La
palabra que sirve de título a esta entrada no es mía, pero se escucha de vez en
cuando en los medios y en conversaciones privadas. Lógicamente, no viene en el
diccionario porque es una derivación interesada de la que sí existe,
tertulianos, cambiando las tres primeras letras. No hay que ser muy listo para
entender su significado que pudiera ser una combinación de los significados de «tontos»
y «tertulianos». Por cierto, tertulia reza en el diccionario como «una reunión de personas que se juntan
habitualmente para conversar o recrearse». En los últimos años han
proliferado las tertulias en radios y televisiones como una forma de
información a base de opiniones, más o menos autorizadas, más o menos
interesadas, de (supuestos) expertos.
Viene
esto a colación del (no sé cómo calificarlo) espectáculo ofrecido el pasado jueves
de esta semana de marzo de 2018 en el Congreso de los Diputados donde se suponía
que sus señorías deberían debatir sobre el tema de la pena de prisión perpetua
revisable. Un debate en un momento delicado porque la sociedad está conmocionada
con el suceso del niño de ocho años Gabriel asesinado u homiciado (*), y lo que se decida allí, hasta que se cambie,
afectará al tratamiento que se dé a la persona que ha perpetrado la acción. Varios
padres de menores o jóvenes recientemente afectados asistían al debate, en un
contenido silencio para que no les pusieran de patitas en la calle, pero
mostrando en sus caras y en sus gestos su tremendo desagrado por lo que allí
estaban presenciando.
Se
supone que las personas que nos representan en ese sitio sagrado donde se
decide nuestro futuro deberían de poner sobre la mesa opiniones constructivas y
progresar en un debate en aras de lo mejor de todos. Pero, quia, y esto no es
nuevo, aparte de las formas, que llegan a palabras mayores y casi insultos, lo
que se va buscando tiene toda la pinta de asentar intereses partidistas o
electoralistas y de paso denigrar todo lo posible al contrario y causar el
mayor daño moral posible. Las palabras, los modos y los gestos utilizados por
los oradores en sus intervenciones, así como las muecas de los escuchantes son
impropios de una Tertulia con mayúsculas que se estaba celebrando como digo en
un sitio tan relevante como es el Congreso de los Diputados.
Lo
peor de todo esto es que no es un caso aislado, aunque el pasado jueves se
alcanzaron cotas inimaginables. Algunos de los diputados pidieron perdón a los
españoles a través de las redes sociales por un espectáculo que ellos mismos
calificaron de bochornoso y esperpéntico, por utilizar palabras educadas. Si en
vez de personas hubieran subido a la tribuna de oradores «pájaros» como los
representados en la imagen, sus graznidos no nos hubieran hecho tanto daño a
los oídos como hicieron las palabras que allí se pronunciaron.
Pero,
claro, mientras se trata de estas cosas no se trata de lo que de verdad
preocupa a la gente de a pie: trabajo, vivienda, educación, justicia, sanidad, transporte,
pensiones, corrupción… Es como aquel anuncio de aquella cadena de electrodomésticos,
no es que lo piensen, es que están convencidos de que somos tontos. Y actúan
con consecuencia, sin ningún pudor ni remordimiento. Y vaya por delante que
tanto delito tienen los que actúan como por omisión los que asisten al espectáculo
y callan. Lógico, tienen que comer y otras cosas a fin de mes y la tajada es
muy suculenta como para perderla. Si el Congreso fuera una empresa privada, el
jefe los echaría directamente a todos a la calle, sin ERE ni nada, directamente
despedidos por incompetentes. Las mentiras, las falsedades y las trampas son
pan para hoy y hambre para mañana, aunque estamos asistiendo a que pasen los
años y no ocurra nada, consecuencia de nuestro alto grado de mezquindad que ya
se ponía de relevancia en la entrada «MEDIOCRIDAD» de este blog.
Las
tertulias en radio y televisión, son un ejemplo reducido pero significativo de
lo anteriormente comentado. Yo soy incapaz de seguirlas porque los tertulianos
en muchos casos son impresentables en sus modos de intervenir, sus
interrupciones, sus ataques personales. Hay de todo, no se puede generalizar,
pero hay algunos que con solo verles u oírles presentes en una tertulia sirve
para que de modo automático cambie de emisora o de canal. Sin embargo, y esta es
la pregunta: ¿por qué los directores de los programas los mantienen tiempo y tiempo? Responda
cada uno y a ver si es que en el fondo lo que se quiere es espectáculo y que las
opiniones vayan a un segundo plano. ¿Cómo se puede decir un tertuliano a otro
en una tertulia… «es que no tienes ni idea»? A mi entender, cuando menos, es
una falta de respeto que no debería ser tolerada por el director del espacio
que debería de poner de patitas en la calle al interfecto y no dejarle volver
nunca más. Pero ahí sigue…
(*)
Y volviendo a lo práctico, la palabra homiciado
no existe, aunque si existe el verbo homiciar, que es reflexivo, y que
significa «enemistarse, perder la buena
unión o armonía que se tenía con alguien». Pues eso, que me declaro
profundamente homiciado con tanto mediocre no queriendo soportar más tontulianos…