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domingo, 23 de abril de 2023

ANCIANOS

Haciendo una paráfrasis del título de una película ya con una cierta antigüedad, podríamos decir que «este mundo (actual) no es para ancianos». La película en concreto, del 2007 y muy recomendable, se titula «No es país para viejos».

Es sabido que cuando uno está sensible a ciertos temas, la atención tiende a focalizarse con más intensidad en ellos. El ejemplo clásico es que cuando estamos embarazados y salimos a la calle, captamos con más intensidad todo lo relacionado con el embarazo y el mundo de los niños. Cualquier mujer embarazada o cualquier carrito de niño llama poderosamente nuestra atención y nos preguntamos cómo hay tantos y que desapercibidos pasaban anteriormente para nosotros.

Será que me estoy haciendo mayor y ciertas noticias y hechos llaman con más intensidad mi atención. Es por hacer caso a aquel refrán que reza «cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar». Pues eso, que tenemos a nuestro alrededor cientos de ejemplos cada día de lo que nos espera a la vuelta ya de pocos años porque la cosa no tiene pintas de mejorar sino todo lo contrario.

Mi madre estuvo en una residencia de ancianos durante 14 años. Al principio por necesidad y posteriormente por voluntad propia. El frecuentar el mundo de las residencias de ancianos durante 14 años te puede hacer una idea de lo que significa y eso que hay muchos tipos de residencias, mejor o peor gestionadas, pero que a la postre están bajo el paraguas de intereses económicos. Las noticias en estos últimos días de la comida basura en algunas residencias de la Comunidad de Madrid ante la inanición de las autoridades llaman la atención, más poderosamente a los directamente implicados y a sus familiares que al resto del mundo que posiblemente ni se lo crea o lo soslaye con «eso no va conmigo». Por no hablar de las directrices de no mandar a hospitales a los ancianos al principio de la pandemia de COVID dictadas por la Comunidad de Madrid que costó la vida a muchos ancianos, amén del abandono que sufrieron en las residencias.

Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, el 20,1% de los españoles (más de nueve millones, uno de cada cinco) tienen 65 años o más. Este porcentaje aumentará en los próximos años: se calcula que en 2030 rondará el 30%. Para la Organización de las Naciones Unidas, el envejecimiento poblacional implica una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI.

El deambular por la calle y por la vida nos muestra ejemplos palmarios de cómo están las cosas para los mayores en estos momentos, lo que nos debería a todos poner las pilas para paliar estos hechos ofensivos y vejatorios a los más mayores por interés propio y al resto de la sociedad por la vergüenza que supone el abandono de nuestros mayores. Solo hay que fijarse un poco en los ejemplos que a diario nos rodean…

Para una persona no-anciana, el término «libreta» o «cartilla» de la noticia que encabeza esta entrada resultará anacrónico acostumbrados como nos han a no tener nada tangible y consultar el saldo y los movimientos de nuestras cuentas bancarias en el móvil. Pero muchos ancianos no «llegan» a esto y utilizan su libreta para tener una constancia escrita de sus saldos y movimientos bancarios. Por no hablar, si seguimos en el mundo bancario, de los cierres de oficinas, especialmente en la llamada «España vaciada» poniendo a los más mayores en situaciones vergonzantes.

El mundo de internet es muy lejano para muchos de ellos. Algunos nos defendemos, ahora, pero las cosas se complican cada vez más y podemos sufrir dentro de unos años lo que nuestros más mayores sufren ahora. Por ejemplo, las relaciones con la Agencia Tributaria ya son, casi todas, a través del mundo de internet. Las citas telefónicas son un problema y te dicen que utilices la página web. Ejemplos puros y duros y variados de la que se nos viene encima.

Tenemos que ser conscientes, casi desde nuestro nacimiento de que la vida es efímera y tiene un final. Hoy en día la esperanza de vida crece sin parar, pero no lo hace de forma paralela la calidad de vida. Por ello, es necesario tomar conciencia personal y sentar las bases que nos permitan lidiar con el día a día evitando convertirnos en «YO-YAS»: yo ya no estoy para estas cosas, yo ya no entiendo este mundillo, yo ya no puedo…

…se empieza a sentir la soledad, el abandono, se pierden algunas aptitudes, facultades que de alguna manera hacen sentir útiles e importantes a las personas. Además, comienzan a salir todos los problemas en la salud —achaques— asociados a la misma edad...

Lo peor de todo es la pérdida de la dignidad y respeto que sufren en algunos casos, demasiado frecuentes por desgracia. Como digo, multitud de ejemplos vicarios en la vida diaria: en la cola de caja del supermercado, en subirse o bajarse del autobús, en un cajero automático, sacar las entradas del teatro, en el Centro de Salud u hospital… Se impone, por egoísmo personal, un envejecimiento activo que palíe o cuando menos minimice los problemas que se nos van a venir encima, ojo, tanto los físicos como los mentales. Y cuando la vida ya no merezca la pena y no nos levantemos con la suficiente vitalidad para tener algo que nos motive, no estaría de más ir considerando el asunto de la eutanasia.