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sábado, 19 de septiembre de 2015

PODCAST




Hace años que mi gran amigo Miguel Ángel lo practica en sus paseos matutinos y me viene hablando de ello. También lo ha hecho anteriormente mi cuñado Hermann y esta semana otro buen amigo, José María, ha incidido en el tema de los «podcast», otro universo de los que nos rodea, del que hemos oído hablar pero que no acabamos de viajar a él por falta de tiempo, interés o que simplemente no se dan las condiciones para que nuestras antenas se orienten para captar todo lo que puede ofrecernos un viaje a ese mundo.

Yo he sido de siempre un amante de la radio a la vez que he ignorado y sigo ignorando la televisión todo lo que me es posible. Aunque algunas personas, especialmente los jóvenes, son expertas en manipular los móviles al tiempo que ven la televisión, esta requiere una atención plena si de verdad quieres enterarte de lo que se cuece, pues numerosos detalles visuales acompañan a los sonoros en un conjunto armónico y necesario para seguir la historia que se cuenta. La radio, por el contrario, te permite estar escuchándola al tiempo que realizas otras tareas o disfrutas de otra actividad como puede ser pasear, hacer deporte o…conducir.

Pasé innumerables horas escuchando programas de radio cuando empleaba mi tiempo en largas sesiones vespertinas en mi laboratorio fotográfico mientras revelaba negativos o positivaba fotografías y también en mis pinitos como ebanista o carpintero aficionado en un pequeño taller improvisado que conseguía en mi garaje sacando el coche a la calle. La radio era una compañera fiel y llegué a dominar el dial y los horarios para escuchar numerosos programas interesantes o simplemente amenos. No podía faltar la radio al lado mientras me afanaba en mis tareas. Quizá fuera una continuación de una época de niño en la que no había todavía televisión y la radio presidía desde su repisa en el comedor de la casa de mis padres y acompañaba a la familia durante todo el día con el programa de los «Porretas» por la mañana, las novelas interminables que escuchaba mi abuela mientras remendaba nuestros pantalones en la mesa camilla al calor del brasero o, ya por las noches, con toda la familia escuchando algunos programas de los que únicamente recuerdo uno titulado «Ustedes son formidables" conducido por Alberto Oliveras.

En los años setenta, con aquellos radiocasetes que integraban radio y posibilidad de grabación en cinta, muchos días utilizaba un programador en el enchufe y dejaba preparado todo para que se encendiera el aparato a una hora determinada y grabara algún programa favorito que luego escuchaba en diferido cuando podía. La media docena de cintas de casete que tenía para este menester se grababan y regrababan una y otra vez de forma que era casi milagroso que tras varios meses y grabaciones se pudieran seguir escuchando.

Ahora todo ha cambiado para mejor. Los programas de radio se pueden oír a cualquier hora con solo conectarse a internet. Y no solo de emisoras de radio digamos oficiales, sino de numerosas alocuciones que solo se generan en el mundo de internet por personas desconocidas o no tanto, que al igual que otros juntamos palabras en un blog se dedican a hacerlo de forma sonora. Pero además de esto está el mundo de los «podcast», que pongo entre comillas porque no he logrado encontrar la correspondiente palabra en español que defina el asunto. Una consulta al fantástico mundo de la Fundeu dice que… «El uso de esa palabra (podcast) es correcto y su plural es invariable (los podcast). No hay equivalente en español.». Así que a partir de ahora la escribo sin comillas.

Y… ¿por qué ahora sí y antes no mi acceso a este universo de los podcast? Mi actual situación laboral me fuerza a desplazarme en automóvil una hora de ida y otra de vuelta. He intentado el transporte público para poder ir leyendo pero serían casi dos horas de ida y no menos de dos y cuarto de vuelta, lo cual es un horror a pesar de que podría leerme casi un libro diario según el tamaño. Al principio brujuleaba por las emisoras de radio que me acabaron hartando a los pocos días por sus repeticiones de noticias por las mañanas a la ida y por sus anuncios y la falta de interés por las tardes a la vuelta, con lo que el refugio estaba en escuchar música grabada. Pero una de las cosas maravillosas que tiene el coche es la posibilidad de conexión «bluetooth».


Hay numerosos gestores de podcast en el móvil que permiten descargar al mismo miles de programas interesantes de forma casi automática. Al llegar al coche, enciendo la radio del mismo, activo el «bluetooth» de mi teléfono y empiezo a escuchar cosas interesantes o que en principio pueden serlo. Si no me interesan, con pasar a la siguiente se soluciona el asunto. Ahora lo que viene es dar con un buen gestor de mis podcasts alojados en el teléfono de forma que todos los días laborables, al inicio de la mañana, disponga de dos horas de contenidos para llenar ese viaje que de alguna forma ha cobrado un nuevo interés y me recuerda otros tiempos. ¡Qué maravilla!