Aunque
tengo otros, el reloj que normalmente llevo en la muñeca izquierda es el CASIO
AQ-S800W que puede verse en la imagen. Es el de batalla, el de todos los días,
que me resulta funcional y agradable y con el que no tengo que tener ningún
cuidado en la ducha, mientras friego los cacharros o cuando hago bricolaje entre
otras cosas. Para algunas ocasiones especiales tengo otro par de ellos que
muchas veces ni me acuerdo de ponerme. Como ya hemos olvidado hace muchos años,
no hay que darle cuerda a diario por su batería interna, que en el caso
concreto de este reloj es novedosa: se carga por luz, solar o artificial. He
llegado a dejarle más de un día en un cajón cerrado, cosa que no se recomienda,
y ha seguido en marcha en su parte digital con las manecillas paradas, pero al
exponerle a la luz y cargar la batería, las manecillas se colocan nuevamente en
su sitio. Una maravilla.
Tuve
primer reloj completamente digital a mediados de los años setenta del siglo
pasado. Cumplía mi servicio militar —ese secuestro legal que sufríamos antaño
los varones españoles— en Melilla y allí adquirí un pesado mamotreto metálico
con una esfera roja en la que se podía ver la hora en números; acostumbrado a
las manecillas clásicas, aquello supuso una innovación, amén de otras ventajas
añadidas que fueron las que me hicieron decidirme por su compra: el despertador.
En la compañía del cuartel en la que dormía junto a un centenar de colegas, el despertarme
cinco minutos antes de la diana y empezarme a vestir tranquilamente era un
placer del que pude disfrutar gracias a mi flamante reloj digital.
Siempre
he preferido los relojes con manecillas, en los que de un vistazo rápido se puede
consultar la hora. Hoy en día, cada vez más personas no llevan reloj, dado que
utilizan en su lugar el teléfono móvil para saber la hora cuando tienen esa
necesidad, pero a mí me sigue gustando el consultar la hora en el reloj. Lo
bueno que tienen relojes de este tipo como el de la imagen es que además de su
aspecto analógico, es que son digitales, con lo que permiten
disponer de una serie de funciones de gran utilidad como las alarmas,
despertador, cronómetro e incluso algunas cuestiones más sofisticadas como
temperatura, altitud u otras, aunque no es el caso de este.
Sin
ser extremadamente puntilloso, trato de que lo digital esté en «buena hora». Antes
utilizaba los clásicos pitidos de radio nacional a las horas en punto, pero
ahora escucho menos o nada la radio, con lo que para ponerlo en hora exacta
utilizo las bondades de internet. Uno de los servidores horarios más reputados
en España, que incluso utilizan grandes empresas para sincronizar sus
ordenadores, es el facilitado por Real Instituto y Observatorio de la Armada Española,
que se conoce comúnmente como «ROA». Buscando en Google por “hora roa”
accederemos a esta página que nos servirá una hora exacta, aunque nos
advierte que pudiera estar ligeramente distorsionada por «el desfase provocado por los medios telemáticos utilizados hasta su
recepción». Con frecuencia, casi todas las mañanas cuando enciendo el
ordenador, pongo en hora exacta mi reloj. Aunque se trata de un reloj moderno y
digital, es sorprendente la poca fiabilidad que tiene, llegando a perder varios
segundos por semana.
Sigo
hablando de este mi reloj que está en la imagen. Las manecillas están
supeditadas a su corazón digital, esto es, cuando se altera la hora digital,
las manecillas se ajustan automáticamente. O al menos eso deberían hacer, pero
llevaba un tiempo que la posición física de las manecillas estaba casi dos minutos
desviada de la hora real, lo que significa un pequeño contratiempo en cada
vistazo al reloj, teniendo que acordarse de esto para saber la hora exacta.
Cuando
compro un archiperre, tengo especial cuidado con el folleto de instrucciones que
lo acompaña, aunque últimamente esto no es siempre así, pues remiten a internet
para su consulta o descarga. Yo tengo una carpeta en mi ordenador titulada «MANUALES
y GARANTÍAS» donde voy colocando ambas cosas por cada aparato que compro. Además,
si el folleto está en papel, tengo un cajón donde tengo todos los folletos y
donde, por defecto, arrojo el del nuevo. En la imagen a continuación el
correspondiente a este reloj, del que por cierto no he sabido encontrar en electrónico.
Estaba en ese cajón. Al ir a buscarlo he aprovechado para hacer limpieza de
aquellos folletos cuyos aparatos ya no tengo por sustitución o desecho.
Esto
de la desviación de las manecillas con respecto a la hora exacta era una
pico-insatisfacción que sufría varias veces al día: cada vez que consultaba la
hora. Lo normal en estos tiempos que corren es asumir que, tras varios años de
uso, el reloj se había estropeado y que dada la obsolescencia programada que
nos rodea, lo conveniente era tirarlo a la basura y comprarse otro nuevo.
Guardar
el folleto ha venido en mi ayuda. Aunque hay que leerlo con lupa debido no a su
reducido tamaño, que lo es, sino al tamaño de letra, en la página 43 del mismo aparece
un capítulo titulado «Ajuste de las posiciones iniciales». Siguiendo las
instrucciones despacito y con buena letra, las manecillas vuelven a marcar con
precisión la hora como puede verse en la imagen, cuando son las 19:21.44 y el
minutero está posicionado exactamente en la segunda rayita entre las 19:21 y
las 19:22 (el minutero avanza cada 20 segundos).
Como
digo una ligera satisfacción o dicha, “una pico
dicha” al tener mi reloj con sus manecillas perfectamente situadas de nuevo
y poderlo seguir disfrutando unos años más (espero). Y cuando le ocurra algo,
lo primero antes de tener otros pensamientos, consultar el folleto.