Buscar este blog

domingo, 28 de diciembre de 2025

MASIFICACIÓN

 

Llegadas estas fechas señaladas de finales de un año y comienzo del siguiente, tienen lugar eventos que se repiten y que pudieran ser considerados como clásicos. Cada localidad tiene sus manifestaciones, tanto de índole religiosa como laica. Son momentos de alegría, quizá también de algunos días de asueto para aprovechar a visitar a familiares o hacer algunas vacaciones. Nunca olvidaré el fin de año de 1981 pasado en San Petersburgo, que entonces se llamaba de otra manera, con una temperatura de 24 grados bajo cero. Hubo paseo nocturno en trineo tirado por renos. Para no olvidar.

En mi paraíso particular hay muchos actos programados por el ayuntamiento, asociaciones y comunidades. Hoy me voy a referir a dos de ellos a los que me gusta asistir anulmente pero que cada vez se está poniendo más díficil. Vaya por delante que este año, aún intentándolo, no he podido asistir a ninguno de los dos. Es de suponer que tiene que haber alguna solución pero estos eventos culturales por mor de ser gratuitos y haber alcanzado un considerable nivel, se han masificado de tal manera que es muy costoso acceder a ellos, y no estoy hablando de dinero pues insisto en que son gratuitos.

Uno de ellos está protagonizado por un coro local: Coral Cantoría, un grupo dirigido por Román Clemente que traspasa lo meramente aficionado y prodiga sus actuaciones por toda la geografía nacional con algunas intervenciones en el extranjero. Este concierto tuvo lugar en Real Coliseo de Carlos III de San Lorenzo de El Escorial, Madrid. Aunque en el anuncio del ayuntamiento ponía «entrada libre hasta completar el aforo», con toda lógica había que proveerse de localidades que estaban disponibles en taquilla de forma gratuita y limitada desde unos días antes, si bien en unos horarios reducidos. Cuando accedí a la taquilla, se ve que no lo hice con la suficiente antelación, las localidades estaban agotadas. Concierto de 2025 perdido. Habrá que ser más previsor al año que viene.

El segundo caso me dolió más. Se trataba del clásico concierto de Navidad de la Escolanía en el incomparable marco de la Basílica del Monasterio de El Escorial. Un martes a las 20:00 horas. Aquí si que era oficial y al pie de la letra lo de «Entrada libre hasta completar el aforo». Más información en este enlace a la página web de Patrimonio Nacional. Como comentario, este mismo concierto se impartió en la sala Fernán Gómez del Teatro Cultural de la Villa (de Madrid) con entradas a 18 euros como para cualquier otro espectáculo pero que también se agotaron. ¡Masificación! Pero, claro, no es lo mismo tener que pagar unos euros, tener que desplazarse a Madrid y no vamos a establecer comparaciones, que son odiosas, entre un teatro y la Basílica del Monasterio.

Como preveía el tumulto que se iba a formar, llegué a las 19:12 a la puerta del Monasterio. Hacía un frío que pelaba y todavía me quedé más helado al ver la hilera de personas que querían asistir y que puede apreciarse en la fotografía que encabeza esta entrada. Una cola ni mucho menos en filia india sino a mogollón. ¿Cúal es el aforo del Monasterio? Supongo que al final entrarían todos, de pie, sentados en los bancos o en el propio suelo. Yo sopesé el pasar un buen rato hasta acceder y… desistí, me fui a casita a leer. Concierto perdido. Eso sí, al año que viene… ¿A qué hora hay que ponerse en la hilera?

Y además, en este tipo de situaciones es de aplicación la frase atribuída a aquel famoso político: «España es una gran nación y los españoles muy españoles y mucho españoles». La picaresca florece en estas situaciones en las que cada uno se busca la vida como puede. Aquello de otra famosa frase que decía «Aquí todo el mundo va a lo suyo, menos yo, que voy a lo mío». Hay alguna más, pero voy a relatar aquí dos que se observan en estos actos. 

Quién más quién menos tiene «conocidos» en la cola. Cuando se va aproximando tira de teléfono móvil con una pregunta: ¿Dónde estáis? Pero sin ninguna intención, no vayamos a pensar que los que «están» tienen un sitio guardado. Somos muy de «guardar el sitio». De hecho cuando consigues entrar en la Basílica, los bancos aparecen llenos de abrigos, bolsos, bufandas y demás prendas reservando sitios para los que vendrán, hayan esperado la cola o no.

Otro hecho curioso es relativo a los bancos reservados a las autoridades y personalidades relevantes. Generalmente se trata de una reserva generosa de plazas en previsión de que no falten sitios, pero cuando empieza el acto no se han cubierto todas las plazas. El personal encargado retira los carteles de «reservado» y los avispados, que conocen esto y merodean por las cercanías, se lanzan codo en ristre a hacerse con uno de estos asientos tan privilegiados.

No vamos a hablar de que en un pueblo nos conocemos (casi) todos y tenemos nuestros contactos, unos mejores y otros peores, En el caso de este concierto no se pueden obtener localidades por anticipado. Pero sí que se puede, conociendo a alguien, entrar con antelación o por otra puerta, que el monasterio tiene muchas.