El domingo pasado tras la comida nos disponíamos a sestear
un poco en el sofá. Es sabido que para estos menesteres el acompañamiento de la
televisión con su runrún de fondo es un buen aliado, con lo que cualquiera de
las películas que emiten las diferentes cadenas sirve. En la cadena que
estaba sintonizada en el televisor acababa de empezar una película de la no
conocíamos ni el título. El hecho fue que no pegamos ojo en las dos horas
siguientes, viéndola entera hasta su finalización con las correspondientes
sesiones intercaladas de anuncios comerciales.
Hace ya muchos años, el poeta español Ramón de Campoamor y
Campoosorio, nacido en 1817 y fallecido en 1901, incluyó en su fábula «Las dos
linternas» el siguiente cuarteto, por todos conocido:
En este mundo traidor,
nada es verdad ni mentira,
todo es según el color,
del cristal con que se mira.
En estos días estamos asistiendo al juicio conocido como
caso Palau por el saqueo ocurrido durante años a los fondos públicos en el
Palau de la Música de Barcelona, donde particulares y políticos sacaban todas
las astillas que podían para ellos y sus compañeros. Una cuestión quiero
resaltar y es que la máxima responsable de las finanzas del citado Palau era la
hija del subdirector. Mantener relaciones más allá de las profesionales en un
trabajo es una cuestión bastante desaconsejada porque es muy difícil por no
decir imposible el ser objetivo en los planteamientos. En este sentido, en la
empresa que laboraba yo en los años setenta del siglo pasado estaba
estrictamente prohibido que en un mismo departamento se encontraran personas
relacionadas no solo familiarmente sino incluso por un noviazgo. A mi buen
amigo Antonio G.N., al que por cierto hace tiempo que no veo y va siendo hora
de llamar, se le ocurrió fijar su mirada en una jovencita del departamento con
lo que, cuando la cosa fue tomando un cierto cuerpo, uno de los dos tuvo que
cambiar de aires, siendo en este caso la jovencita la designada. La verdad es
que la cosa luego no cuajó, pero de la joven nunca más se supo.
Las convicciones personales de cualquier tipo, sociales, religiosas,
políticas, laborales, económicas… se ven influenciadas por el entorno y las
relaciones que mantengamos con las personas y las situaciones, siendo imposible
prácticamente escapar a la subjetividad
que cuestionará nuestros criterios y nuestras decisiones por mucho que tratemos
de ser objetivos.
Otro ejemplo de aquellos años atestigua esto. Aunque ya
estábamos en la era de las impresoras láser de gran velocidad, en el
departamento se mantenían dos impresoras antiguas de las de martillo,
necesarias para imprimir ciertos trabajos residuales que utilizaban el famoso
papel carbón para obtener copias. Casualmente un mediodía estaban estropeadas
las dos, por lo que hubo que llamar al servicio técnico con urgencia para
proceder a su reparación. Personado el técnico, una de ellas era imposible de
arreglar por falta de piezas pero reparó la otra. Cuando estuvo lista, su
protocolo requería imprimir una caja de papel a modo de prueba, para lo que
pidió al operador de turno la referida caja. Este le contestó que bajara él al
almacén a por ella. Ante esto, el técnico apagó la impresora, dejándola
deshabilitada, y se marchó. Al día siguiente, el responsable del departamento
de explotación montó en cólera por no haber salido los trabajos y al hablar con
el técnico y enterarse del sucedido con la caja de papel, se oían las voces
hasta en Pernambuco, lo que no auguraba nada bueno para el operador negligente.
Cuando supo el nombre del operador, todo quedó reducido a ¡Estos chicos, estos
chicos…! El operador era sobrino del director general.
En la película, Mathilde es una madre con tres hijos que
trabaja en un centro público de planificación familiar. Un día recibe la visita
de una joven de 16 años pidiendo ayuda porque ha sufrido una violación en una
fiesta juvenil y no se atreve a contárselo a nadie de su entorno. Mathilde se
vuelca en ayudar a la joven hasta que descubre que el violador es su propio hijo.
Su actitud hacia la joven cambia de forma radical, lo que es notado por la
joven que acaba descubriendo la relación entre Mathilde y su violador. Las
relaciones de Mathilde con su entorno familiar, marido e hijos, sufren también
una fuerte convulsión por la manera de afrontar el hecho. La película no tiene
una gran calidad pero el trasfondo de sus planteamientos me hace incluirla en
mi colección de películas de corte psicológico, al tiempo que mi opinión es que
Mathilde tendría que haberse inhibido pasando el caso a otra colega nada más
conocer la implicación de su hijo. ¿Por qué no lo hizo? He ahí el dilema, el
mismo que ahora tiene el subdirector del Palau de aquellos años que no solo no
puede descargar sus responsabilidades sino que tiene que hacer todo lo posible
y lo imposible por, además de salvar su culito, intentar salvar el de su hija.
Por cierto, trampantojo es un técnica pictórica que «intenta engañar a la vista jugando con el
entorno arquitectónico —perspectiva, sombreado, etc.—». Hay algunos,
demasiados, que consiguen «trampantojear»
la realidad para acoplarla a sus intereses a base de tener una buena
colección de cristales de colores para mirar a través de ellos y fabricarse su
propia y personal realidad.