Hay escritores que, como los buenos vinos, están siempre descansando en la bodega con la seguridad de que en algún momento serán rescatados, verán la luz y harán el deleite de quién se acerque a ellos. Uno de los míos, escritor, es Antonio Muñoz Molina, premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2013 (entre otros muchos premios) y del que tengo una relación de 23 libros —seguro que tiene alguno más— a los que acudo de forma intermitente, a sorbos, para deleitarme con sus contenidos. El último leído hace un par de meses ha sido «Tus pasos en la escalera», un recorrido por las ciudades de Nueva York y Lisboa que casi te obliga a visitarlas.
Pero acercarse a un libro requiere un tiempo y una dedicación. Por suerte, este escritor se prodiga en artículos más cortos que yo encuentro en el diario «El País». Utilizando su buscador se puede encontrar el reguero de artículos que a lo largo de muchos años han ido viendo la luz en las páginas del diario. Es verdad que hay que estar registrado para leer los artículos completos, pero no cuesta nada y merece mucho la pena. Por lo menos a mí.
Como buen coleccionista, cuando aparece alguno no solo lo leo de forma rápida sino que lo salvo en un documento acumulativo temporal, con la auto obligación impuesta de hacer una lectura concienzuda más adelante antes de su archivo definitivo. Esta semana me tocaba releer pausadamente los artículos del pasado mes de abril — cinco artículos publicados en abril de 2021—cuando me he topado con este que pueden ver en la imagen que acompaña a esta entrada.
Aunque la vida transcurre a toda velocidad, hay que recordar que el artículo fue publicado el 23 de abril de 2021, fecha en la que los ciudadanos de la Comunidad de Madrid estaban inmersos en una campaña electoral que culminó el pasado 4 de mayo de 2021. Me llama la atención, y por eso quiero resaltarlo aquí, el subtítulo del artículo «No hay libertad sin salud, sin una escuela digna, sin trabajo, sin una red protectora contra los reveses de la vida».
Lo he venido comentando a lo largo de muchas entradas de este blog. Una cosa es el marketing y la publicidad y otra muy diferente es la vida real. Los políticos, en sus campañas, saben que no pueden referirse a hechos y datos concretos de la vida de los ciudadanos porque se desmontarían el chiringuito ellos mismos. Conceptos concretos como trabajo, vivienda, sanidad, educación están muy alejados de sus soflamas que con intencional criterio dirigen a cuestiones más etéreas como las emociones: «libertad» proclamaba ese partido político que podemos ver en la imagen.
En el artículo se puede encontrar una referencia a Sócrates, que se asombraba de la abundancia de cosas en un mercado de Atenas, manifestando: «Cuántas cosas hay que yo no necesito». Es verdad que hay muchas cosas superfluas, pero las aludidas por el escritor en su subtítulo no lo son, porque son básicas para llevar una vida digna que permita tener unas bases para poder plantearse alimentar el espítiru, en sus muchas posibilidades: haciendo cursillos de humanidades, aprendiendo paleografía o incluso llenando los campos de fútbol siguiendo a su equipo.
No nos distraigamos con la faramalla y esa actitud faramallera de nuestros políticos y dirigentes, esos que deberían velar por nosotros pero lo hacen primariamente por sus intereses y ya no queda nada para después. Faramalla es una charla artificiosa encaminada a engañar —y confundir añadiría yo—, aludiendo a farfollas, cosas de mucha apariencia y poca entidad que obnubilan al ciudadano de a pie y le confunden para que se fíe de sus emociones y no recuerde los hechos vitales.