Con los cambios en los usos y costumbres
que han sido vertiginosos en los últimos años, nos hemos acostumbrado a que la
gran mayoría de productos que adquirimos vengan envasados. Esto facilita el
comercio, especialmente en las grandes superficies donde el comprador puede ver
y tocar casi todo antes de echarlo al carrito y llevárselo para casa. Atrás
quedaron otros tiempos en los que la gran mayoría de las cosas se vendían a
granel, como se comentaba en la entrada «ENVOLTORIOS» de este blog hace ya casi
una década.
Todo este asunto de los envases trae un
mundo a su alrededor. No se trata de empaquetar las cosas en cualquier embalaje,
porque la imagen lo es todo hoy en día. Por ello las empresas se esfuerzan e
invierten enormes sumas de dinero en hacer llegar sus productos a los
compradores en envoltorios atrayentes. Todo un mundo para el marketing y los
diseñadores. Todo esto tiene un coste no solo económico sino en una enorme
cantidad de desechos que producimos y que van a la basura; los esfuerzos por
reciclar esta montonera de residuos son arduos pero probablemente se requeriría
mucho menos esfuerzo si se incidiera en la no producción de los mismos.
Con todo este asunto y si no estamos ojo
avizor podemos estar perdiendo más dinero del que nos cuesta, no olvidemos que
lo pagamos nosotros, el envasado. Hay muchos casos y cada persona habrá anotado
los suyos, pero yo me quiero referir a modo de ejemplo a dos concretos.
La foto que acompaña a esta entrada muestra
un bote de plástico que contiene crema para la dureza de los pies. No importa
la marca porque este sistema boca-abajo se está imponiendo como una comodidad
en numerosas cremas y productos, no solo de aseo como pastas de dientes sino
también en alimentación como las mahonesas. Una pregunta que me hago es por qué
los envases, por lo general, no son transparentes. Hay excepciones, a las que
otorgo mi reconocimiento, como por ejemplo una conocida marca de kétchup a la que
cito por su transparencia: Heinz. La justificación en el uso de envases opacos está
basada en la conservación de los productos, especialmente en alimentación.
Pero volvamos a la crema de pie. Me he
molestado en cortar con un cúter el envase de un producto nuevo y he podido comprobar que en este caso y
en esta marca el interior está lleno de crema, pero con mucha probabilidad sea
debido a que te «regalan» 50 ml. En esta promoción, no creo que fabriquen
envases de tamaño diferente para su venta normalizada, por lo que deduzco que
cuando el contenido es el normal vendrá una porción llena de aire en lugar de
crema. Aunque esto no es lo peor: cuando utilizamos normalmente el producto,
llega un momento en que por mucho que apretemos no sale más, solo aire o
pequeñas gotas. Me imagino que la gran mayoría de los usuarios arrojarán el
continente a la basura sin saber que, en este caso, al menos una quinta parte,
un veinte por ciento, de contenido utilizable sigue en su interior. Ventajas
o realmente inconvenientes de este tipo de envases. Yo corto con un cúter el
envase y sigo disponiendo de crema hasta su completa finalización. No es ni
mucho menos una cantidad despreciable esa quinta parte.
Otro ejemplo es el de una conocida marca
de chocolate en polvo que lleva entre nosotros decenas de años y que cito como
propaganda negativa en este caso: Cola-Cao. Envases enormes, opacos, que cuando
son abiertos y nos asomamos a su interior constatamos que casi la mitad está
vacío, bueno, lleno de aire. A lo mejor es un poco exagerado hablar de la
mitad, pero casi, casi.
Podemos darnos un paseo por nuestras
neveras y despensas, mirando los envases con otros ojos. Y aunque no podremos
asomarnos al interior de muchos, si podemos hacerlo al abrirlos y ver cuánto de
aire y cuanto de contenido real hay en su interior.