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domingo, 1 de julio de 2012

BANKIA



Quién le iba a decir al Padre Piquer, aquel que por aquellos años de 1702 fundara el Monte de Piedad de Madrid, que tras trescientos años de andadura de “su” institución, unos cuantos dirigentes y políticos con otras miras e intereses muy diferentes a las suyas iban a dar al traste con su obra. En 1838 se constituyó lo que sería Caja de Ahorros como adición al monte, con lo que desde esa fecha la entidad se conoció con el nombre de Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, siendo el símbolo del ahorro de muchas generaciones de madrileños, amén de una empresa que, aun siendo financiera, colaboraba de forma espléndida en montones de obras sociales y culturales. Dado que no existían accionistas, los beneficios se destinaban íntegramente a mejorar la organización, las instalaciones, los servicios a los clientes y como ya hemos mencionado y recalco, a obras sociales y culturales.

Pero algo a empezó a cambiar desde principios de los ochenta. Yo contemplaba el cambio desde dentro pues no en vano era empleado desde 1972 y veía como ciertos cambios llevaban una tendencia que no me gustaba nada. Un dato: los equipos directivos nunca hasta esa fecha habían cobrado el famoso “sobre” de fin de año, ese abultado paquete de billetes que cobran sí o sí, cuyo montante nos hacía enrojecer a más de uno y que en el fondo servía para cabrearlos, por comparación, cuando se enteraban que el jefecillo del lado, cien veces peor que él, había cobrado una cantidad superior a la suya. Ni que decir que los criterios que se empleaban, si es que había alguno, no eran nada objetivos sino derivados del grado de afinidad o peloteo de cada uno con sus superiores.

Uno, que siempre ha sido un iluso, contra viento y marea y las opiniones del famoso ruso “todokiski”, decidió abandonar esa “potente” nave tras casi veinte años de servicio y buscar nuevos rumbos, pues el que estaba tomando Cajamadrid, nombre ya reducido por aquellas fechas, no era muy agradable. Pero en todas partes cuecen habas y ya lo dice el refrán popular “Mal de muchos,…epidemia”. Nunca me he arrepentido de aquel cambio pues me permitió renovar mis ilusiones, conocer gente nueva, hacer otras cosas y a la postre pasar por muchas empresas que no hubiera conocido de haber seguido allí, como les ha ocurrido a otros muchos compañeros y amigos que se quedaron. Muchos de ellos están ya jubilados, pre-jubilados o esperando que estos estados lleguen cuanto antes, pues en el puchero de la ahora Bankia “cuecen habas” y “no está el horno para bollos” aunque a todas luces son una empresa segura intervenida por el Estado e incluso, que nivel Maribel, por Europa, nada menos, ahí es nada. Esperemos que no se fundan los plomos y se apaguen las luces.

Una de mis obsesiones es la digitalización de todo lo que pillo susceptible de ser transformado en bits e incluido en el disco duro de mi ordenador. De vez en cuando doy una batida por los papeles archivados en el fondo del armario y saco algún documento antiguo que nunca vuelve a su sitio, pues tras pasar por el escáner va directamente a la papelera. Uno de los encontrados esta semana es una carta, iluso yo, que dirigí al entonces presidente de Cajamadrid con motivo de mi marcha de la empresa. Me da risa solo leerla, pero la transcribo a continuación. ¡Que iluso! ¡Que peticiones le dirigía!

8 de Febrero de 1.991

Sr.Dn. JAIME TERCEIRO LOMBA Presidente del Consejo de Administración de la Caja de Ahorros y M.P. de Madrid Plaza de Celenque, 2 28013-MADRID

Muy Sr. mío:

Cuando a principios del pasado mes de enero franqueaba la puerta del Edificio Central con el fin de solicitar mi baja como empleado de la Cala de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, me vino a la memoria la carta que, con motivo de las fiestas de Navidad, Ud. amablemente me dirigió a mi domicilio particular. Y es por ello y con el fondo de la mencionada carta que me permito dirigirle estas letras.

Atrás quedan casi diecinueve años de servicios a la Entidad, de ellos diecisiete en el departamento de informática, prácticamente desde su creación. No voy a referirle las razones que me han llevado a dar un nuevo rumbo a mí vida profesional, razones que, por otra parte, ni mis responsables directos en el Departamento de Informática ni en el Departamento de Personal, se han molestado en indagar. Pero, para evitar al menos ante Ud. lecturas falsas del hecho, si quisiera decirle que voy a otra empresa a realizar las misas funciones, en idéntico puesto de trabajo e incluso con algo menos de salario.

Lo que no es lo mismo es la ilusión por el trabajo bien hecho, ilusión que estaba comenzando a perder en esa empresa de su digna presidencia. Hubiera sido mucho más cómodo, y fácil por otra parte, dedicarse a "esperar la jubilación", pero cuento en la actualidad con treinta y cinco años y se me antojaba larga la espera. El fondo de su carta de navidad, de otras cartas y alguna que otra circular empezó a perderse, a mi modesto entender, allá por el comienzo de los años 8O. Pero como aún quedan en la Caja muchos compañeros g amigos me gustaría pedirle un favor: que recupere aquel espíritu, destierre la ambigüedad, ponga coto al favoritismo y sobre todo, haga recuperar la ilusión por el trabajo.

Siempre a disposición de la Caja, reciba un cordial saludo