Hemos
comentado hasta la saciedad en anteriores entradas de este blog los diferentes
aspectos a los que se ven expuestos en la actualidad los comercios
tradicionales. La competencia es brutal y la globalización y la mejora de los
procesos de compra por internet han dado un giro total a nuestra relación con
las tiendas de toda la vida, hasta hace pocos años las únicas posibles
habida cuenta que la venta por correo no ha tenido mucho desarrollo en nuestro país.
Siempre
que puedo, mi primera opción es intentar adquirir los productos en la que
siempre se ha denominado como la tienda del barrio, esa que utilizamos cada vez
menos y que dejamos para una emergencia cuando no nos apetece o no tenemos
previsto desplazarnos al gran centro comercial donde la gran mayoría de la
gente realiza las compras de forma masiva y periódica.
Desgraciadamente,
la evidencia rinde nuestros planteamientos y nos obliga a claudicar por mucho
que nos empeñemos, contra viento y marea, en mantener el tipo y tratar de
seguir haciendo que la tienda de toda la vida siga ahí, prestándonos unos
servicios que nos sean cuando menos útiles, aunque nos cueste el utilizarlos
algún que otro sobreesfuerzo en tiempo y en dinero.
Mi
mujer dispone desde hace unos años de un portátil pequeño, de esos conocidos
como «notebooks», con el que se apaña y hace sus pinitos en cuestiones de informática
casera, a saber, ver el correo electrónico, tratar fotografías, preparar
documentación de su trabajo y en general todas las cosas corrientes que cada
vez más usuarios normales realizan hoy en día. Ya hace un tiempo sustituí su
disco duro convencional por uno de nueva tecnología, SSD, que mejoró bastante
la velocidad y prestaciones del aparato, pero lleva una temporada que parece
que va lento. Los discos SSD no se pueden compactar, por lo que lo único que se
me ocurre es hacer un borrón y cuenta nueva, formatear el disco y empezar a
instalar cosas desde cero, cosa que ya he hecho otras veces y algo mejora la
cosa, por lo menos de forma subjetiva. Hay que tener en cuenta que a medida que
pasa el tiempo, los programas y aplicaciones son de mayor complejidad y
utilizan más recursos de memoria y procesador.
Antes
del verano me proponía realizar este «borrón y cuenta nueva» cuando se me pasó
por la cabeza el tratar de ampliar la memoria RAM: tenía 1 Gb y lo máximo que
se podía era pasarla a 2 Gb, pues dispone de una sola bahía, es una máquina ya
de una cierta antigüedad y la cosa no daba más de sí. Hombre, se trataba de
duplicar la memoria y mejor andaría el asunto.
Dos
tiendas de informática tengo en las cercanías. Allí que me fui a la primera con
el cacharro medio desarmado y la memoria en la mano para enseñársela al
dependiente, pues ya me he visto en anteriores ocasiones con multitud de
problemas e incompatibilidades en temas de memoria; hasta que no se pone, se
arranca el ordenador y la reconoce y funciona, a priori no se puede estar
seguro de nada. Esto mismo me dijo el tendero, que declinó el tratar de
conseguirme la memoria pues no podía estar seguro al cien por cien de que
funcionara y en ese caso, en sus mismas palabras, se la «tendría que comer con
patatas».
Primer
intento fallido, me dirijo al segundo. Reparemos en que esto ocurría antes de
verano. Me dijo que sí, que me la podía pedir pero que tardaría una semana
aproximadamente. Las condiciones me servían, no había prisa, por lo que le hice
el encargo correspondiente, quedando en ser avisado por teléfono o correo
electrónico cuando estuviera disponible. A los quince días, seguíamos antes de
verano, pasé por allí y me dijo que todavía no estaba, no la había recibido, y
no pudo darme una fecha concreta pues se trataba de una pieza muy especial,
etc. etc. Entiendo que me podía haber llamado para decírmelo como una
deferencia pero…
No
he llevado la cuenta de las veces que he pasado por allí, pero entre sus
vacaciones, las mías, los olvidos y demás, llegó el final de septiembre y el
asunto seguía en punto muerto y sin visos de ser solventado. Pensé en acercarme
de nuevo personalmente a interesarme por el tema, pero si lo hacía podía darse
la circunstancia de quedar enganchado de nuevo en una falsa promesa de mantener
el asunto en vivo que es lo que suele ocurrir cuando no eres un cliente
totalmente anónimo y desconocido. Con ello, decidí dar esta vía por zanjada y
pasar a la acción, que es lo que tenía que haber hecho desde el principio y me
hubiera evitado muchas idas y venidas, notas, pedidos, llamadas… El intentar
ser «piadoso» y mantener las tradiciones te puede llevar a estas pérdidas de
tiempo.
La
alternativa ya se la imaginan Vds.: una conexión a internet, concretamente a
Amazon, y a la primera, varias tiendas subsidiarias que disponían en su stock
de la pieza de memoria buscada. Por marca y precio seleccioné una de ellas que
estaba ubicada en Alemania, realicé el pedido, pagué con mi tarjeta virtual,
seleccioné como dirección de envío una tienda donde te dejan el paquete para
que no tengas que estar en casa pendiente y… A los tres días la memoria estaba
instalada en el portátil, reconocida sin problemas por el «Ventanas» y
trabajando. Otra cosa es si el procesador marcha más rápido que antes pero ese
es un asunto tangencial a esta historia de tiendas y tenderos, presenciales o
virtuales.
Me
imagino que habrá muchas personas para las que ya su primera opción sea el
pedido por internet, no solo de piezas de informática o electrónica sino de
cualquier tipo de artículos sin olvidar aquellos de alimentación como naranjas
o productos congelados que te traen a tu casa de forma totalmente profesional y
con sumo cuidado, mejor que los puedas traer tú del supermercado.
Las
tiendas y los tenderos clásicos lo tienen difícil, muy difícil. En lo único en
que pueden extremar sus esfuerzos es en la atención personalizada pero aun así
muchas personas se acercarán a tomar una cerveza con ellos pero comprarán sus
cosas en una tienda virtual, con todas las garantías de entrega y devolución en
caso necesario como ya hemos comentado en anteriores entradas de este blog.