Escribía en noviembre de 2014 en la entrada de este blog
titulada «CLAVES» el siguiente párrafo: «El
tener el usuario de correo como identificativo en varios sitios y a la vez la
misma contraseña es un peligro». Tres años antes, septiembre de 2011, había
escrito «CONTRASEÑAS» donde se hablaba del mismo tema y se comentaba una
solución electrónica y elegante de las muchas que hay para solventar este
preocupante tema, al menos para mí pero que parece que ni quita el sueño ni
preocupa al común de los mortales. Pero pasan los años y…
Esta semana me he acercado a casa de un amigo, todavía lo
es, para tomarme un agua con gas y aprovechando que el Pisuerga pasa por
Valladolid echar un vistazo al ordenador porque tenía problemas con unos vídeos
que le habían mandado a través de una de «esas» «nubes». No podía verlos porque
le pedía instalar un programa y no quería hacerlo y tampoco podía descargarlos
porque eran de gran tamaño y no podía transferirlos a su «nube» personal, ya
que le «decía» el ordenador que no tenía suficiente espacio en la misma.
No voy a entrar en el asunto de los amigos, las cervezas y
lo de mírame-esto-que-me-pasa-en-el-ordenador porque es un tema muy manido y al
que ya me he referido en varias entradas de este blog. Solo como apunte, no sé
si la gente llama a su amigo pintor y le invita a tomar una cerveza como excusa
para que, de paso, le pinte la casa o al amigo mecánico para que le arregle una
avería del coche. Dejemos este tema que me enciende. Una historia plástica y
divertida sobre este asunto en este
enlace.
El caso es que de los hechos que ocurrieron en esa visita se
pueden sacar experiencias y conclusiones interesantes que voy a intentar de
dejar plasmadas aquí. Mi amigo recibe un correo del autor de los vídeos
diciendo que para que pueda verlos va a compartir con él una carpeta en una
conocida nube que vamos a denominar de ahora en adelante NubeBOX. Para ello, en
el correo viene un enlace que lógicamente mi amigo pulsa, ya que se fía
completamente del remitente. Ante esta acción de pulsar, yo le pregunto: ¿Tú
tienes una cuenta tuya personal en NubeBOX? La respuesta es muy significativa:
no lo sé. Esta respuesta evita la siguiente que es conocer si recuerda la clave
de acceso, ya que si no sabe si tiene una cuenta mucho menos va a ser capaz de
recordar la clave.
Pero mi amigo, ni corto ni perezoso, con total desparpajo,
va y me dice que no hay problema, ya que la clave que utiliza para TODO es
SIEMPRE LA MISMA. Y no contento con afirmar esto con toda tranquilidad y sin
despeinarse —aunque esto no es posible dada su cantidad de pelo— va y me dice
la clave que es «lavr757r». Me la repitió varias veces y no se me ha olvidado,
entre otras cosas porque las letras son sus iniciales y el número tiene también
un trasfondo que no voy a desvelar aquí. ¡Me quedé alucinado!
Delante de él y dado que tenemos absoluta confianza, en su
propio ordenador, me puse a los mandos e intenté acceder a su correo de Gmail
con esa clave, cosa que hice sin problemas. A continuación y por si acaso la
tenía, intenté acceder a una supuesta cuenta en la nube NubeBOX con esa misma
clave y… ¡éxito! Para liar un poco la cosa, inicié la operación de cambio de
clave en la nube, puse otra muy parecida y como el mecanismo que utilizan las
empresas para la recuperación de claves es mandarte un correo electrónico y yo
tenía acceso al mismo, cambié y autoricé la nueva clave. Vamos, que en cinco
minutos podría haber montado un desaguisado de tamaño descomunal, por ejemplo
cambiando la propia clave de su correo electrónico y de esta forma tener acceso
a suplantar a mi amigo, operación muy peligrosa y que utilizan los
ciberdelincuentes para operaciones generalmente desagradables y cuando menos
costosas en términos monetarios para nosotros.
Antes de seguir adelante con este asunto, recomendar la
lectura del apartado de «Historias reales» en la página web de la
Oficina de Seguridad de Internauta, página muy
interesante así como la oficial del Instituto Nacional de Ciberseguridad –
INCIBE, en las que deberíamos curiosear de vez en
cuando para estar enterados y al día de lo que se cuece por este mundillo de la
seguridad informática. Nos creemos que no va con nosotros, pero estamos muy,
pero que muy, equivocados.
Pero volviendo al caso de mi amigo… ¿Cómo es posible que
tenga una cuenta en NubeBOX» y no sea consciente de ello? En determinadas
ocasiones vamos muy deprisa pulsando botones y otorgando autorizaciones que
hacen que nos encontremos con estas sorpresas. Uno de los puntos más peligrosos
es el móvil, el Smartphone, ese aparatito que es un muy potente ordenador,
mucho más de lo que nos creemos, que todo el mundo lleva y al que no prestamos
atención. En el caso de los que portan sistemas operativos Android, la puerta
de acceso es nuestro correo electrónico de Google, ese mismo que mi amigo tiene
protegido con esa clave que me dijo y que es «la misma para todo». Muy probablemente
hace algunos años, cuando inició las operaciones de acceso a su nuevo teléfono
móvil aceptó la oferta de NubeBOX para crear una cuenta y por ello la tenía.
Para más curiosidad, la cuenta de NubeBOX es de nada menos que
2 Gb. La tenía petada –sí, el diccionario admite esta palabra— con cerca de
setecientas fotografías que el verano pasado le había mandado otro amigo
mientras hacía el Camino de Santiago. Lo peor de todo es que no solo no era
consciente de tener la cuenta, sino también de tenerla llena con esas fotos que
no recordaba y que ni siquiera había visto.
Las posibilidades en los mundos informáticos caseros,
ordenadores, tabletas o Smartphones, son enormes, están interrelacionadas y no
las prestamos la más mínima atención. Disfrutamos de ellas sin preocupación,
sin atender a las historias que a diario aparecen en los medios y pensando que
nunca nos va a tocar a nosotros. Ya lo decía en otra entrada, el problema no es
que nos dejemos la puerta abierta de nuestra casa sino que en conjunción y mientras
esté abierta pase alguien por allí con intenciones aviesas. El asunto es que
cada vez proliferan más, y desde cualquier parte del mundo, las intenciones de
hacerse con nuestros dineros. Y aun sabiendo esto, lo peor es la alegría con la
que transitamos por estos mundos, como mi amigo, usando la misma clave para
todo.
Haga una prueba. Acceda a la página How Secure is mypassword y teclee la clave que tiene en
su correo electrónico personal. Yo he tecleado la que tiene mi amigo en todos
los sitios y lo que me dice esa página es que es tan sencilla que, aun sin
conocerla, un cazador de lo ajeno que no hace falta que sea muy experimentado
tardaría un minuto, ¡un minuto!, en hacerse con ella.