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lunes, 26 de marzo de 2012

PROBIDAD



No por esperado resulta menos sorprendente el nivel de apriete de tuerca que los trabajadores en España están sufriendo en estos últimos meses desde la aprobación del decreto conocido como “Reforma Laboral”. Menuda reforma. Si algunos se levantaran de su tumba asistirían asombrados a los estragos que esta ley está suponiendo día a día en los trabajadores. Cuando un político se llena la boca de decir por activa y pasiva lo que pretende, un pensador frío y calculador debe deducir inmediatamente todo lo contrario, si es que quiere acertar. Una ley para favorecer los contratos que permite un despido casi libre y sobre todo muy barato, y lo que es peor, sin ningún tipo de control, lo único que puede traer son eso, despidos. Tontos serían los empresarios si no aprovecharan estos vientos para descargarse de trabajadores incómodos o simplemente con derechos adquiridos que, independientemente de sus conocimientos y su probidad, honradez, en el trabajo, representan una amenaza por sus trienios y sus derechos acumulados. Se ha abierto la veda, vamos todos de caza.

Y es que en estos días y hablando en primera persona, dos buenos amigos de mi entorno se han visto de patitas en la calle, con independencia de que sus empresas vayan bien o mal, aprovechando la coyuntura. Personas con larga trayectoria en sus empresas, de decenas de años y que de pronto se encuentran en la tesitura de buscar trabajo, cosa difícil en estos días por no decir imposible, salvo que uno renuncie hasta sus principios más profundos y se venda al mejor y cualquier postor por un puñado de euros, realizando las tareas más insospechadas y sin rechistar.

Un correo cruzado con un amigo, cuyo nombre no revelaré para no delatarle, por suerte para él conservando su trabajo todavía, se revela como esclarecedor. Lo reproduzco fielmente a continuación, no tiene desperdicio:

Pero, por desgracia, no me pilla por sorpresa porque estoy viéndolo en directo cada día que voy a trabajar. Es una pasada lo qué está pasando. Cada vez que voy a trabajar me encuentro con varias "sorpresitas" nuevas. Están despidiendo a compañeros míos de forma masiva. Soy consciente de que cualquier día me toca a mí. Además, los motivos son de lo más surrealista. De nada sirve ya hacer bien tu trabajo, cumplir tus objetivos, ser responsable, tratar bien a los clientes, preocuparte por la mercancía, etc. Ahora, por cualquier motivo insignificante y absurdo, ya estás despedido. Hay un miedo generalizado en el ambiente y así no se puede trabajar. Pero, lo peor de todo, es que no está en nuestras manos evitar los despidos. Hagas lo que hagas, si te toca te ha tocado. Estamos completamente indefensos ante tal situación. Y no estoy exagerando. No te puedes imaginar lo qué es aquello. Y me imagino que así será en la mayoría de las empresas. Las amenazas son descaradas y la situación se está haciendo cada día más insostenible. Y nosotros completamente desprotegidos, con la única esperanza de que sea otro y no tú el siguiente. Pero bueno, esperemos que la cosa cambie, aunque, sin ánimo de ser pesimista, veo el panorama con mala pinta. Cambiando de tema, ¿qué tal estás?. Yo bien, aunque un poquillo desanimado por todo lo comentado.

En mi primer trabajo hace ya muchos años, como administrativo en una oficina en la que estaba empleado mi padre, hace ya muchos años, se me inculcaron esos valores que se han comentado. Hacer bien tu trabajo, ser honrado, velar por los intereses de la empresa, en suma, aquello que se resume en lo de “portarte bien” y “no dar guerra”. No sé si estos planteamientos de sostienen hoy en día en la selva en que se ha convertido el mundo laboral, donde se hace y deshace sin ningún control, con criterios cambiantes y donde los intereses económicos priman sobre todo lo demás y el trabajo y el servicio, tanto interno en las empresas como de cara a sus clientes, importa un comino. Así nos va. Las principales empresas del país son con las que más cuidado hay que tener porque en lugar de dar ejemplo se dedican a buscar triquiñuelas para masacrar a sus empleados y engañar a sus clientes. Y para que quede claro me estoy refiriendo a empresas de telefonía, bancos y eléctricas entre otras. Con semejante ejemplo, que queremos.

Las pocas cosas, los pocos derechos, que se han ido consiguiendo a lo largo de muchos años y mucho sufrimiento, han caído derrumbados en poco tiempo, meses, cual castillo de naipes bajo el soplido de una suave brisa. Y ahora costará mucho recuperarlos, porque ya sabemos que cuando dentro de algunos años las cosas vayan bien, nadie se acordará de estos recortes. ¿O es que en estos años anteriores en que se flotaba en la abundancia alguien ha compartido las ganancias? Pues es aquello de las ganancias privativas y las pérdidas socializadas.