Buscar este blog

domingo, 24 de marzo de 2024

CD

Los que ya vamos cargando con algunos años en nuestras espaldas, hemos visto en estos últimos y acelerados tiempos aparecer y (casi) desaparecer archiperres por el vertiginoso desarrollo de las tecnologías. Hay varios de estos casos, pero como se puede deducir de la imagen que preside esta entrada me quiero hoy referir al CD —Compact Disc o Disco Compacto—. No trasteo mucho con ellos, pero el último que ha aparecido en mi vida me ha supuesto una avería informática en mi ordenador de las gordas.

Ataño todo el mundo andaba a la pelea con los platos tocadiscos, aquellos platos giratorios en los que colocábamos nuestros discos de vinilo —sencillos o LP’s—. Estos discos eran delicados, frágiles y no precisamente eternos: había que disponer en el giradiscos de un buen brazo con peso muy equilibrado de forma que la aguja lectora del cabezal que recorría los surcos los estropeara lo menos posible. Guardo en algún sitio de mi trastero una docena de aquellos discos, de forma testimonial porque lo único que puedo hacer con ellos en mirarlos y toquetearlos para recordar sensaciones pasadas. Creo que ha vuelto la afición por este tipo de discos de vinilo.

A principios de los años ochenta del siglo pasado, si mis recuerdos no me traicionan, empezó a aparecer en el mercado una alternativa, mucho más segura y sin prácticamente desgaste: los CD’s. Se acabaron los platos, brazos y agujas y solo se trataba de poner el CD en la bandeja o introducirlo por la ranura. El lector se ocupaba de todo y el desgaste era prácticamente nulo. En los primeros momentos los melómanos más exquisitos decían que había diferencia, que no se conseguían sonidos tan puros como con los anteriores vinilos. Yo, que para esto de la música tengo orejas en lugar de oídos, no notaba diferencia y la comodidad se imponía.

Empezaron a quedar relegados los vinilos al ser sustituidos por los polimetilmetacrilatos que además tenían la ventaja de ocupar mucho menos espacio en las estanterías. Una música por la que ya habíamos pagado y que volvíamos a adquirir de nuevo por aquello del cambio del continente: mismo contenido, distinto continente. Con el tiempo, los CD’s no solo eran musicales, sino que el mundo de los ordenadores y la digitalización de contenidos empezaron a utilizarlos para guardar datos, programas, películas y, entre otras cosas, enciclopedias —nunca olvidaré los muchos y placenteros momentos pasados con la ENCARTA—. Su espacio empezaba a ser muy limitado y fue entonces cuando aparecieron los DVD’s en los que «entraban» al principio algo más de seis CD’s. Luego hubo otros formatos. Pero sigamos con el CD.

En los primeros momentos, el formato musical en el CD’s era «WAV», un formato sin compresión. Pero pronto apareció el formato «MP3» un formato comprimido que se ha hecho hueco en el mercado y ya es admitido por prácticamente todos los reproductores, teléfonos móviles incluídos. Hay varios niveles de compresión y según ellos la calidad se verá afectada, pero si no somos cicateros podremos tener una calidad aceptable en muy poco espacio. Con ello, hace ya muchos años acometí la tarea de digitalizar todos los CD’s que a lo largo de los años se habían acumulado en mis estanterías, guardarlos en el disco duro conectado al amplificador y con ello no solo ahorrar espacio sino la comodidad que supone seleccionar desde el sofá cualquier CD’s en una pantalla y comenzar a disfrutar de su escucha. Los discos originales andarán en una caja por el trastero, así como el reproductor que hace ya muchos años que no utilizo.

Muy contados CD’s aparecen ya en mi vida, ya que lo que adquiero lo hago en digital. Pero todavía alguno, musical, anda por ahí. Esta semana, en una charla sobre notación musical, el ponente nos regaló uno a los asistentes con una misa cantada en gregoriano del siglo XVI. Se imponía, como con todos los anteriores, digitalizarlo para incorporarlo al repositorio en el disco duro y el propio CD físico regalarlo o llevarlo al trastero junto con los demás.

La primera en la frente: seis ordenadores en casa entre los fijos y portátiles y ninguno de ellos tiene ya lector de CD-DVD. No es muy caro el aparatito, pero hubo que ir a la tienda a comprar un lector portátil conectable al ordenador vía USB. Solventado este problema de hardware vino el de software que ya fue morrocotudo y del que todavía no he salido totalmente.

«Ripear», españolización del término en inglés «rip», es el proceso de copiar o convertir la información de un soporte multimedia (como un CD, DVD, HD DVD o Blu-ray) a otro soporte de datos digital como un disco. En mi caso se trataba de extraer el contenido del CD musical a ficheros en formato «MP3». Para ello hace falta un programa en el ordenador que realice la operación.

En 2010 se utilizaban los CD’s y DVD’s con profusión para música, datos, películas, fotos, etc. etc. En aquel año yo compré un programa maravilloso llamado ROXÍO, que he venido utilizando sin actualizar hasta esta semana en que me armó una que para qué. Tengo en mi ordenador desde hace un par de meses la última versión del «ventanas», la 11. Instalo el ROXÍO sin aparentemente ningún problema y cuando me pide que reinicie el ordenador… que si quieres arroz Catalina, el ordenador que no arranca de ninguna manera ni forma. Algo en ese programa ROXÍO de 2010 que ha estado funcionando en todos los Windows hasta el 10 incluido, al Windows 11, como diría un castizo, me lo ha matao. Nunca podría suponer que pasara esto; lo suyo es que no se hubiera podido instalar dada su antigüedad o que incluso instalado no hubiera funcionado adecuadamente, pero que me despotorrase el PC dejándolo inoperativo… Me voy apañando con el portátil mientras parto de cero en el fijo y teniendo en cuenta el haber borrado el ROXÍO para siempre. Buscaré uno de los muchos gratuitos y libres para ripear el CD con los cantos gregorianos que hasta el momento no he podido escuchar.

Semana Santa que comienza para mí de «Pasión», teniendo que recuperar desde cero un PC que había puesto en marcha hace unos meses, diciembre de 2023, y que ya fue un «Calvario» como relaté en la entrada «TRASPASO». A repetir la «Penitencia» tocan.