Esperando hace unos días la llegada del tren a la estación de Torrelavega, en Cantabria, me fijé en el reloj de la estación. Un reloj con el aspecto de llevar muchos años marcando el tiempo atrajo mi atención por los números de la corona principal, que como se puede ver en la foto son “romanos”. Curiosamente, la segunda corona son cifras “árabes”, las que usamos normalmente.
Recordé las instrucciones y reglas que aprendimos en el colegio, no recuerdo el curso porque han pasado ya muchos
años, acerca de cómo construir los números romanos y se me antojó que el número cuatro del reloj estaba mal escrito siendo su notación correcta “IV”. Mi teoría se reafirmó en esos momentos al ver la regla correctamente aplicada en el caso el número “9”, anteponiendo “I” a “X”.
Así quedó la cosa pero cuál sería mi sorpresa al entrar al día siguiente en un restaurante y ver en la pared un reloj de propaganda de una conocidísima marca de refrescos, que también estaba construido con números romanos y presentaba la misma notación, “IIII” en lugar de la que yo suponía como correcta “IV”. Desde ese día me persiguen los relojes con numeración romana, o es que yo me fijo más en ellos, llegando ayer a ver uno en una mercería realizado manualmente en punto de cruz y que curiosamente también presentaba la misma notación así como un anuncio en una revista de uno de pulsera con idéntica apariencia.
No ha quedado más remedio que investigar lo que para mí era novedoso y extraño. Un acceso a internet ha revelado un montón de información sobre el asunto, lo que quiere decir que el tema no es nuevo y se ha hablado mucho y escrito sobre ello.
Aunque hay algunas opiniones divergentes, académicamente y siguiendo las reglas, el número árabe “4” se escribe como “IV” en la notación romana. Pero se aventuran algunas teorías, entre las que he sacado las siguientes, para justificar el porqué esta licencia en la construcción de los relojes:
- IV representa al dios romano Júpiter, por lo que se consideraba una especie de irreverencia y se sustituyó por IIII.
- Dado que el número VIII que figura en la parte opuesta de la corona del reloj tiene una amplitud física considerable, por razones de simetría visual se consideró utilizar IIII y que no quedara la imagen descompensada.
- Un relojero suizo entregó un reloj que su soberano le había encargado, pero cometió el error de representar el número 4 como IIII y no usando el IV. El monarca, indignado, hizo ejecutar al desafortunado artesano, y desde ese momento, a modo de protesta y homenaje, todos sus colegas comenzaron a usar el IIII en vez de IV (tomado de Wikipedia).
- Parece ser que al principio los propios romanos adoptaron el sistema de sus antecesores etruscos, conocido como método aditivo, en el lo correcto era “IIII” para “4” y “VIIII” para “9”, si bien luego pasaron al definitivo conocido como método sustractivo.
- El Rey Luis XIV de Francia, al parecer de forma caprichosa, ordenó a sus relojeros que lo hicieran así y esa costumbre ha permanecido.
Probablemente existan algunas teorías más y serán o no ciertas como estas que hemos comentado. Pero lo que es un hecho es que gran parte de los relojes siguen esa norma. Hay uno muy famoso que ha optado por poner los números romanos “como Dios manda”: el Big Ben que preside el parlamento londinense y cuya fotografía está en la parte inferior.
La numeración romana es engorrosa de leer y utilizar, mucho más si lo que queremos es realizar operaciones matemáticas. No contempla el cero y no admite la representación de grandes cantidades, teniendo que utilizar tildes al estilo de la “eñe” cuando queremos escribir grandes cantidades. Y aquí grandes son los números superiores al 3899.
Sin embargo la numeración romana ha llegado hasta nuestros días, no solo por los muchos monumentos que se conservan de esa época sino porque es costumbre utilizarla para la numeración de reyes y papas, en obras de teatro o en los capítulos de los libros… además de en los relojes.
Según escribía esto he recordado un reloj que regalaron hace años cuando me despedí en una empresa tras casi veinte años en ella. Le utilizo poco, solo en ocasiones señaladas, ya que es muy bonito y sencillo. Lo curioso del caso es que la numeración está realizada con números romanos y tiene su correspondiente “IIII”. Y yo sin darme cuenta.
Recordé las instrucciones y reglas que aprendimos en el colegio, no recuerdo el curso porque han pasado ya muchos
años, acerca de cómo construir los números romanos y se me antojó que el número cuatro del reloj estaba mal escrito siendo su notación correcta “IV”. Mi teoría se reafirmó en esos momentos al ver la regla correctamente aplicada en el caso el número “9”, anteponiendo “I” a “X”.
Así quedó la cosa pero cuál sería mi sorpresa al entrar al día siguiente en un restaurante y ver en la pared un reloj de propaganda de una conocidísima marca de refrescos, que también estaba construido con números romanos y presentaba la misma notación, “IIII” en lugar de la que yo suponía como correcta “IV”. Desde ese día me persiguen los relojes con numeración romana, o es que yo me fijo más en ellos, llegando ayer a ver uno en una mercería realizado manualmente en punto de cruz y que curiosamente también presentaba la misma notación así como un anuncio en una revista de uno de pulsera con idéntica apariencia.
No ha quedado más remedio que investigar lo que para mí era novedoso y extraño. Un acceso a internet ha revelado un montón de información sobre el asunto, lo que quiere decir que el tema no es nuevo y se ha hablado mucho y escrito sobre ello.
Aunque hay algunas opiniones divergentes, académicamente y siguiendo las reglas, el número árabe “4” se escribe como “IV” en la notación romana. Pero se aventuran algunas teorías, entre las que he sacado las siguientes, para justificar el porqué esta licencia en la construcción de los relojes:
- IV representa al dios romano Júpiter, por lo que se consideraba una especie de irreverencia y se sustituyó por IIII.
- Dado que el número VIII que figura en la parte opuesta de la corona del reloj tiene una amplitud física considerable, por razones de simetría visual se consideró utilizar IIII y que no quedara la imagen descompensada.
- Un relojero suizo entregó un reloj que su soberano le había encargado, pero cometió el error de representar el número 4 como IIII y no usando el IV. El monarca, indignado, hizo ejecutar al desafortunado artesano, y desde ese momento, a modo de protesta y homenaje, todos sus colegas comenzaron a usar el IIII en vez de IV (tomado de Wikipedia).
- Parece ser que al principio los propios romanos adoptaron el sistema de sus antecesores etruscos, conocido como método aditivo, en el lo correcto era “IIII” para “4” y “VIIII” para “9”, si bien luego pasaron al definitivo conocido como método sustractivo.
- El Rey Luis XIV de Francia, al parecer de forma caprichosa, ordenó a sus relojeros que lo hicieran así y esa costumbre ha permanecido.
Probablemente existan algunas teorías más y serán o no ciertas como estas que hemos comentado. Pero lo que es un hecho es que gran parte de los relojes siguen esa norma. Hay uno muy famoso que ha optado por poner los números romanos “como Dios manda”: el Big Ben que preside el parlamento londinense y cuya fotografía está en la parte inferior.
La numeración romana es engorrosa de leer y utilizar, mucho más si lo que queremos es realizar operaciones matemáticas. No contempla el cero y no admite la representación de grandes cantidades, teniendo que utilizar tildes al estilo de la “eñe” cuando queremos escribir grandes cantidades. Y aquí grandes son los números superiores al 3899.
Sin embargo la numeración romana ha llegado hasta nuestros días, no solo por los muchos monumentos que se conservan de esa época sino porque es costumbre utilizarla para la numeración de reyes y papas, en obras de teatro o en los capítulos de los libros… además de en los relojes.
Según escribía esto he recordado un reloj que regalaron hace años cuando me despedí en una empresa tras casi veinte años en ella. Le utilizo poco, solo en ocasiones señaladas, ya que es muy bonito y sencillo. Lo curioso del caso es que la numeración está realizada con números romanos y tiene su correspondiente “IIII”. Y yo sin darme cuenta.