La
empresa pública española Correos lleva ya unos cuantos años, algo más de tres
siglos, funcionando según puede verse en la información corporativa en este
enlace; en 1716 el rey Felipe V tomó la decisión convertir en Renta Real el servicio
postal, que pasó a ser responsabilidad del Estado. Hay que suponer que a lo
largo de estos años se ha ido modernizando y adaptando a una sociedad
cambiante, que en estos últimos años ha sido espectacular en materia de los
envíos.
Las
cartas postales entre particulares han debido desaparecer prácticamente sustituidas
por las comunicaciones directas de voz, los mensajes a través de mensajería
instantánea en los teléfonos inteligentes o el correo electrónico que cada vez
se usa menos entre particulares. En lo que a mí respecta, mis remisiones de
cartas con sobre y sello son casi inexistentes, porque lo único que mantengo es el
envío de cuatro felicitaciones de navidad a los amigos. Las respuestas
comerciales por correo a empresas han sido sustituidas por la inmediatez de la
red, con lo que aparte de las fechas navideñas no recuerdo haberme acercado
desde hace mucho tiempo a saludar ese «león» inmóvil con la boca abierta que
ejerce de buzón en muchas oficinas de Correos españolas.
No
se ha reducido el número de envíos, sino que ha derivado a otro tipo, como es
el de la paquetería. El desarrollo de las ventas a distancia en la red, que se
incrementa exponencialmente año tras año a medida que las plataformas son más
seguras y los usuarios van tomando confianza, deviene en el trasiego de una
montonera de paquetes desde las empresas distribuidoras a los compradores.
El
mundo de los servicios de mensajería hizo daño hace muchos años a Correos ya
que no supo adaptarse con celeridad, cuestión que ha ocurrido en otros
sectores; las empresas grandes, con conocimientos en el negocio y capacidad,
desdeñaron en sus comienzos las posibilidades de Internet alegando que los
usuarios requerían contacto físico en una oficina. Esto era quizá verdad en
otros tiempos por la edad de los clientes, pero ahora incluso muchos de los
mayores nos hemos puesto las pilas porque ven que esto es imparable y no queremos renunciar a las enormes posibilidades que conlleva. Un ejemplo, los grandes
bancos españoles tardaron muchos años en reaccionar para apostar por
plataformas online en la red. Como digo, tenían conocimientos del negocio,
capacidad económica, potencial corporativo, pero se dejaron comer un gran trozo
del pastel por nuevos bancos como Uno-E e Ing-Direct. Ahora ya prácticamente no
hay diferencia en la capacidad de los servicios que ofrecen unos y otros, pero el trozo de tarta que perdieron ahí queda.
Intento
en primera instancia la compra directa en establecimientos convencionales, pero
no siempre es posible y cuando se trata de ir a la red, reconozco me he vuelto
cómodo, mi primera opción es Amazon. Desde hace muchos años cuando compraba
directamente en Estados Unidos a la actualidad tras su implantación en España,
me han venido demostrando que funcionan, no solo en lo que llega a buen término
sino cuando hay problemas. Ya he reflejado en este blog diversas vicisitudes y
sucedidos con esta empresa que pueden localizarse utilizando el buscador.
Pero
no siempre Amazon es la solución. Mi hija necesitaba unas cremas especiales que
utilizó con muy buenos resultados cuando estuvo un tiempo en Estados Unidos. Se
trajo una buena provisión, pero todo se acaba terminando. La solución estaba en
comprarlas a distancia en una nueva plataforma, lo que supone un punto de
inseguridad por desconocimiento. Revisé cuidadosamente las características de
la plataforma, las condiciones de pago, el sistema de envío y … me decidí. Una
cuestión que para mí es fundamental en el envío es que se haga a través de una
empresa de mensajería que disponga de un código de seguimiento, «tracking» en
inglés, que permita seguir paso a paso por dónde anda el paquete. Esto supone
por lo general un coste adicional en el envío, pero no estoy dispuesto a
confiar en la suerte, que los diferentes servicios que intervienen cumpla su
función y el paquete llegue finalmente a mis manos.
Pero
siempre puede surgir la sorpresa. Resulta que, en este caso, el envío con
seguimiento a través de la empresa DHL era solo desde EE.UU. a España. Llegado
a España, DHL lo entregaba a CORREOS que se encargaba del reparto final. Nuevo
sistema, novedad para mí. Como puede verse en las imágenes, el envío sale de
Estados Unidos el 13 de febrero de 2018 y en los registros de DHL, y por lo
tanto de la empresa remitente, figura como entregado el 21 de febrero de 2018.
Pero… ¿Qué pasa con el segundo tramo responsabilidad de Correos? La respuesta
es... ¡el limbo!
Tengo
que aclarar que el destino final es un Apartado de Correos, en una oficina
física, lo que reduce la posibilidad de que el cartero lo deje encima del buzón
y algún vecino o visitante se lo lleve. Dejé pasar un tiempo más que
prudencial, un mes, y a mediados de marzo inicié la reclamación por el paquete
no recibido. La empresa que remite el paquete me dijo lo que yo ya sabía, que
el paquete estaba entregado en España a Correos y ya la responsabilidad no era
suya. Personado en la oficina de Correos, no sabían nada de nada, no me podían informar, ya que no hay número de seguimiento en Correos, que también dispone de
esa funcionalidad pero no para este caso concreto.
Dí
por perdidos los algo más de veinte euros que me habían costado las cremas de
mi hija y tomé nota de no hacer encargos en esta empresa en el futuro y además
tener cuidado con este tipo de envío con dos «transportadores» en los que uno
no tiene posibilidad de seguimiento.
Pero,
a mediados de esta semana, el martes 2 de abril de 2018, en una visita rutinaria
a mi apartado en la oficina de Correos me encuentro el paquete que ya daba por
perdido. Correos lo recibió en Barajas, Madrid, el 21 de febrero y ha tardado
más de un mes en efectuar la entrega. Todo esto figura en las etiquetas
adheridas al paquete que pueden verse en la imagen.
Como
dice mi buen amigo Miguel Ángel, todo es susceptible de mejorar. No dudamos de
que mejorará, pero tampoco dudamos de que aparecerán nuevos métodos que
conllevarán nuevos problemas que habrá que solucionar. Es la rueda de la
Historia; nuestros ancestros hace doce mil años no tenían problemas cuando eran
cazadores porque no se enviaban paquetes de unos clanes a otros. El progreso acarrea
sus inconvenientes que hay que ir solucionando.