Una
cuestión vital en el desarrollo de la vida humana es el cultivo de la confianza
que se va desarrollando, o perdiendo, a lo largo de la vida y que constituye una
sólida base sobre la que discernir todos los pensamientos y acciones que se
llevan a cabo. Las figuras o entidades de referencia, personas u organismos,
son vitales para disponer de un firme estable sobre el que avanzar día tras día
en nuestra toma de decisiones.
Es
este un tema que no se valora lo suficiente. En un mundo en el que todo se
intenta reducir a variables cuantificables, la confianza se escapa de esto y
queda en el terreno de la entelequia, además de ser una cuestión estrictamente
personal. Ante un mismo hecho, dos personas no reaccionarán nunca igual y el
aprendizaje que reste nunca será el mismo.
Cuando
caminamos por nuestra infancia, nuestras figuras básicas de referencia serán
por lo general la familia y los maestros. Antes habría que añadir el cura, pero
ahora me temo que no tanto. Será vital confiar en sus indicaciones para irnos
formando un mapa del mundo que nos rodea y de sus certezas y falsedades que nos
sirva para orientarnos. Ya más adelante, en la adolescencia, probablemente
tenga más preponderancia el grupo cercano de amigos mientras que la familia y los
profesores vayan quedando en un segundo plano y cuando menos cuestionemos sus
indicaciones. Ya más adelante, llegados a nuestra madurez, estaremos metidos en
un caos por los bombardeos que nos lleguen desde todos los ángulos especialmente
por sus cambios drásticos de un día para otro.
¿En
quién confiamos? ¿En quién confiamos… ciegamente? Fuera ya de asuntos de la fe
o la religión, en lo que a aspectos mundanos se refiere yo diría que cada vez
es más difícil tener figuras de referencia. Hechos que superan nuestra capacidad
de asombro van minando día tras día nuestra confianza y nos inducen a poner en
entredicho lo que percibimos y no creerlo a pies juntillas sin tener por lo
menos un momento, o dos, de reflexión y estudiar a fondo en la medida de
nuestras posibilidades todo lo que nos llega antes de «comprarlo» y afianzarlo
en nuestro cerebro.
Supongamos
que un día aparecemos por la oficina bancaria donde tenemos nuestros pequeños
ahorros. El director nos saluda y amablemente nos invita a pasar a su despacho
donde, tras dorarnos la píldora, nos intenta convencer de que nuestro dinero
estaría mejor invertido en un «producto» que vegetando en una cuenta sin
ninguna remuneración. Nos hará una exposición detallada de los mejores
productos, siempre según su criterio y pensando en nuestro bien. Si esta escena
hubiera tenido lugar en los años setenta u ochenta del siglo pasado, la
confianza en este director podría haber sido ciega y casi con toda seguridad
hubiéramos accedido y seguido sus instrucciones. ¿Qué ocurriría en la
actualidad? Lo más probable en la mayoría de los casos es que surgiera la
desconfianza, incluso aunque lleváramos muchos años trabajando con él y le
conociéramos teóricamente a fondo. ¿Está siendo presionado por su dirección
para vendernos la moto? ¿Nuestro bien o el del banco? Me imagino que por encima
de nuestras cabezas flota el asunto de hace relativamente pocos años conocido
como «las preferentes» donde tuvieron la poca desfachatez de convencer, léase
engañar, a un importante colectivo de personas mayores que confió en su
director de toda la vida.
Llama
a tu puerta un comercial representante de una compañía eléctrica y se ofrece a
revisar tu factura actual de la luz para asesorarte en la forma más conveniente
de ahorrar. Evidentemente te va a ofrecer el oro y el moro si contratas con su
compañía. Tú que ya estás escamado, le agradeces su ayuda, una ayuda que no has
solicitado, y cuando le dices que lo pensarás en los próximos días es como si
hubieras mentado a la bicha, el cabreo que se agarra es de órdago a la grande:
quería que le firmases ya el nuevo contrato, en el momento, sin tener ninguna
duda y confiando ciegamente en una persona que ha aparecido de la nada y te
cuenta unas cuantas milongas, que milongas son aunque sean ciertas hasta que tú
no las estudies y decidas, con calma, tranquilidad y sin presiones. Eso sí, los
presidentes de (algunas) compañías eléctricas tienen unos emolumentos anuales y
unas prebendas que ya quisieran muchos.
Y de
estos casos un montón que van surgiendo día tras día en esta sociedad «moderna».
Productos comprados por internet que cuando les recibes te das cuenta que hay
algo en lo que no habías caído y que desfigura completamente la idea que te habías
hecho al encargarlo. Por esto, muy poquitas empresas ofrecen confianza en este
terreno, y son aquellas que te han demostrado, a ti, que ante una situación de
este tipo te van a atender e incluso devolver lo comprado sin ninguna pega. ¿Por
qué la gente compra masivamente en Amazon y no en otras?
Y
puestos a seguir con la retahíla, cada uno entrará en su terreno personal y
responderá a su manera a situaciones actuales. ¿Confía en las actuaciones del
Banco de España en el control de las entidades financieras? Después de las
lindezas emitidas por su presidente en la última semana en relación con las
pensiones de jubilación a mí me da la impresión de que se ocupa de temas que no
son suyos y descuida hacer su trabajo y meterse en donde sí debería. Y esto no
se dice por decir, sino por los «agujeros» que se han producido en los últimos
años en las entidades bancarias y que nos han costado un dineral a todos los
españoles. Y luego no hay para otras cosas.
¿Confía
Vd. en el presidente del Gobierno? Y por extensión… ¿Confía Vd. en los políticos
de este país? No se puede generalizar, que de todo hay en la viña del señor,
pero yo, de entrada, no. Y así podíamos seguir con otro montón de organismos
oficiales o privados que cuando menos y por sus actuaciones en los últimos años
provocan más y más desconfianza en lugar de generar comportamientos que
devuelvan la confianza a los ciudadanos. Por citar un ejemplo, las actuaciones
judiciales, y es que acabo de leer un libro demoledor de Pilar Urbano, «La
pieza 25. Operación salvar a la infanta» donde se cuentan con pelos y señales las interioridades del famoso «Caso
Noos». Entre otros asuntos, el ya ex fiscal del caso defendió a la infanta Cristina
con más ahínco que sus propios abogados defensores, no dudando en atacar furibundamente
al propio juez. ¡El mundo del revés!
Y ya
para no seguir, que esto se haría eterno, el asunto de la noticia que ilustra esta
entrada. ¿Confiamos en los servicios de seguridad del Estado? Por lo general sí,
porque hechos puntuales no pueden enturbiar el global de sus actuaciones. Pero…
que no nos toque directamente alguna de estas «excepciones» perversas.