Se cumplen ahora cuatro años desde que surgieron en España aquellas manifestaciones de indignación en las que la población se rebelaba contra las formas de hacer de nuestros dirigentes políticos. Las muchas manifestaciones ocurridas en toda la geografía nacional acabaron en acampadas populares en muchas plazas emblemáticas de las principales ciudades españolas. La más emblemática de todas por su trascendencia fue la ocurrida en Madrid, en la mismísima Puerta del Sol, que se mantuvo bastante tiempo y de la que es una muestra la imagen que acompaña a esta entrada.
En principio, y aunque es muy difícil su desligamiento, aquello nació de forma apolítica. Estaban muy cerca, como ahora, unas elecciones autonómicas y municipales pero en ningún momento, al menos en sus inicios y en su esencia, se pretendieron consignas políticas ni que el movimiento se concretase en ningún partido o formación capaz de concurrir a las inminentes elecciones. Se trataba de un movimiento de ciudadanos, hartos de todo y de todos, que se rebelaba contra una situación que deterioraba la convivencia y que ponía en peligro el futuro social en todos los ámbitos.
Como ocurre en este tipo de manifestaciones públicas, los intereses son diversos y cada cual tiene los suyos. También están las formas y tengo que decir que si bien simpatizaba con las ideas no me parecieron adecuadas muchas de las formas empleadas en materializarlas. Hubo algunas manifestaciones que trataron de ser pacíficas pero que acabaron en alguna ocasión con palos y carreras, aunque nunca sabremos si quienes las provocaron fueron las propias fuerzas de seguridad del estado, como quedó demostrado en el caso de Barcelona, en donde los manifestantes grabaron vídeos identificando a los alborotadores y provocadores que tenían toda la pinta, como así quedó demostrado al menos para mí, que eran integrantes de las fuerzas de seguridad del estado y sus propios compañeros uniformados tuvieron que acudir en su rescate ante el acorralamiento al que los sometieron los manifestantes.
Como digo, formas aparte que no siempre son adecuadas al gusto de cada uno, la esencia del fondo de la cuestión estaba clara: indignación a raudales con lo que estaba sucediendo. Han pasado cuatro años y … nada ha cambiado, más de lo mismo, corrupción por todos lados en el mundo de la política y de la gran empresa, empobrecimiento en general de grandes sectores de la población, deterioro sistematizado y generalizado de los servicios públicos y especialmente los de índole social. Pero los españolitos seguimos «tirando» y según nos quieren hacer creer «viviendo muy bien y por encima de nuestras posibilidades». Parece que ahora España repunta en términos de estudios económicos, pero eso no se traduce en términos reales en los muchos parados y en los que sin estarlo, sufren en trabajos basura, mínimamente retribuidos, sin ninguna garantía de futuro y, lo que es peor, sufriendo todo tipo de abusos por parte de los empresarios con la amenaza del despido a la mínima, que al menos antes no era gratis pero ahora casi casi.
Los motivos básicos de la indignación se mantienen en mi opinión, no sé si modesta. Han pasado cuatro años, ha habido un cambio del gobierno de la nación, que ha hecho lo que ha podido y, fundamentalmente, lo que ha querido dada su mayoría absoluta. Las manifestaciones que fueron in crescendo y que adquirieron cierto grado de violencia nunca sabremos debido a qué, han sido reguladas por una «ley mordaza» que poco más o menos te conmina a quedarte en casita. Nuestros políticos se llenaron la boca de decirnos que para manifestar nuestra opinión tenemos las urnas cada cuatro años, que la democracia es eso, ir a votar cada cuatro años y aguantarnos a continuación. Una frase interesante, con cierto alcance y que se convirtió en estrella en las redes sociales fue aquella de «disfruten lo votado». Pues eso hemos hecho, todos, disfrutar de lo votado, lo hayamos votado o no.
Estamos en año electoral, de nuevo. Se han de renovar en pocos días los estamentos municipales y autonómicos —-¿cómo es posible que sigan vivas las autonomías?—y en unos pocos meses los estatales. Algunos de aquellos movimientos de indignación se han concretado en formaciones políticas que concurren a las elecciones, pero…
Aunque la misión de todos es acercarnos a las urnas a depositar nuestro voto de forma libre, las campañas electorales se encargan, con toda lógica, de intentar mediatizarlo, de las formas más peregrinas y una de ellas es el miedo. Los partidos de toda la vida quieren que vayamos a votar libremente pero que les votemos a ellos, a esos dos que llevan treinta y tantos años en el machito, en cuidada alternancia, y nos meten miedo si se nos ocurre votar a otros a los que acusan de todo tipo de inexperiencias, inexactitudes y nos auguran una catástrofe sin precedentes en caso de que salgan elegidos, porque, resumiendo, no tienen ni idea y les falta la experiencia que ellos si tienen después de tantos años.
Aunque, siendo práctico, yo no espero mucho, tras ver como partidos con claros signos de corrupción concurren de nuevo a las elecciones y son votados mayoritariamente … Ya lo decía hace cuatro años en este mismo blog con esta frase: «Vayamos adquiriendo todo el “ajo”, “agua” y “resina” del que seamos capaces. Quizá también y perdón por la irreverencia que sugiere, nos venga bien pasar por la farmacia y hacer acopio de vaselina. Mucho me temo que nos va a hacer (seguir haciendo) falta.»