A lo largo de diferentes entradas en este blog he venido manteniendo mi particular teoría acerca de como las empresas, sobre todo las grandes empresas, parecen haber tomado la senda de una política sino de engaños si de medias verdades que nos llevan a ser desconfiados por sistema en todas nuestras relaciones con ellas.
Desde que me puse al volante por primera vez he realizado miles de kilómetros por carreteras de España y de Europa, y algunos al otro lado del charco y nunca hasta el año pasado había utilizado un navegador de coche, de esos que ahora se les conoce de forma genérica por el nombre de la marca más conocida de las que los fabrican. Y como voy a hablar de ella, no demasiado bien, no tardo ni un segundo más en mencionar su nombre: TomTom.
Y es que claro, antes no existían esos aparatitos, ni siquiera el famoso Google Maps, por lo que la única solución era proveerse de planos y mapas en papel y echarle un rato en estudiar el viaje, ver las rutas, planos de las ciudades y sitios de interés, en fin, preparar con antelación los desplazamientos, más que nada porque los mapas no hablaban y tampoco se podían ir mirando mientras se conducía, cosa que hacemos ahora y que supone una cierta distracción. Recuerdo a principios de los años ochenta haber entrado con el coche hasta el corazón de ciudades como París, Oslo, Estocolmo, Munich, Viena, Budapest, o Atenas, por citar algunas de las que me vienen a la memoria, sin más ayuda que los mapas en papel.
El año pasado y con motivo de un viaje en coche por Escocia, mi buen amigo Manolo se empeñó y consiguió que me llevara su navegador cargadito hasta los topes con las carreteras de ese país. Tengo que reconocer que la experiencia fue un éxito y el aparatito nos llevó con precisión a todos los sitios que le pedimos, alguno de ellos en medio del campo y a los que se accedía por caminos que no se podían calificar sensu stricto de carreteras.
A la vuelta, y con motivo de mi cumpleaños, mi mujer tuvo la “feliz” idea de regalarme un cacharrito de esos. A pesar de que mi buen amigo Manolo nos había dicho “que con tarjeta, siempre con tarjeta”, mi mujer se dirigió a esos grandes almacenes que tienen de todo y que te devuelven el dinero si no estás satisfecho, y me compró uno de los de gama alta, el GO LIVE 820, con un precio de 229 euros. “Me ha dicho el dependiente que trae de todo lo traíble, mapas de toda Europa, manos libres para el móvil, conexión a internet…”
Como todo lo que se mueve hoy en día en el terreno de la electrónica, hay que conectarlo al ordenador para actualizarlo y manejarlo. Ahí surgieron mis primeros problemas. Mi ordenador tiene como sistema operativo un Windows 7 de 64 bits y ni por activa ni por pasiva conseguí conectar el TomTom, que se quedaba literalmente tonto, valga la no redundancia. Tras varios correos electrónicos con el soporte técnico, de esos que parecen un verdadero diálogo de besugos y en los que notas que te están tratando como si fueras un bobo integral, me reconocieron que “por el momento” no tenían disponible la versión de 64 bits. Creo que ahora ya lo está, pero yo opté por manejar el cachivache en el ordenador de mi hijo, que sigue con su Windows XP de 32 bits tan campante. La primera en la frente, una empresa tan seria y tan grande que no disponga de la versión de su actualizador para un sistema operativo que llevaba ya dos años en el mercado era cuando menos descorazonador.
Periódicamente conecto el achiperre al ordenador hasta que me dice que lo tengo actualizado. Pero desde hace un tiempo, al encender el cacharro en el coche, me sale un mensaje diciendo que mis mapas tienen diez meses de antigüedad y que es conveniente actualizarlos. ¿Cómo es posible si el ordenador me dice que lo tengo todo al día? Los servicios de actualización, según le dijeron a mi mujer cuando se lo vendieron eran gratuitos durante el primer año, luego habría que renovarlos pagando una cuota de forma anual. Como no me cuadraba la cosa, nuevo correo al soporte técnico, que en un par de ocasiones me salen con lo mismo y que se resume en lo de siempre y que Vds. ya me entienden: apagar y encender.
Ante mi insistencia en que lo de apagar y encender no era la solución, recibo el correo esclarecedor que reproduzco a continuación. Me he permitido resaltar en negrita un par de frases. Resulta que tengo derecho durante 4 años a descargar lo que ya tengo pero ...
Disculpe la confusión. Usted tiene derecho durante 4 años a la descarga de la versión 8.75 del mapa de Europa, pero no a la actualización de este mapa.
Usted también tiene derecho a un año de servicios LIVE a partir del día en que encendió su dispositivo por primera vez. Estos servicios incluyen HD traffic, radares de tráfico móviles, búsqueda local con Google, LIVE QuickGPSfix y tiempo, para todos los paises en los que estos servicios están disponibles. Sin embargo, en los servicios LIVE no están incluidas las actualizaciones de mapa.
Los servicios “LIVE” suponen una conexión permanente a internet que te avisa hasta si una hormiga está cruzando la carretera más adelante o el tiempo que hará en el destino cuando llegues, amén de atascos y sugerencias de caminos alternativos. Precioso, funcional, práctico y moderno. Pero lo fundamental en un navegador son los mapas. Pues resulta que en el año inicial de servicios gratuitos NO ESTAN INCLUIDOS los mapas. ¿Se puede creer alguien esto? Hasta el propio empleado de TomTom no se lo podía creer, como aclara al principio del correo pidiéndome disculpas por la confusión.
Solo como un dato, y se puede ver en la imagen de más abajo, la actualización del mapa que trae el aparato, que es el de Europa completa, cuesta solo 70 euros, mientras que la actualización del mismo durante un año, cuatro supuestas actualizaciones, cuesta 64 euros porque me hacen un descuento. A esto habría que añadir otros 60 euros anuales por seguir teniendo activos los servicios LIVE, vamos que estamos hablando de 120 euros al año sumando las dos cosas para mantener el chisme plenamente operativo.
Pues como se dice ahora,
VA A SER QUE NO, señores. Me parece una “pasta gansa” que no me voy a gastar. Por convicción y por sentirme engañado. Como alternativa me dedicaré en cuerpo y alma a hablar con mi amigo Google y consultarle que hay por ahí sobre el tema de los mapas, ya me entienden. Nada hay imposible en este mundillo y seguro que otros han pasado por ello. Y si no seré yo el primero. ¡Ay, si hubiéramos hecho caso al amigo Manolo y lo hubiéramos cambiado por otro de tarjeta! Otro gallo nos cantaría.
Parece que tengo imán. Será eso, que las empresas no me “engañan”, soy yo que me “confundo”. Mucho ojo a la letra pequeña y si no se lee, a veces es mejor confiar en los débiles, que lo tienen más difícil y “confunden” bastante menos.