Si nos asomamos a cualquier navegador en un ordenador y
consultamos a Google con las palabras «comercio» y «local», recibiremos
multitud de información y también multitud de imágenes referidas al tema como
las que encabezan esta entrada del blog. He modernizado un poco el título
anteponiendo la letra «l» queriendo significar «local».
Si en algún momento nos planteamos hacer una reforma en
casa, de esas en las que intervienen varios oficios, podemos optar en principio
por dos acometidas iniciales básicas. Una de ellas es dirigirnos a alguna
empresa que se encargue totalmente del tema, dar las instrucciones concretas,
obtener un presupuesto, fijar unas condiciones, estimar una duración, darles la
llave y marcharnos de casa a la espera de que cuando volvamos a entrar esté
todo correcto y como los chorros del oro. Esto funciona porque conozco varios amigos
que han tomado esta opción, con empresas serias y solventes, y realmente han
quedado satisfechos, con alguna demora en la entrega eso sí y sin entrar en
consideraciones de costes y bolsillos. Y la segunda es por la que he optado yo en
estos días, cual es encargarte personalmente de contactar y coordinar a todos
los operarios, hacer acopio de los materiales y estar pendiente siguiendo
aquella máxima que dice que «el ojo del
amo engorda el caballo», que no siempre es cierta porque al final no dejas
de estar en manos de unos supuestos profesionales que son los que realizan el
trabajo.
Una vez tomada esta opción, en el asunto de los materiales
se abren nuevas posibilidades: compra por internet, grandes superficies o…
comercio local, tiendas de proximidad, tiendas del barrio o como queramos
denominarlo. Tras unas pequeñas disquisiciones y por aquello de ser sensible a
todas las razones esgrimidas por las imágenes comentadas, decidimos optar por
comprar en los comercios locales, eso sí, sin entrar en temas de comparaciones
de precios. En qué hora.
Empezaré diciendo que en alguna de las compras en la que no
habíamos dejado señal alguna, ante la demora y la falta de atención, optamos
por coger el coche, irnos a una gran superficie, elegir, comprar y volver a
casa con el material en el maletero y el asunto zanjado. Pero voy a comentar
otros dos sucedidos, uno de los cuáles finalizó ayer tras traernos de cabeza
unas semanas. Comentar que la obra a realizar consistía en cambiar la bañera
del cuarto de baño por un plato de ducha, que nos vamos haciendo mayores y hay
que minimizar, antes de que sea tarde, los riesgos de caídas.
Como digo, en un comercio local adquirimos el plato de la
ducha y los pavimentos y materiales necesarios. Cumplieron con una pequeña
demora en los plazos con casi todo pero una de las partes del pedido no llegaba
y el albañil tenía que comenzar a meter la piqueta, retirar la bañera y
alicatar los muros. En vista de que el material finalmente no iba a estar
disponible, la solución estuvo, como en el caso anterior, en coger el coche el día
previo al comienzo de la obra y dedicarnos a recorrer las grandes superficies
del ramo en los polígonos industriales de la periferia de la ciudad hasta
encontrar un material con el que, aunque no era exactamente lo que queríamos,
nos podríamos apañar con tal de no retrasar la obra. «A la fuerza ahorcan». ¡Viva el comercio local!
Y el otro caso ya es de juzgado de guardia, donde no he
acabado por los pelos. En una cristalería cercana encargamos una mampara para
la ducha lo más sencilla posible, tanto que es un simple cristal fijo, de
medida estándar y sin ninguna complicación. En vez de cristal debe ser oro
transparente por su precio, pero bueno, no vamos a cuestionarlo una vez que
hemos decidido dar a ganar unos eurillos al comerciante cercano. Para ponernos
en fechas, la solicitud se hizo el día veintinueve del mes pasado. Hay que
tener en cuenta que a pesar de que se trata de un cristal sencillo que no
requiere ningún tipo de ajuste, el tendero insistió en que tenía que ver el
sitio para hacerse una idea y que hasta que no lo viera no podría tramitar el
pedido. Quedamos para el lunes siguiente, tres de octubre pero un problema que
me surgió a mí hizo imposible la visita que tuvo lugar de forma efectiva el
miércoles cinco de octubre a las nueve de la mañana. Todo quedó conforme, el
pedido era firme y quedó constancia del mismo con la petición de una señal, la
famosa señal, de cien euros que aboné puntualmente en mi propio domicilio. Como
tengo por costumbre, le pregunté el plazo estimado de disponibilidad,
obteniendo por respuesta, como si fuera lo normal, una semana.
No había problema, estábamos en plazo, el albañil acabaría
la obra el domingo día nueve de octubre y a los tres días podría estar la
mampara colocada y toda la obra finalizada, pudiendo disfrutar en casa de
nuestro nuevo sistema de aseo personal. Pero hete aquí que ese día doce, cuando
se cumplía la semana estipulada, era festivo. Entendí, incauto de mí, que el
jueves trece o el viernes catorce a lo sumo estaría todo finiquitado, pero…, quía,
ni una palabra, ni una llamada, ni nada de nada. ¿Esto es lo que se conoce como
la atención personalizada que ofrece el comercio local?
Para evitar el teléfono y ya que estamos en ámbitos cercanos,
me desplacé personalmente a la tienda, donde no estaba el tendero y la
dependienta no sabía nada de nada. Supongo que debió de notarme bastante
ofuscado, porque tomó nota y se comprometió a que me llamaría a lo largo de la
tarde para comunicarme como estaba el tema. ¿Piensan Vds. que lo hizo? Atención
personalizada…
Me llamó, menos mal al día siguiente sábado día quince para
decirme que no estaba disponible la mampara y no voy a detenerme en dejar aquí
constancia de las razones peregrinas que esgrimió, que no se las cree ni él.
Ante mi insistencia de una nueva fecha me dijo que sin lugar a dudas el lunes
diecisiete o a lo más tardar el martes dieciocho estaría colocada. ¿Creen Vds.
que se cumplió el plazo?
No solo no se cumplió sino que ni una llamada de disculpa ni
nada. El jueves veinte, quince días después de un pedido en firme que tardaría
siete, decidí pasarme por la tienda a última hora, a ver qué cara ponía y que
disculpas esgrimía suponiendo que lo encontrara allí. Iba dispuesto a perder
los cien euros si no me los quería devolver a pesar de estar incumpliendo
claramente, coger el coche, irme a una gran superficie, comprarla, traerla,
ponerla yo y olvidar el asunto. Por fin me llamó anteayer y ayer sábado la
instaló, pero por el secado de la silicona empleado en los sellados no la podré
utilizar hasta hoy.
Sin comentarios adicionales acerca del comercio local. Al
menos cuando acabe estas líneas me podré duchar en mi nueva instalación.
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