hay que ir a la oficina cargado con la tartera, cosa que ya hacen muchos laborantes hoy en día porque no les llega para ir al restaurante a comer el menú. Todo es relativo porque hay que tener en cuenta esas cervecitas, esos aperitivos y esos cubalibres que no nos tomamos porque la cetogénesis no nos lo permite, lo que también supone un ahorro que estamos invirtiendo en nuestra salud.
En tu alimentación, el huevo y la panceta son tus aliados, no tus enemigos. En pocas palabras, ¡permite que la grasa sea tu medicina y la medicina sea tu grasa!