Hoy
21 de agosto de 2016 es el último día de los Juegos Olímpicos que se han venido
celebrando en Brasil, en Río de Janeiro, que aunque han sido precedidos de
ciertas polémicas dada la situación del país, el desarrollo de los mismos ha
tenido lugar sin sobresaltos o al menos yo no me he enterado de ellos. Forofo de
las pruebas de atletismo desde siempre, cuando tienen lugar eventos como este
cada cuatro años o los campeonatos del mundo cada dos, desaparezco en los
momentos en que hay competición para pegarme literalmente frente a la
televisión y devorarme literalmente también todas las pruebas. Aunque la
diferencia de horarios entre Brasil y España no permite un seguimiento muy
directo, en mi caso que no me gusta trasnochar, la magia de la grabación en
vídeo permite ver las pruebas en la mañana siguiente y dado que hago todo lo
posible por no enterarme de nada de lo que ha ocurrido, la visualización es un
directo-diferido que me sirve para mis propósitos.
Aunque
ya había tenido lugar, no me he enterado de la consecución de la espléndida
medalla de oro de Ruth Beitia, una cántabra o santanderina que cuenta ya con 37
años y que a punto estuvo de retirarse hace cuatro cuando alcanzó solamente la
cuarta plaza en los pasados juegos olímpicos celebrados en Londres hace cuatro
años. Su tesón y perseverancia han tenido su premio.
Aunque
se nos olvida con facilidad, en esta ocasión TVE ha cubierto plenamente los
juegos para alegría de algunos como yo y pena de otros que han visto como además
de la cadena de teledeporte, la 1 de TVE ha estado continuamente emitiendo más
y más pruebas y competiciones, afectando incluso a los telediarios que han sido
demorados en algunas ocasiones cuando la retransmisión en directo así lo requería.
Pero no siempre ha sido así ni será así en el futuro. Recuerdo haber visto algún
campeonato del mundo por internet o buscando cadenas de Eurosport por satélite
ya que no se retransmitían las pruebas en abierto. Últimamente he utilizado la
suscripción vía internet a Eurosport, por ejemplo para ver el último Roland
Garrós, lo que permite conectar el portátil a la televisión y no notar
diferencia alguna con una retransmisión normal. La tecnología avanza en nuestra
ayuda y esperemos que en los próximos eventos, de una forma u otra, pueda
seguir pegado a la televisión para ver las hazañas de los deportistas.
Hace
muchos años, en la década de los setenta del siglo pasado, el deporte por
excelencia en España era el fútbol. Yo no tenía aparato de televisión en casa pero
recuerdo haber ido con mi padre a casa de algún vecino a ver algún partido. Era
seguidor del Real Madrid, como no, y todavía recuerdo de carrerilla la alineación
de aquellos años: Betancourt, Calpe, de Felipe, Sanchís, Pirri, Zoco, Serena,
Amancio, Grosso, Velázquez y Gento. Este último, Paco Gento, extremo izquierdo,
jugó durante muchos años con el Real Madrid, conquistando muchos títulos de Liga
y varias Copas de Europa. Eran otras épocas, en las que recuerdo no se permitían
cambios de jugadores tras el pitido inicial. Sin embargo, había jugadores en
los banquillos para completar la plantilla y cubrir posibles lesiones. Uno de
ellos, del que me acuerdo perfectamente, era Manolín Bueno, un formidable
extremo izquierda aunque tuvo pocas ocasiones de demostrarlo, ya que Paco Gento
fue el sempiterno titular que relegó, eclipsó, al bueno de Bueno en el
banquillo. Hoy las cosas han cambiado y los jugadores, cuando ven que no van a
tener oportunidad de jugar, se marchan a otros equipos donde poder disfrutar de
minutos de juego e ir buscando la gloria, en algunos casos para volver al cabo
de los años al equipo del que se marcharon.
Pero
hay una competición en la que los jugadores no se pueden marchar a otro equipo:
los Juegos Olímpicos. Son únicos, cada cuatro años, y solo hay una medalla de
oro para el atleta o equipo que quede en lo más alto ganando la competición. En
las tres últimas olimpiadas, u olimpíadas, en las pruebas de velocidad de 100 y 200, un atleta ha copado las medallas de oro de todas ellas: Usain Bolt. Como
le pasara a Manolín Bueno, otros atletas que han tenido la «desgracia» de
competir en estos años con este portento de la velocidad se han tenido que
quedar en un segundo plano, eclipsados por el rey de la velocidad. Y no tienen
el consuelo de poderse ir a «otra» competición, pues no la hay. Hay otros mítines,
reuniones, etc. etc. pero no tienen la valía y la importancia de unos juegos olímpicos.
Recordemos aquellos años en que Miguel Indurain se imponía con autoridad en la
prueba reina del ciclismo, el Tour de Francia, aunque había otras pruebas en
las que no participaba y otros podían destacar. Para finalizar, recordar otro caso dentro del mundo del atletismo y en los campeonatos del mundo, eventos únicos similares a las olimpiadas que se celebran cada dos años. Nuestro maratoniano Martín Fiz, campeón del mundo en una ocasión, creo recordar que en 1995, pudiera haberlo sido al menos otra vez en 1997, año en el quedó segundo tras otra gran figura española de la especialidad, Abel Antón, campeón del mundo en dos ocasiones, la citada de 1997 y la de 1999.