En
el argot popular se utiliza la expresión «meterse
en un charco» para referirse a iniciar alguna actividad cuyo fin no
alcanzamos a determinar pero que prevemos que va a conllevar una cierta
dificultad e incluso que puede no llegar a realizarse por mucho que nos lo
propongamos. Rescato aquí una de mis frases preferidas: «como no sabían que era imposible, lo hicieron». Los charcos, como
los fangos o las ciénagas, suelen estar turbios y no se ve el fondo, con lo que
entrar en ellos puede terminar en un simple mojado de los bajos del pantalón o una inmersión total.
La
mayoría de las personas cuando huele el cieno y salvo que sea perentorio para
ellas, elude el mancharse y como mucho busca ayuda en algún conocido, amigo o
amiguete, al que soltarle el problema y esperar la solución con las manos en
los bolsillos. En variadas ocasiones he sufrido esto con amigos que con el
pretexto de vernos e invitarme a una cerveza en su casa me ponían delante del
ordenador para comentarme cosas que no funcionaban o novedades de las que
habían oído hablar pero, claro, no entienden de esas cosas. Cuando me veo en
esta situación, la pregunta que les hago es invariable: ¿tienes algún amigo
mecánico, albañil, carpintero, fontanero o pintor? ¿Les invitas a tu casa a
tomar una cerveza para que te arreglen el coche, te cambien la bañera por un
plato de ducha, te hagan un mueble, te cambien un radiador o te pinten el
pasillo? Esto es, claro, una declaración de guerra pero tiene el trasfondo de
la valoración del trabajo y del tiempo de los demás. Es que como tu entiendes
más que yo de estas cosas… La vieja historia de que yo no quiero aprender a
pescar, prefiero que pesque otro que yo ya me comeré el pez.
La
capacidad humana de aprender es casi infinita. Desde que nacemos hasta que
morimos estamos aprendiendo día tras día, pero hay una palabra mágica
complementaria a esto del aprendizaje: INTERÉS,
o lo que es lo mismo, inclinación de nuestro ánimo a una cuestión. En función
de los logros que esperemos obtener, y también la necesidad que tengamos de los
mismos, nuestra dedicación será distinta. Es necesario también tener en cuenta
que nuestras anteriores exploraciones de temas relacionados, si las hemos tenido, nos habrán dotado de un bagaje que nos permitirá acometer con más
facilidad y más posibilidades nuevas tareas. Ahora ya no hago nada, pero tuve
mis tiempos de darle a fondo al bricolaje: una de las actividades que más me
gustaba era la carpintería-ebanistería. Compré herramientas adecuadas —la
estrella era una fresadora que aún conservo—, tenía sitio en el garaje y
pasaba mucho tiempo investigando, haciendo, rompiendo cosas… hasta llegar a
tener una cierta habilidad y terminar incluso muebles con una cierta
prestancia. Ello me llevó a no pocos sinsabores por el dicho aquel que reza «en comunidad no demuestres habilidad». A
más de un amigo le hice un completo laboratorio de fotografía y a otros
diversas estanterías y muebles auxiliares hasta que me cansé de poner mi tiempo
y mi dinero —a veces tenía que comprar herramientas o reponer las mías— y
empecé a perder amigos. Ahora me pasa casi lo mismo con los temas informáticos…
En
mi casa tengo un NAS, acrónimo de «Network attached storage» o sistema de almacenamiento
en red, destinado a contener fotos, vídeos y demás elementos multimedia de la
familia y que permite que desde cualquier ordenador conectado inalámbricamente
se puedan ver y utilizar sin tener que estarlos copiando. Una solución muy
versátil y práctica que implanté hace ya más de dos años y a la que todos los
miembros de la familia nos hemos acostumbrado y utilizamos cuando es menester.
A nadie se le oculta que en su día hubo que dedicarle tiempo al asunto pues un
NAS no es un aparato que se saca de la caja, se enchufa y ya está. ¿Es fácil o
difícil poner un NAS en tu vida? Pues como hemos comentado anteriormente,
depende del interés y las ganas que tengas de tenerlo y usarlo. No es que sea
complicado, siempre en función de los conocimientos anteriores de cada cual,
pero hay que administrarlo, «customizarlo» como también se dice aunque a mí me
gusta más personalizarlo, definir usuarios, definir la estructura de los
ficheros, copiarlos, establecer políticas de seguridad y copiado, etc. etc.
Nada complicado ahora para mí pero lo fue en sus inicios.
Pero
hete aquí que uno de los miembros de la familia está residiendo por un tiempo
fuera de casa. Se ha llevado su ordenador portátil pero, claro, al no estar en el
domicilio familiar, el NAS queda inalcanzable y las funcionalidades de las que
disfrutaba estando en casa le están vedadas. Así que hace un par de semanas la
pregunta fue ¿puedo acceder al NAS desde aquí? Lo primero que provocó en mí fue
una mueca de risa y una contestación de que lo miraría. No hay cosa peor que te
metan el dedo en el ojo para ponerte en marcha y empezar a funcionar.
No
han pasado dos semanas y tras muchas horas dedicadas creo que estoy en
condiciones de ofrecer una solución para que este familiar, y los demás
incluido yo, estemos donde estemos, podamos ver nuestros ficheros multimedia. No
ha sido un camino fácil y ha habido que dedicarle muchas horas, muchas pruebas
y una pequeña inversión monetaria. También hay que decir que no existe una
única solución, pues cuando inicias el camino surgen encrucijadas a cada paso;
algunas de ellas se exploran y se abandonan, se transita por otras, se retoman algunas
abandonadas y así poco a poco se van atisbando posibles soluciones además de
aprender muchas cosas nuevas que seguramente valdrán en el futuro para adoptar
otra solución (o para echar una mano a algún amiguete… jajaja).
Como
todo en esta vida, además de la dedicación personal están los medios de los que
se disponga y las ganas de inversión en nuevos cachivaches. En mi caso, una de
las mayores dificultades a resolver era el no desear tener el aparato
permanentemente encendido, sino contar con la posibilidad de encenderlo, usarlo
y apagarlo de forma remota esté donde esté. Mi aparato lo permite, pero no
todos tienen esta posibilidad por lo que pudiera haber sido necesario abandonar
el asunto o cambiar de NAS. Pero donde mayores dificultades he tenido ha sido
en la pelea con mi Router, que ya tiene más años que matusalén y aunque trabaja
a la perfección, determinadas funciones necesarias para esto del encendido y
acceso remoto estaban de aquella manera. Con mucho internet, mucha consulta al
dr. Google ese, mucha información leída, probada y desechada, he llegado a una
solución que funciona y me satisface por el momento. Un día de esta semana que
estaba en la universidad charlando con un amigo al que le gusta esto de las
nuevas tecnologías pero no se mete mucho, cuando saqué mi móvil del bolsillo,
encendí mi NAS y le enseñé las fotos de una excursión que habíamos hecho juntos
hace años, me preguntó: ¿Las llevas en el móvil? No hombre, no, es una historia
muy larga…
He
salido del charco, pero mojado y sucio. Me ha quedado claro que me tengo que
meter en uno nuevo: cambiar mi Router por uno más moderno que tenga
implementadas las funcionalidades que necesito y mayores posibilidades, pero
por el momento aparco esta posibilidad, aunque yo mismo me pregunto ¿cuánto
tiempo resistiré?