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viernes, 7 de septiembre de 2012

COLAS



Palabrita corta esta que nos sirve hoy de título, pero que encierra numerosas acepciones, al menos en el diccionario oficial. Hay que bajar hasta la número 10 para encontrar el significado a colación, que es “Hilera de personas que esperan vez.”. La verdad es que han sido un poco parcos, porque lo de “esperan vez” se queda un poco en el aire, especialmente si el que se acerca al diccionario a resolver sus dudas no es de habla nativa en castellano. Si tiene la paciencia de seguir leyendo, una de las adicciones en forma de ejemplo de palabra compuesta reza “hacer cola” explicando que “Esperar vez, formando hilera con muchas personas, para poder entrar en una parte o acercarse a un lugar con algún objeto”.

Aclarado el significado de la palabra que queremos tratar hoy, por si no estaba claro, diremos que las personas tendemos a tener la memoria bastante alterada y recordamos lo más cercano como si hubiera sido lo más de lo más, en toda la vida. Un ejemplo. Este verano ha sido tremendamente caluroso y tenemos todos casi la certeza de que ha sido el más caluroso de la vida. Y lo que pasa es que lo tenemos reciente y no nos acordamos de otros. Pero para eso están las estadísticas, esas que ahora ya se conservan fehacientemente desde hace años en los discos duros de los ordenadores y a las que podemos acceder cómodamente a través de internet.

Esto de la pérdida de neuronas es lo que me debe de pasar, pues no recuerdo una época como la de esta semana de “colas” por diferentes motivos que ahora detallaré. Mi recuerdo de “cola” enorme se remonta a principio de los años ochenta, cuando visité Moscú. Aquello di que eran colas, filas de moscovitas con algún turista despistado para comprar casi cualquier cosa. Pero en España, puesto a recordar alguna de gran magnitud, me remonto a mi adolescencia y aquello que los más mayores recordarán del P.I.O., el “Principio de Igualdad de Oportunidades”, más conocido por las “Becas” que los estudiantes con familias de pocos posibles teníamos que solicitar año tras año, amén de hincar los codos, aprobar todo y con nota, para poder seguir estudiando. Aquello sí que eran colas, en los patios de un edificio oficial que soy incapaz de recordar donde se hallaba.

Pero los tiempos han progresado y todos los organismos públicos y privados alardean que facilitan hacer las cosas “por internet”. Y es verdad que muchas se hacen y ya de forma automática, sin darnos cuenta. Tratemos de comparar las actuaciones que realizamos ahora con nuestros bancos, sin pisar sus oficinas prácticamente, con las que hacíamos años atrás, yendo a la ventanilla para cualquier cosa.

Como digo, esta semana ha sido una sesión de colas de lo más divertido. Y voy a empezar a contarlas por el revés, por la cola que debería de existir y no existió. Me tocaba cumplir con mi auto-imposición de donar sangre trimestralmente y me dirigí a un hospital cercano donde disponen de centro de donantes. Lo bueno hubiera sido que la cola fuera de consideración, pues la sangre es muy necesaria, pero por no haber no había nadie, ni siquiera el personal que atiende el departamento. Nadie, estarían desayunando o haciendo alguna gestión, oficial o personal. Estuve veinticinco minutos “a la no-cola”, tras los cuales me marché, habiendo esperado una cola que no existió y sin poder cumplir mi objetivo. Vivir para ver.

Pero las otras colas han sido de consideración. Se puede pedir cita médica a tu doctor de cabecera por internet pero…. No se puede pedir cita para hacerte un análisis de sangre. Hay que pasar por la ventanilla del centro de salud. Y en estas fechas, con las movidas de los co-pagos de medicamentos, algún sesudo político ha ideado un complejo sistema por el cual, al parecer, los ancianos se tienen que hacer con una segunda tarjeta sanitaria que presentar en las farmacias para que los pagos sean menores. La cola de ancianos en el centro de salud el otro día era enorme y además poco fluida, no hace falta que cuente porqué. A esperar. Menos mal que acudo siempre provisto de mi libro electrónico para aprovechar el tiempo.

La siguiente ha sido en las dependencias municipales. El ayuntamiento subvenciona a los alumnos empadronados de primaria con la cantidad de cuarenta euros para ayuda de la “cuesta de septiembre” de la que hablaremos en una próxima entrada. Tiene todos los datos como contribuyente, tiene tus cuentas bancarias donde puntualmente te cobra año tras año los recibos, lo tiene todo, pero… otro sesudo político, con criterios que no alcanzo a comprender, te obliga a ir en persona, un día concreto, un único día, en función del apellido, a las dependencias municipales, teniendo que presentar el DNI y el libro de familia para su cotejo y que te entreguen cuatro talones ya impresos. No sé si alguien se ha parado a pensar lo que cuestan las horas de los que hacemos cola, la de los funcionarios que atienden, el papel de los talones y su manipulado, etc. etc. Existen las transferencias, señores.

Ha habido más colas, pero no quiero entrar en detalles para no cansar. De una de ellas, la de comprar los libros en el colegio, me libré gracias a un amigo, gracias Fran, que estando el a su vez en la no-cola me llamó por teléfono y me dijo que me fuera para allá, que no había nadie. Pero cuando salía se estaba ya formando una que para qué. Y es que habían abierto una hora antes de la señalada y dio la casualidad de que esta amigo se había ido allí para estar de los primeros.

Más colas en el polideportivo, en la casa de cultura. Septiembre con niños, mes de las colas. Viva la informática y la “internés”.