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domingo, 19 de mayo de 2019

AGENDA



En el trepidante ritmo de vida que llevamos, una buena agenda no puede faltar si no queremos encontrarnos en una situación embarazosa de haber «agendado» dos cosas incompatibles en el mismo día y hora. Pongo «agendar» entre comillas porque últimamente me estoy encontrando con relativa facilidad con este palabro que (todavía) no está registrado en el diccionario oficial de la Real Academia de la Lengua, aunque una entidad de solvencia en esto del idioma como es la FUNDEU si lo admite con el siguiente comentario: «El verbo agendar, que se emplea con el sentido de fijar reuniones, encuentros o tareas, es un verbo bien formado en español que ya recogen algunos diccionarios, por lo que su uso puede considerarse adecuado. Aunque aún no esté recogido en el Diccionario académico, el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española sí lo incluye con los significados de “anotar en una agenda datos o informaciones” y “programar en un libro o cuaderno las actividades pendientes para no olvidarlas”».

Sin ningún género de duda, lo mejor es recurrir a ese teléfono inteligente que llevamos todos en el bolsillo. Hay multitud de aplicaciones con una miríada de posibilidades para controlar nuestro tiempo y que no se nos escape una en esto de las citas y los compromisos. Aunque no tengamos la conciencia del potentísimo ordenador que llevamos en bolsillo, la mayoría de la gente utiliza un 1%, quizá menos, de las posibilidades que nos brinda este aparatito. Un ejemplo que comento en el párrafo siguiente le sonará mucho a mi buen amigo Miguel Ángel, que lleva años con una cruzada imposible. Yo también lo sufro, pero no intento solucionarlo.

En las clases de mayores de la universidad a las que ambos asistimos regularmente, en campus diferentes, es frecuente que suenen, más de una vez a lo largo de la mañana, los teléfonos. Esto no solo ocurre aquí sino en multitud de sitios como conferencias, cine, conciertos e incluso en la misa de los domingos. Aunque se diga por megafonía, aunque se ponga un cartel a la puerta, aunque aparezca en las primeras diapositivas del powerpoint de turno… indefectiblemente acabará sonando algún teléfono. Y lo peor es que al oír el sonido, otras personas no se dan por aludidas y no comprueban, si no lo han hecho al inicio, si el suyo está en silencio, en modo vuelo o apagado, que es como mejor están los teléfonos en estos eventos. Últimamente se está hablando del modo coche y habrá que hablar del modo misa, cine, concierto o conferencia.

¿Cómo solucionar este asunto, por ejemplo, en clases o actividades regulares? Muy sencillo. Utilizar una aplicación de agenda que permita registrar si durante el acto se está disponible o no y complementarlo con otra aplicación que silencie el teléfono durante el tiempo que la agenda indique que no se está disponible y lo vuelva a habilitar al final. Sencillo, es cuestión de dedicarle un poquito de tiempo al asunto y nos evitaremos alguna cara colorada, aunque muchos tampoco se ruborizan e incluso cogen el teléfono y se ponen a hablar… «con un par».

Pero últimamente me estoy resistiendo al uso de la agenda electrónica en el teléfono. ¿Por qué? Pues porque siento algún celo de mi privacidad y no me apetece que Google, Apple o cualquiera de las múltiples aplicaciones que están funcionando en mi teléfono sepan lo que he hecho (si no borro los eventos pasados), estoy haciendo o voy a hacer en el futuro. El grado de detalle que se permite en las agendas es elevadísimo y en una cita hay quién pone por ejemplo, en el caso de una consulta médica, el nombre y teléfono del doctor y la ubicación de la consulta. Llegará el día que nos encontremos un vendedor a la puerta cuando acudamos al médico, y si no, al tiempo.

Así que, como se ve en la imagen, para algunas cosas he vuelto a mi querido Taco Calendario del que ya hablé en este blog un lejano diciembre de 2008 en la entrada «TACO» accesible desde este enlace. Es una utilización sibilina que trata de emular aquellos calendarios de sobremesa que hemos utilizado todos alguna vez en la vida. Funciona a la perfección y me garantiza la privacidad de que solo mi familia o amigos que me visiten verán el taco pintarrajeado con citas como se puede ver en la imagen que acompaña esta entrada. Claro, esto tiene dos problemas. La agenda electrónica se puede consultar en cualquier sitio con tener el teléfono a mano y además tiene otra ventaja: se puede compartir con familiares y amigos que a su vez pueden verla en su teléfono. Las anotaciones en el Taco no. Todo en esta vida tiene ventajas e inconvenientes que debemos valorar cada cual. Y un problema adicional surge al tirar la hojita a la basura con lo que no sabremos en el futuro lo que hemos hecho un determinado día…

Yo utilizo las dos modalidades, electrónica y manual. Los elementos repetitivos tales como cumpleaños, clases o la misa de los domingos van a la agenda electrónica con lo que el teléfono me avisa de ellos y de paso me silencia los sonidos cuando procede. Pero otros más personales, como darme de baja en alguna suscripción de esas que regalan por un mes para cazarte al final porque se te olvida anularla o algo para hacer en casa caen en la agenda (Taco) manual, esa que está a la vista cuando me siento al ordenador.

Pero, claro, en el Taco hay poco ningún sitio para escribir, con lo que sería interesante un espacio adicional, dos o tres líneas en blanco en la parte de abajo, para poder tomar estas notas. He enviado esta sugerencia mediante un correo electrónico a los editores del Taco, al que me han contestado amablemente diciendo que estudiarán su viabilidad para el futuro. ¿Dispondremos de un Taco-Agenda para el 2020?