Buscar este blog

sábado, 13 de noviembre de 2021

INFURCIÓN


Estamos literalmente lo que se dice cosidos a impuestos. Las maquinarias que nos dirigen y malgobiernan necesitan cada día más, porque nunca se plantean lo que en algún momento debería ser lo lógico: una reducción de gastos. Las administraciones —locales, autonómicas, nacionales y europeas— han crecido exponencialmente y cada día necesitan más parné para alimentarse, lo que se consigue… aumentando los impuestos, bien los que ya existen o… creando otros nuevos, ¡no les falta imaginación!

En este blog he hablado de una pasión descubierta por mí en los últimos años: la Historia. Repetiré, de nuevo, aún a riesgo de ser pesado, un párrafo que ya figura en este blog:

«Aquellos que no quieren aprender de la historia están   condenados a repetirla». Esta frase, que encierra mucha enjundia, fue concebida por George Santayana, seudónimo de Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás, filósofo, ensayista, poeta y novelista de la primera mitad del siglo pasado. Luego ha habido muchas variaciones y acepciones de la misma, incluso llegando a aparecer en algunos sitios como un refrán, aludiendo a los errores que se han repetido y se repetirán por no echar un vistazo atrás y valorar y aprender lo ocurrido en épocas anteriores. Conocer y entender la historia de la humanidad es un hecho básico para saber cómo hemos llegado a la actualidad y de forma un tanto adivinatoria tratar de intuir lo que va a ocurrir a continuación, cual si nos convirtiéramos en adivinos y consultáramos una hipotética bola de cristal.

En este año de 2021 se cumplen quinientos del hecho que se conoce como la «Revuelta de los Comuneros». Bueno, conocerse, lo que se dice conocerse, se conoce poco o nada, porque nos hemos limitado a un par de hechos como son la derrota de los comuneros en la Batalla de Villalar y el posterior ajusticiamiento de (algunos de) sus líderes, Bravo, Padilla y Maldonado. Y la cosa tiene mucha más enjundia: ¿cómo y porqué se llegó a esa batalla? (tras otras muchas). Está claro que la historia la escriben los vencedores, especialmente en aquellos años, con lo que lo que se refleja es una visión parcial, muy buena de los «buenos» (vencedores) y muy mala de los «malos» (perdedores).

Una manera de remediar por mi parte una completa falta de desconocimiento sobre estos hechos, es haberme apuntado al magnífico curso monográfico de la Universidad Carlos III de Madrid que está teniendo lugar este cuatrimestre, titulado «V Centenario de la Guerra de las Comunidades. La construcción del poder legislativo». Pasado mañana, lunes 15 de noviembre de 2021, disfrutaremos de la séptima sesión de las quince programadas bajo la batuta del profesor Eduardo Juárez Valero, un historiador y magnífico maestro con gran facilidad para generar en sus alumnos pasión por la historia contándola con pelos y señales de modo ameno.

Como he adelantado, las cosas no ocurren de buenas a primeras, de un día para otro y porque sí. La «revuelta», en realidad una verdadera «revolución», se produjo por causas que nadie menciona y que se están desgranando en clase para permitirnos comprender como unos cuantos desharrapados campesinos liderados por algunos hijosdalgo e incluso algún noble llegaron a plantar cara al rey Carlos I que quería llegar demasiado lejos en sus aspiraciones europeas, para lo que hacía falta, antes y ahora, dineros. Por cierto, todos tenemos in mente aquella fecha de 1789, en la que tuvo lugar la Revolución Francesa, que parece que fue la primera en la Historia, cuestión nada más lejos de la realidad si concedemos el título de «Revolución» a esta de las Comunidades Españolas. Además, otra revolución, la de Estados Unidos, ocurrió antes que la francesa, en 1765. Pero la Historia es más cómo nos la cuentan que como realmente ocurrió… ¿Conocemos el asunto de la Leyenda Negra? ¿Conocemos quién fue Blas de Lezo?

En aquella época de primeros del siglo XVI existían los impuestos, muchos impuestos. En el curso el profesor nos ha detallado los existentes; reproduzco a continuación los ordinarios…

Por APROVECHAMIENTO: alfarda, herbaje, montazgo, pontazgo, primicias, terrazgo, alhondigaje, infurción, banalidades, …

Por EXENCIÓN: fonsadera, apellido, anubda, aposentamiento, …

Por PRIVILEGIO: diezmo, tercias reales, luctuosa, cena, chapín de la reina, …

Por ACTIVIDAD: alcabala, sisa, portazgo, cuatropea, sextaferia, almojarifazgo,  

Vamos, que el asunto de los impuestos ya es viejo. Y por si fueran pocos, cuando el rey necesitó más dineros para sus aspiraciones europeas, convocó las Cortes y pretendió vaciar más los depauperados bolsillos de sus vasallos. Nunca hay una única causa, pero la suma de muchas llega a colmar el vaso.

Todos estos impuestos ordinarios llaman la atención, por su nombre o por su función. Pero me he quedado con uno de ellos para titular esta entrada: «Infurción». Según reza el diccionario y nos explicó el profesor se trata del «tributo que en dinero o especie se pagaba al señor de un lugar por razón del solar de las casas». ¿Nos suena? Ha pasado el tiempo, ha cambiado de nombre, pero el impuesto sigue en nuestros días como uno de tantos con el nombre de «IBI», Impuesto sobre Bienes Inmuebles. Un impuesto cuya evolución en los últimos años ha presentado unos altibajos, más bien «alti» que «baji», porque está basado en parámetros (valores catastrales actualizados, tipos impositivos…) que manejan los alcaldes y que han supuesto unos incrementos descomunales en los últimos tiempos.

No es cuestión de entrar en números. Compré mi casa actual hace treinta años y tengo anotados los importes por la casa, y aparte por el garaje, de todos estos años, anotando al lado los porcentajes de subida oficial del coste de la vida comparado con la subida que ha supuesto cada anualidad del impuesto. Cuando no se puede hacer nada, lo mejor es no preocuparse, no tomar notas, agachar la cabeza y pagar. Pero hace quinientos años los comuneros no agacharon la cabeza y se levantaron en armas contra su rey…