No
podemos fiarnos ni del aire que respiramos, que pudiera estar viciado, y si no
que se lo digan a los sufridos ciudadanos madrileños en estos días de primeros
de diciembre de dos mil quince. Me he llevado una sorpresa al elegir el título
de esta entrada pues inicialmente había pensado en «remolones», pero me ha dado por ir al diccionario, con lo que he
encontrado que su significado de «colmillo
de la mandíbula superior del jabalí» o «cada
una de las puntas con que termina la corona de las muelas de las caballerías»
no responden a mi intención. Sí lo hace la finalmente utilizada que reza como «rehusar moverse, detenerse en hacer o
admitir algo, por flojedad y pereza» y aún no del todo, porque no hace referencia a
la intencionalidad expresa en el acto de remolonear.
En
las casas de la llamada sociedad avanzada disfrutamos hoy en día de suministros
directos que llegan a nuestro domicilio con solo abrir un grifo, una llave de
paso, levantar un teléfono o pulsar un interruptor; agua, combustible, comunicaciones
o electricidad nos acompañan las veinticuatro horas del día puertas para
adentro sin que tengamos que movernos. Esto, que puede parecer lo normal hoy en
día, no lo era hace años pues recuerdo en casa de mis abuelos que el agua había
que ir a por ella con cubos a la fuente, el gas o el gasoil eran inexistentes y
en su lugar se acarreaban piñas, astillas o leños para la cocina o la chimenea,
al teléfono le quedaba mucho por llegar y de la luz sí que disponíamos, aunque
la continuidad en el servicio era casi pedir milagros. Afortunadamente las
épocas han cambiado y ahora todo es coser y cantar. Pero, claro, luego hay que
pagar estos abastecimientos.
Y en
esto de los pagos hay de todo. La cuestión es sencilla: hay unos contadores,
unos precios y de ambas cosas se deriva una factura por el coste que habremos
de abonar. En mi caso la lectura y factura del agua es trimestral, la del
gasoil ahora hablamos, la de comunicaciones y telefonía es mensual y de la
luz…mejor un «sin comentarios», pues con la anuencia de nuestros gobernantes
uno ya no sabe si es mensual, bimensual, lectura real o lectura estimada,
consumo por horas o el sursum corda.
Los
consumos de combustibles tienen mucha variabilidad a lo largo del año,
especialmente si disponemos de agua caliente y calefacción individuales, que
viene siendo lo más común últimamente, pues los modelos centralizados que se
pusieron de moda en los años sesenta y setenta en Madrid y otras grandes
ciudades tuvieron muchos problemas, dado que a la hora de apoquinar pagaba lo
mismo el que no vivía en la casa, el que vivía solo o la familia con diez
hijos. Evidentemente los consumos de agua caliente por poner un ejemplo no eran
los mismos ni parecidos.
En
la comunidad en la que vivo actualmente, el suministro para la caldera
individual es de gasoil y procede de unos tanques de la urbanización. Cada
vivienda tiene su contador individual y hay una empresa que se encarga de todo
lo relacionado con el tema. Pero, como digo, la variabilidad en los recibos,
incluso para un mismo domicilio, era enorme, ya que no tiene lugar el mismo
consumo en los meses de invierno con la calefacción, que en los de verano donde
incluso alguno de ellos se puede estar de vacaciones y no gastar prácticamente
nada.
La
empresa, llamémosla RMC, con buen tino, nos convenció hace años de que era
mejor establecer una cuota mensual fija de forma que todos los meses pagáramos
igual y nos ahorráramos sobresaltos y sorpresas desagradables. Se calculó lo
que habíamos gastado el año anterior, lo dividió por doce, y a pagar todos los
meses lo mismo. Pero esto no era una tarifa plana, no nos vamos a engañar, se
trataba de un pago a cuenta que habría que regularizar, cuestión que se decidió
hacer una vez al año en el mes de septiembre. Con ello, la empresa solo debería
leer los contadores en los cambios de precio del combustible, con lo que si
este no variaba no hacía falta leer el contador más que una vez al año. Así
pues, en septiembre, teóricamente, se producía la liquidación calculando la
diferencia entre lo que se había abonado mensualmente y lo que realmente se
había consumido. Dicha diferencia, no hace falta señalarlo, podía ser a favor
de la empresa o a favor del usuario. Se pagaba un recibo adicional por la
liquidación o la empresa te abonaba lo pagado de más y todos tan contentos. Al
menos sobre el papel.
Los
cambios en los consumos debidos a los cambios en las estructuras familiares
añadidos a las fluctuaciones de los precios del combustible han convertido esto
en un galimatías. En mi caso, yo salía comido por servido por lo general,
teniendo que abonar una pequeña cuota extraordinaria en septiembre por haber
gastado más de lo pagado. Todo bien y todo correcto. Pero llevamos unos años en
que es al revés, he pagado más y por lo tanto me tienen que devolver. Hasta el
año pasado sin problemas.
Pero
este año, la liquidación ha visto la luz con fecha de 20 de noviembre de 2015,
aunque referida a septiembre como siempre, arrojando un saldo a mi favor de 247,44
euros, cantidad nada despreciable en los tiempos que corren. Debería haber sido
ya abonada en mi cuenta, en la misma que cargan mis recibos, pero hasta la
fecha ese importe no ha aparecido, y recuerdo que estamos en diciembre. En
fin, un error o un olvido de los muchos que se pueden cometer en este mundo
actual de las finanzas y las prisas. Tocó llamar por teléfono a la empresa y
pedir explicaciones. Ya de entrada me extrañó que de forma rápida y sin tiempo
para consultar nada me dijeran que estaba todo abonado, que no había nada
pendiente. Bueno, puede ser, pero a mí el dinero todavía no me ha llegado. Van a comprobar la transferencia de abono y…
me informarán.
Ojalá
me equivoque, pero mucho me temo que dicha transferencia no se haya producido.
Ya sé que soy mal pensado, pero las transferencias bancarias, las que realmente
se hacen, suelen funcionar sin problemas porque los números de cuenta ya llevan
sus controles y es muy difícil equivocarse, salvo que mi dinero se lo hayan
mandado a otro porque algún empleado haya «bailado»
como se dice en el argot cuentas e importes. Menos mal que no me han cargado lo
de otro cuya liquidación le saliera a pagar.
Y
ahora me queda la duda, de ser mal pensado, ya lo sé, pero es que últimamente
veo cosas feas por todos los sitios. ¿Ha realizado esta empresa todas las transferencias?
¿No ha realizado ninguna? ¿transferirá solo a aquellos que se den cuenta,
reclamen y protesten? La respuesta solo la conocerán los responsables de la
empresa aunque en caso de que esto sea cierto y les pillen con el carrito del
helado ya se preocuparán de señalar con nombres y apellidos a un empleado
displicente o desleal que cargará con todas las culpas. Pero yo lo tengo claro, no señor,
no admito nombres de empleado, la responsable es la empresa.
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