Escribía, hace ya la friolera de ocho años, el siguiente
párrafo en la entrada titulada «PRECIOS-2» «…pues, ojo a esas creencias que tenemos por ahí dentro que nos llevan a
tomar decisiones equivocadas, partiendo de bases que no son correctas y que
hemos alojado en nuestro cerebro, sin tener mucho cuidado a la hora de darlas
por buenas». Esto hacía referencia al concepto que generalmente se tiene de
que los precios de los artículos en internet son más baratos que en una gran
superficie y por extensión todavía más que en un simple comercio de barrio o
que tengamos próximo a nuestro domicilio.
Últimamente estoy recuperando el gusto por escribir a mano.
Tanto tiempo y tantos años escribiendo en teclados y visionando lo escrito en
pantallas electrónicas, que el coger un bolígrafo, o mejor una pluma estilográfica si estoy en casa, me produce un cierto placer. Asisto a la universidad a
unas clases como las de toda la vida donde podría llevarme el ordenador o la
tableta para tomar los apuntes, pero prefiero el papel aún asumiendo que la
velocidad de escritura es menor y que con posterioridad voy a tener que
transcribir al ordenador las notas o cuando menos escanear los folios porque en
temas de archivado soy completamente alérgico al papel, pues ocupa mucho, y
todo es más localizable en un futuro si está convenientemente nombrado y almacenado
en un disco duro de ordenador.
Por facilidad y comodidad utilizo un rotulador de
punta fina con tinta muy fluida que me permite escribir con más rapidez que los
clásicos bolígrafos «Bic» o similares cuya tinta no se acababa nunca y que
sucumbían por pérdida o rotura. Para tomar mis notas llevo dos de colores negro
y rojo de la marca PILOT y con un 0,5 de calibre, que me permiten escribir
rápido con el negro mientras escucho al profesor y resaltar con el rojo alguna
cuestión especial que me resulte atractiva para indagar posteriormente. El
problema es que realmente se agota la tinta al cabo de unos cuantos folios de
notas, por las dos caras, que intentaré establecer en un futuro pero que ahora
me parece que puedo estimar alrededor de veinte, es decir, cuarenta caras de
notas.
En la propia universidad y en el servicio de fotocopias e
impresión hay una pequeña librería papelería donde se pueden adquirir estos
rotuladores entre otras muchas cosas comunes. He comprado allí algunos al
precio de 1,70 euros. No sabría determinar si son caros o baratos pero su
capacidad de escritura, en kilómetros, comparada con un clásico «Bic» es muy
limitada y por lo tanto sale a un coste relativamente alto.
Cerca de donde trabajo hay una gran superficie dedicada
exclusivamente a objetos de oficina y papelería. Esta semana me ha dado por
acercarme en el tiempo del desayuno con la única misión de comprobar el precio,
pensando que iba a ser mucho menor y que podría hacer acopio de media docena de
unidades para cubrir las necesidades hasta final de curso. ¡Sorpresa! Lo
primero es que no los venden en unidades sueltas sino en un blíster –palabra
que existe en el diccionario de la Real Academia de la Lengua y que significa «Envase para manufacturados pequeños que
consiste en un soporte de cartón o cartulina sobre el que va pegada una lámina
de plástico transparente con cavidades en las que se alojan los distintos
artículos»— con dos unidades, pero al precio de 4,50 euros, con lo que
cada unidad sale a 2,25 euros, es decir, algo más de un 32% más caro que el
servicio de la universidad. No es moco de pavo ese 32%.
Ya espoleado por la curiosidad, me acerqué a una papelería
cercana a mi domicilio y el precio estaba en 2,10 euros, un 23,5% más caro.
Comentando estas indagaciones en la cena familiar, mi hijo me dijo que también
los vendían «en los chinos», nombre
con el que se alude a esos comercios generalmente regentados por ciudadanos de
esa nacionalidad que abundan por todos lados y que están atiborrados de
artículos de todo tipo a unos precios supuestamente imbatibles. Allí que me fui
al día siguiente y pude comprobar con asombro el precio: 1,80 euros, cercano
pero todavía diez céntimos más que en el servicio de la universidad.
Estamos hablando de un artículo pequeño, a un precio
reducido, pero esto induce a pensar que esto de los precios es un galimatías y
que aunque no podamos mirar en setenta sitios para cada cosa que compremos, no
estaría de más de vez en cuando cuestionarse este asunto en nuestras compras
diarias o semanales. Generalmente tenemos más cuidado y miramos en varios
sitios los artículos cuya compra es más esporádica para ver de ahorrarnos unos
eurillos, y nos descuidamos, seguramente por comodidad, en la compra diaria con
lo que granito a granito vamos perdiendo posiblemente una buena cantidad al
cabo del mes que nos vendría bien para otros menesteres.
Esperemos que los responsables de establecer los precios en
el servicio de fotocopias e impresión de la universidad no lean esta entrada…