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domingo, 7 de octubre de 2012

OBSTINACIÓN


Hoy va a ser una entrada un poco especial, en la que no quiero de ninguna manera sembrar polémica, sino simplemente expresar una opinión, en este caso la mía. Normalmente las personas, cuando somos parte interesada en un asunto, tenemos opiniones a favor de cómo nos gustaría que fueran las cosas. Es lo lógico, no es lo mismo comentar el nuevo impuesto que va a establecer mi ayuntamiento para los tenedores de perros por parte de los que tienen perro como por parte de quien no tenemos. Antes de que se me olvide, la imagen que acompaña esta entrada no tiene nada que ver con el tema, pero me he propuesto poner siempre alguna fotografía y la verdad es que no encuentro ninguna que haga referencia al tema. Por lo menos queda bonita.

Desde que hace dos mil años se sentaran los cimientos de la Iglesia Católica, muchos aconteceres han tenido lugar a lo largo de estos dos siglos. Muchas cosas permanecen inamovibles desde entonces y no vamos a entrar en la historia de la Iglesia. Lo que sí que está cambiando a pasos agigantados es la sociedad, y muy deprisa, en todos los ámbitos de la vida y por lo tanto también en el religioso. Ya comentábamos en otra entrada del blog titulada POSIBILIDADES como el párroco de la iglesia a la que suelo asistir los domingos había adoptado modernos métodos como complemento a las actividades religiosas. Un caso de innovación bien visto por los fieles y que es posible en la actualidad y no lo era hace unos años, salvo que lo hubiera hecho con diapositivas, mucho más difíciles de hacer que las pantallas de un “powerpoint”.

A lo largo de los años de vida que llevo en este mundo he percibido algunos cambios en las formas de hacer eclesiásticas. Uno de ellos por ejemplo es el asunto de la misa dominical. Antes era el domingo y solo el domingo el día admitido para cumplir con el precepto. Con el tiempo se habilitó la posibilidad de que se oyera misa los sábados por la tarde, con la misma validez. Otro se refiere al tiempo que había que guardar sin alimentarse antes de poder recibir la comunión. En mis tiempos, cuando hice la primera comunión, era de tres horas, ahora creo que es de una hora, que es tanto como no decir nada si tenemos en cuenta la duración de la propia misa. Y además la primera comunión se hacía a los siete años de edad, mientras que ahora, por lo general no se hace hasta los diez años. Otro sacramento, como la confirmación, tenía lugar, como a mí me parece lógico, entre el bautismo y la primera comunión. Yo lo hice a los seis años, mientras que ahora se hace, por lo que veo, alrededor de los quince años, claramente después de la primera comunión.

Hay más cosillas. La gente que acude a comulgar puede elegir entre recibir la hostia directamente del sacerdote en la boca o en sus manos. Antes, eso de tocar con las manos la sagrada forma era cuando menos pecado y de los gordos. Además, en las misas suele haber un par de fieles, masculinos o femeninos, que son habilitados para facilitar la comunión en delegación del sacerdote.

En fin, cambios cosméticos, si se quiere, pero que han sido una adaptación a los tiempos que corren donde, dicho sea de paso, el domingo ya no es fiesta “de guardar” y desde el punto de vista laboral es como otro día cualquiera de la semana. Pero hay cosas que no cambian, ni tienen visos de hacerlo, aunque a la luz de los planteamientos actuales no tengan mucha razón de ser. Voy a comentar por encima un par de ellas. Una es el hecho de que los sacerdotes tengan que ser forzosamente hombres. ¿Qué hay de la igualdad entre sexos tan traída y llevada hoy en día? ¿Por qué no pueden ser mujeres? Supongo que habrá razones teológicas de peso esgrimidas por todas las jerarquías eclesiásticas, pero a la altura de la calle esto se sostiene poco.

El otro asunto es el de los divorcios. Lo de “para toda la vida” se está viendo que en muchas ocasiones no llega a cumplirse, por las razones que sean. Y visto desde un punto de vista lógico, mejor es dejarlo que llevarse a matar entre los casados. Pero una vez casado por la iglesia, esto es para siempre. Bueno, lo de para siempre es un decir. En mi entorno conozco directamente un par de personas que se casaron por la iglesia, tuvieron hijos, y al cabo de unos años decidieron dejarlo. Pero encontraron otra media naranja, y se querían casar con ella por la Iglesia. Pues nada, tribunal de La Rota, unos contactos y unos eurillos y ¡ zas rataplás ! matrimonio anulado. Cuando veo a algunas de estas personas ir a comulgar de nuevo no dejo de pensar lo hipócrita que es la sociedad, incluso en cosas como esta que, como decía mi abuela, “no hacen falta para comer”.

En la homilía de la misa de hoy, el sacerdote ha pasado de puntillas por encima comentando de pasada, y rápida, que “la Iglesia no está en contra de los divorciados …”