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domingo, 26 de octubre de 2014

ABACEROS



Hacíamos referencia a algún aspecto negativo de esas personas que atienden en las tiendas tras un mostrador en la entrada «Tenderos» de este blog en julio de dos mil trece. También tiene algo que ver con lo que vamos a referir hoy la entrada «obsolescencia» de enero de dos mil once.

Uno de los días de esta semana, mientras estaba trabajando en la oficina con mi ordenador portátil, la pantalla se apagó de repente, quedándose como puede verse en la imagen. El ordenador seguía encendido y al pulsar alguna tecla las luces del disco duro seguían parpadeando, lo que indicaba que estaba encendido. La primera prueba consistió en conectarle a una pantalla externa, donde pude comprobar que el problema era de la pantalla y no del ordenador, que seguía funcionando sin problemas. Fijándome un poco más vi que la pantalla no estaba completamente apagada del todo sino que podía atisbarse su contenido pero de manera difusa y muy leve casi imperceptible.

Recuerdo perfectamente haber adquirido este ordenador en julio de dos mil siete siguiendo las recomendaciones de mi buen amigo Juan en cuanto a marca, procesador, memoria, prestaciones y demás. Sufrí mucho con él debido a que venía con el desafortunado sistema operativo Windows-Vista que me acarreó múltiples dolores de cabeza por sus incompatibilidades con algunas de las aplicaciones que yo tenía para desarrollar mi trabajo. Con emulaciones, horas dedicadas y parches conseguí que aquello trabajara mínimamente. La llegada de Windows 7, que instalé a la carrera, fue una primera salvación que luego se acrecentó hasta el paroxismo cuando cual cirujano le hurgué en las tripas y le sustituí el disco duro convencional por un disco duro SSD: la máquina habíase convertido en un bólido de carreras que funcionaba a mi entera y completa satisfacción.

Cuando un aparato de este tipo, que lleva funcionando varios años, se nos rompe, casi asumimos que ya era su hora, pensamos que hemos estado contentos con él y la inmediata es lanzarlo a la basura y comprar uno nuevo. Ha cumplido su misión y ha fenecido, que le vamos a hacer. Yo le tenía, y le sigo teniendo, mucho cariño porque va como una moto, le tengo configurado a mi gusto, me da el servicio que pretendo y no tenía ganas de meterme en uno nuevo, que vendría ya con Windows 8.1 y lo primero que tendría que hacer es ponerle patas arriba para instalarle Windows 7 y añadir todos los programas y configuraciones y dejarle a mi gusto, en lo que sería una copia clónica del anterior. Estos pensamientos son casi lógicos por aquello de los conceptos actuales de «usar y tirar» avalados por los altos costes de los servicios de reparaciones en los que en muchos casos no admiten «trastos viejos» y recomiendan uno nuevo. Volvemos a aquello de la obsolescencia programada a que hemos hecho referencia al comienzo de esta entrada.

Mi primera recomendación, que yo no seguí, es deambular un poco por internet y sus buscadores a ver que se cuece por la red relativo al problema que hemos tenido. Si lo hubiera hecho otro gallo me hubiera cantado porque lo hice a posterioridad y vi que el asunto no era grave y tenía solución. Pero como el portátil me hace falta para mi trabajo, empecé a buscar en la red modelos y precios en las tiendas habituales en las que compro cacharros informáticos. Estaba casi decidido a comprar uno cuando me dije a mi mismo aquello de que no es bueno tomar decisiones en caliente, respira hondo, piensa un poco y déjalo correr unas horas, que tampoco es cuestión de vida o muerte. Luego pude comprobar que eso me ahorró unos buenos euros y una buenas horas, además de posibilitarme el seguir con mi viejo «trasto» un tiempo más.

Por la tarde me dirigí a una tienda física, concretamente de www.appinformatica.com, con la intención decidida de realizar el pedido de un nuevo portátil que ya había visto en su web. Esta fórmula de web más tienda física es la ideal. Tuve suerte de que estaba allí José Manuel, el abacero o tendero, pues es rara su presencia porque normalmente está por las casas o las empresas arreglando desaguisados, con lo que la tienda está atendida por su mujer. Digo que tuve suerte de que estuviera y me atendiera él, porque cuando le comenté que se me había roto el PC y necesitaba uno nuevo, no se limitó a tramitar el pedido sino que indagó educadamente en el tipo de rotura que había sufrido. 

Cuando se lo conté, me dijo que en principio y sin ver el quipo, tenía toda la pinta de que lo que había fallado era la retroalimentación de la pantalla, cosa lógica debido a la edad del aparato, y que su reparación era sencilla y podría oscilar entre los 35 euros si se hacía con piezas usadas o setenta euros si se utilizaban piezas nuevas siempre y cuando pudieran encontrarse. Me cambió la cara, casi le dejé con la palabra en la boca y me fui a casa corriendo a por el PC para llevársele y que se pusiera manos a la obra.

No había transcurrido una hora cuando me llamó por teléfono confirmándome que la avería era esa, que había localizado una pieza nueva y que si accedía a la reparación con ella la pedía ya mismo y en cuanto la tuviera me la montaba. Al día siguiente, veinticuatro horas después, me llamó de nuevo para decirme que pasara a recoger el aparato, que estaba vivito y coleando de nuevo. Setenta euros que han permitido alargar un tiempo la vida de este viejo amigo al que tanto cariño tengo.

Las comparaciones son odiosas pero podríamos hacer el ejercicio de pensar y comparar hechos si hubiera comprado el ordenador por internet o me hubiera dirigido a una gran superficie de esas que proliferan y que tanto nos gustan en perjuicio de las tiendas y tenderos de toda la vida. En este caso, el abacero, José Manuel, ha perdido la venta de un equipo nuevo aunque ganó el importe de la reparación. No entrando en euro arriba o abajo, lo que sí ha ganado y no se puede valorar en euros es mi profundo reconocimiento por su profesionalidad y el detalle en su atención, casi en perjuicio suyo. Aparte de reconocerlo por escrito en este blog, excuso manifestar lo que recomendaré a amigos o conocidos que me pregunten por cuestiones de compras informáticas. La propaganda masiva funciona, pero el boca a boca es mucho más efectivo, algo de lo que la sociedad moderna no se quiere dar cuenta.