Varias cosas me impresionaron cuando tuve la oportunidad hace más de una década de conocer La Habana, capital de un país que lleva muchísimos años en una situación peculiar. Por muchas razones, entre ellas su forma de gobierno, se ve aislada en un bloqueo económico que lleva a sus habitantes a situaciones que superan a base de ingenio y …paciencia. Una de las cosas que más llaman la atención es la gran cantidad de coches que circulan por sus calles con más años que el propio Matusalén. No es que esos vehículos lleguen a la edad que supuestamente tuvo este personaje, pero si contaban en aquella época de mi visita con alrededor de cuarenta años. Y había unos cuantos. Y estoy por asegurar, más de diez años después, que muchos de ellos siguen en activo.
Eran grandes coches americanos de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Lo sorprendente es que siguieran funcionando con esos años y con la previsible falta de piezas y repuestos para mantenerlos en marcha, no solo por el bloqueo comercial sino por que seguramente estarían fuera de la circulación y el fabricante no querría saber nada de ellos. Con motivo de un desplazamiento por la isla, en que contratamos de forma particular a un médico que por las tardes se dedicaba a hacer de taxista pirata para los turistas, pudimos conocer de primera mano la causa, sorprendente, de que los coches, no solo los grandes modelos americanos sino muchos otros, siguieran funcionando. El que nos sirvió de taxi era un Seat o Fiat parecido al 124 que debía de andar cerca de la treintena de años.
Según nos contó nuestro improvisado conductor, los cubanos se las ingeniaban para “fabricar” sus propias piezas. Desde una chapa de un refresco hasta una lata de sardinas eran materias primas para elaborar piezas a medida que posibilitaran que los coches siguieran andando. Al parecer el combustible no era problema, aunque todo es un problema en la isla, por el suministro ruso, dado que este país, lógicamente, no secundaba el bloqueo por razones de todos conocidas.
Así pues, cualquiera que pudiera hacerse con un coche tenía no solo que hacer trabajillos extras de estraperlo para mantenerlo andando en unas condiciones medianamente soportables, sino también aguzar el ingenio y aprender a ser no solo mecánico sino fabricante improvisado de piezas.
Mi primer coche, allá por los comienzos de los años setenta, fue un Seat 127. Me entretuve muchas horas con él haciendo de mecánico improvisado, instalando accesorios y haciendo mantenimientos básicos como cambio de bujías o de aceite, instalación de accesorios o cosas por el estilo. Pasé buenos ratos estudiando su circuito eléctrico y haciendo cosas como poner luces en los ceniceros –se fumaba en los coches y mucho- o en el maletero. Hoy en día todas esas cosas vienen de fábrica y además es bastante complicado ponerse a hacer bricolaje con un coche, no solo por los conocimientos sino porque en muchos casos son necesarias herramientas especiales e incluso ordenadores para poder leer los parámetros de muchos de los componentes, gobernados de forma electrónica. Por poner un ejemplo, muchos de los tornillos tienen una cabeza especial para la que hace falta un destornillador especial.
La llave que se puede ver en la fotografía es el mando a distancia de apertura de mi coche que se acerca a cumplir los ocho años. Está en un estado lamentable que se va deteriorando más y más con el paso del tiempo. Pero por cabezonería personal me niego a cambiarlo. Las zonas donde se presiona para abrir o cerrar el coche son botones de goma que con el paso del tiempo y del uso han quedado para el arrastre. No me quejo de ello, ya que todas las cosas tienen su desgaste. Quizá desde aquí recomendar a quienes tengan un mando de este tipo que presione con cuidado y con la yema de los dedos cada vez que lo utilicen. El hacerlo con las uñas implica un desgaste superior y su rotura en un menor número de usos.
Y es que como se pueden suponer el repuesto en cuestión no es precisamente barato. Según me informaron en la casa, hay que cambiar todo el mando, no solo la carcasa con las gomas nuevas, lo que implica una reprogramación del sistema y patatín patatán. Resumiendo, cerca de doscientos euros del ala. Han leído bien: doscientos. Como será la cosa que han aparecido numerosos fabricantes de piezas clónicas de diversos precios que sirven para salir del paso de forma airosa por mucho menos dinero de esa cantidad exorbitada o que al menos a mí me lo parece.
Cada vez es más frecuente en los aparatos que para cambiar una pieza que se ha desgastado sea necesario cambiar medio aparato. Fundamentalmente por que no es posible encontrar suelta la pieza que necesitamos.
Yo por el momento me las apaño utilizando la punta del bolígrafo que siempre me acompaña para abrir el coche y presionando el trocito de cuero que se sujeta con el papel cello para cerrarlo. Llegará el día que para cerrarlo tenga que utilizar también la punta del bolígrafo, pero lo haré en aras de mantener mi cabezonería y no claudicar ante el tremendo expolio que supone el que tenga que pagar un dineral por una gomita que no vale un real y que, con el tiempo, lógicamente, se ha deteriorado.
Añadido en Sep-2013 Esta historia tiene continuación, y final feliz, en la entrada
RECAMBIOS-2.