Con el tiempo nos vamos acostumbrando a las mentirijillas y lo que en unos momentos no parece tener importancia, con el paso del tiempo va adquiriendo proporciones que ya no son tan asumibles. Decía, o se le atribuye haberlo dicho, un siniestro general nazi, de cuyo nombre me acuerdo pero no quiero escribir, que «una mentira repetida mil veces se convierte en verdad».
Algunos recordarán ciertas prácticas que se asumían con respecto a las barras de pan en los años setenta del siglo pasado. El precio del pan por kilogramo de peso estaba fijado por el gobierno y eso podía comprobarse en el momento final, el de la compra. Era muy difícil que «todas» las barras que salían del horno tuvieran el mismo peso y pocos clientes hacían pesar sus compras: se fiaban del tendero. Pero hubo un momento en que había que subir el precio del pan, un alimento básico para la población en aquellos años y eso estaba muy mal visto. El truco que se empleó fue una sisa autorizada: la barra de pan costaba lo mismo —parecía que no había subido de precio— pero el peso, autorizado o consentido, era inferior. No te subo el precio, pero te doy menos cantidad, lo mismo me da que me da lo mismo.
Esas prácticas se han seguido realizando, bien de forma autorizada o digamos consentida como fraudulenta. Basta recordar antaño el truco de algunas gasolineras que como no podían alterar el precio de los combustibles lo que hacían era darte por un litro algunos decilitros de menos: una subida encubierta y más ganancias para el cajón. ¿quién de nosotros ha ido a una gasolinera y ha exigido lo que está en su derecho de comprobar si un surtidor suministra litros «de verdad»? Y recuerdo un fraude electrónico en que, como todo hoy en día es «por ordenador», el empleado disponía de un interruptor para alterar momentáneamente las cantidades en servicio. Si venía un inspector o algún cliente «tocapelotas» quería verificar, con darle al interruptor que estaba bajo la caja registradora todo revertía a la normalidad.
De sisas también se hablan en otros menesteres como la confección o los impuestos, pero respecto del asunto que nos ocupa, el diccionario define «sisa» de forma un poco pacata: «Parte que se defrauda o se hurta, especialmente en la compra diaria de comestibles y otras cosas», pero al buen entendedor pocas palabras bastan. Como ya decía nuestro insigne Baltasar Gracián, «más valen quintaesencias que fárragos», o lo que es parecido «lo bueno si breve, dos veces bueno». Me quedo con lo que se defrauda porque no quiero llegar a pensar en lo que se hurta, que suena muy fuerte. En otros diccionarios no oficiales se añaden significados como descontar o escamotear que van en la misma dirección: te venden una cantidad, pero realmente te dan otra.
La unidad de medida informática de almacenamiento conocida como terabyte está perfecta y académicamente definida, incluso en el propio diccionario oficial de la Real Academia, que se la coge, como si dijéramos, con papel de fumar: «Unidad que equivale, aproximadamente, a un billón (240) de bytes. (Símb. Tb)». No entiendo, y me escama, por qué el diccionario añade, misteriosamente, lo de «aproximadamente», porque en cuestiones matemáticas puras no cabe lo de aproximadamente. Para no aburrir al personal, todos estos galimatías vienen de que, en el mundo de los ordenadores, que trabajan con notaciones binarias y potencias de dos, lo que normalmente serían 1000 unidades en este mundillo son 1024.
Resumiendo: 5 terabytes es lo que nos están vendiendo en el disco duro portátil que podemos ver en la imagen, pero es engañoso. Cuando recibimos el disco y lo conectamos al ordenador, lo que estamos recibiendo realmente son 4,54 Tb., es decir, nos están sisando más de un 9%.
Compramos 5 Tb y recibimos en realidad 4,54 Tb. en este disco duro. Y esto es así, admitido, desde el principio de los tiempos en almacenamiento de ordenadores personales, pues similar tejemaneje se produce en pendrives, tarjetas de memoria o discos duros. Como he comentado, es el resultado de «confundir» la unidad de medida 1024 que se debería utilizar con la realmente utilizada, que es 1000.
Esto lleva ocurriendo desde hace ya más de una veintena de años y ninguno hemos puesto el grito en el cielo. Nos han ido metiendo la mentirijilla con archiperres de poca capacidad, y muy poca sisa, y ahora que la cosa va creciendo está tomando proporciones preocupantes. En términos comerciales y académicamente hablando, si compro 5 Tb. quiero recibir 5 Tb. y no 4,54 Tb. reales. Casi medio terabyte es una enormidad muy enorme y que probablemente me obligue a comprar más almacenamiento —otro disco— si lo que tenía previsto alojar en él no me cabe.
No sé si esto es un tema que podría servir de caldo de cultivo a abogados y gentes de leyes para interponer una demanda a las casas fabricantes de dispositivos de almacenamiento, porque todas que yo sepa se han apuntado a estos cálculos y sisas. Se han instalado en la comodidad de la mentira repetida gran número de veces y ahí estamos. Pero nada es verdad o mentira, todo depende del color del cristal con que se mira o, en este caso, de la regla con la que medimos: en unidades de 1000 los fabricantes y de 1024 nosotros y nuestros ordenadores.