Hace ya bastantes años que en España empezó a sonar el término “mileurista” para designar a aquellos trabajadores cuyo salario rondaba los mil euros al mes. De hecho el concepto está incorporado a la Wikipedia donde podemos leer que Carolina Alguacil lo empleó en una carta dirigida al diario El País y que se titulaba “Yo soy mileurista”. Corría agosto de 2005 y en los casi siete años que han transcurrido el término no solo no ha perdido vigor sino que se ha afianzado, debido a la gran cantidad de laborantes que han engrosado sus filas.
Hace unos años pertenecer a este selecto grupo era parejo a ser objeto de comentarios tales como “que sueldo más miserable”, “que vergüenza”, “son unos explotadores”, “como te las apañas” y lindezas por el estilo. Con el paso del tiempo y un poco en clave de humor los chascarrillos han pasado a “vaya suerte que tienes”, “como te lo montas”, “quien pudiera”. “lo que daría yo por un sueldo así”, ”eres un privilegiado”. No solo eso, sino que un nuevo término empieza a circular: “nimileurista” para designar a los que ya ni llegan ni siquiera se acercan a los mil euros de sueldo mensual.
Abierta la veda de generar nuevos términos podemos hablar de “milloneurista” para designar a los que se llevan a casita un millón de euros al mes. Parece una cantidad desorbitada, galáctica como se diría en términos futbolísticos, donde por cierto hay varios que engrosan las filas de este selecto grupo. Pero el comentario en este blog viene por la noticia publicada esta semana acerca de los sueldos, los oficiales, de algunos directivos de empresas, entre los que se encuentran algunas como
bantanter o
timofónica que remuneran a sus dirigentes con más de once y de diez millones respectivamente. Sesudos dirigentes cuya productividad merece un sueldo casi mil veces superior a la de sus empleados y que no dudan en lanzar continuos mensajes acerca de la congelación de los salarios para mejorar la economía. Con esos sueldos ya se pueden permitir que les congelen sus emolumentos, o incluso que se los bajen, como ha hecho, o ha intentado hacer, nuestro reciente gobierno con los dirigentes de algunos bancos intervenidos.
Y es que yo me pregunto cómo es posible que un dirigente profesional que cobraba, oficialmente insisto, por encima de dos millones de euros anuales permita que un gobierno de políticos que no saben nada de nada le reduzca su salario a unos míseros seiscientos mil euros. Cualquier profesional de valía pondría el puesto a disposición y saldría por la puerta con la cabeza bien alta, salvo que se dé alguna circunstancia que desconozcamos, como por ejemplo que se lo va a seguir llevando igual en otros conceptos más o menos camuflados o que realmente de por buenos los años transcurridos a razón de dos coma tres y esté dispuesto a seguir a razón de cero coma seis. La economía esta en la que estamos inmersos es un proceso fagocitario que necesita estar en marcha continuamente so pena de resultar gravemente herida. Producir, vender, usar, tirar y así en una rueda sin fin aunque desde un punto de vista de sostenibilidad y de futuro sea una verdadera locura, pero ¿quién piensa en el futuro? “Carpe diem", el futuro no existe.
Y para expresar esto nada mejor que el siguiente escrito, publicado hace pocos días y que se expande por los canales de internet a toda velocidad. Su título: “Yo aviso”. Su autor, Carlos Gorostiza, sintetiza con un lenguaje claro y directo el sentir de muchos ciudadanos, incluso aquellos a los que la crisis no les ha afectado directamente.
Aviso a Seat, Renault, Vw, Ford, Opel… de que he reparado mi viejo coche y que ya he descartado completamente cambiarlo.
Aviso al BBVA, Santander, La Caixa, Kutxa…de que he renunciado a aquella compra que tenía pensada y que no necesitaré ya pedir ningún crédito.
Aviso a Bimbo, Danone, Nestlé, Campofrío, Henkel, Fairy, Ariel… de que me he convertido en un experto en marcas blancas, que son las únicas que llenan ahora mi carro.
Aviso a El Corte Inglés, Inditex, Cortefiel, Hispanitas….de que ya solo compro ropa en outlets o en rebajas. Ah! y que conozco todas las modistas de arreglos de mi barrio.
Aviso a Cepsa, BP, Repsol, Shell, Petronor, Avia… de que me acostumbré a conducir despacio cuando la limitación a 110 y que ahora paso de largo por muchas gasolineras. Y, por supuesto, en los viajes largos uso el bus.
Aviso a Prisa, Vocento, Mediapro, Mediaset, Euskaltel y Movistar que la TV de pago ni siquiera la tengo como opción y que he descubierto que se vive perfectamente sin comprar todos los días todos los periódicos.
Aviso a las cadenas Barceló, Sol, Zenith, Meliá… de que ya he reservado plaza en un camping para este verano en lugar del hotel de playa de los pasados años.
Soy un privilegiado. Tengo un buen sueldo, excelente en comparación con el de la mayoría de mis amigos, así que estas decisiones no son nada comparadas con las que, sí o sí, han de tomar ellos y otros muchos millones de consumidores. Porque -señores- no olviden que austeridad es NO COMPRAR.
Quienes hoy aplauden entusiasmados esta reforma laboral que precariza los empleos, que expulsa a la clase media del mercado, que destroza la esperanza de los jóvenes más preparados que miran al extranjero como hicieron sus abuelos, mejor harían en no recalentarse las manos con tanta ovación porque tal vez las necesiten para cavar con ellas la tumba de los negocios que hasta ahora les hicieron ricos.
Quien paga sueldos nimileuristas no puede ser tan tonto como para creer que el resto de empresas no harán lo mismo que él y que, por lo tanto, al cabo no habrá consumidores capaces de comprar lo que él tanto necesita vender. Es obvio. Falta solo saber cuánto tardarán en darse cuenta y a cuánta gente habrán destrozado para entonces.
Aviso de que mi huelga particular empezó antes del 29 y que se prolongará mucho después. ¿Y la de usted?