San
Agustín, nacido en el año 354 en Hipona, actual Argelia, es una de las más
grandes figuras de la teología y del pensamiento cristiano. Su vida estuvo siempre
presidida por una insaciable curiosidad que le hizo buscar la verdad en todas
sus acciones. Su preocupación por el problema del mal lo acompañaría toda su
vida. Convertido al cristianismo pasada la treintena, su pensamiento y su obra
trascienden a sus connotaciones religiosas y constituyen un ingente legado que
es de aplicación en todos los ámbitos de la vida. Dejó muchas frases para la
posteridad, entre las que destaco la siguiente: «reza como si todo dependiera
de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti» que pudiéramos traducir en
aquella más de andar por casa que dice «a Dios rogando y con el mazo dando» en
una clara alusión a que hay que trabajar y no esperar que las cosas nos vengan
del cielo sin ningún esfuerzo.
He
reiterado por activa y por pasiva en este blog mi debilidad por la Historia y
por constatar que no aprendemos de ella, que nos creemos que lo que nos está
ocurriendo es nuevo y no ha tenido lugar nunca antes, cuando por lo general no
es así. Viene esto a colación de las frases de San Agustín que reproduzco a
continuación, y que eran recomendación que hacía a los jóvenes de su época,
recordemos, siglo IV de nuestra era. Sorprenden por su actualidad, siendo
perfectamente aplicables a los jóvenes de hoy en día y por extensión también a
los no tan jóvenes. Han pasado dieciséis siglos, que se dice pronto, pero su
fuerza y su vigencia permanecen. Estas son las 23 frases que constituyen todo
un legado y que identifican aspectos de la vida que se deberían de seguir más a
pies juntillas de lo que por lo general se siguen:
Si
te dedicas al estudio debes mantenerte limpio de cuerpo y de espíritu;
alimentarte de comida sana, vestirte con sencillez y no consumir
superfluamente.
A
la sobriedad en las costumbres le debe corresponder la moderación en las
actitudes, la tolerancia en el trato, la honradez en el comportamiento y la
exigencia para contigo mismo.
Ten
siempre presente que la obsesión por el dinero es veneno que mata toda
esperanza.
No
actúes con debilidad, ni tampoco con audacia.
Aleja
de ti toda ira, o trata de controlarla, cuando corrijas las faltas de los
demás.
Sé
el centinela de ti mismo: vigila tus sentimientos y tus deseos para que no te
traicionen.
Reconoce
tus defectos y procura corregirlos.
No
seas excesivo en el castigo, ni tacaño en el perdón.
Sé
tolerante con los que tienden a mejorar, y precavido con los que tienden a
empeorar.
Ten
como a miembros de la familia a los que están bajo tu potestad.
Sirve
a todos de tal modo que te avergüence dominar, y domina de modo que te agrade
servir.
No
insistas ni molestes a los que no quieran corregirse.
Evita
cuidadosamente las enemistades, sopórtalas alegremente, termínalas
inmediatamente.
En
el trato y en la conversación con los demás, sigue siempre el viejo proverbio: «no hagas a nadie lo que no quieres que te hagan a ti».
No
busques puestos de mando si no estás dispuesto a servir.
Procura
progresar siempre, no importa la edad y las circunstancias en las que te
encuentres.
Durante
toda tu vida, en todo tiempo y lugar, ten amigos de verdad, o búscalos.
Da
honor a quien se lo merece, aunque él no lo desee.
Aléjate
de los soberbios; esfuérzate tú por no serlo.
Vive
con dignidad y en armonía con todo y con todos.
Busca
a Dios; que su conocimiento llene tu existencia, y su amor colme tu corazón.
Desea
la tranquilidad y el orden para desarrollar tu estudio y el de tus compañeros.
Pide
para ti y para todos, una mente sana, un espíritu sosegado y una vida llena de
paz.