Deliciosamente, me atrevo a añadir. Quienes se acerquen a
este blog con cierta asiduidad ya me habrán oído comentar que en algunas
ocasiones lo utilizo como documentación propia, como una manera de recordar
cosas que me resultan interesantes y que seguramente releeré en el futuro.
También los asiduos recordarán bastantes referencias a mi admirado profesor
Antonio Rodríguez de las Heras por diferentes aspectos relacionados con los
desafíos que el avance imparable de la tecnología nos impone a los humanos en
muchos aspectos de nuestras vidas y primordialmente en la educación. Hay
numerosas referencias en entradas de este blog a este insigne humanista como
por ejemplo en «INTONSOS», «DESAFÍOS», «DIRECTO», «DISTOPÍAS» o «PRÓTESIS» entre algún otro más..
Cualquiera interesado en las numerosas comunicaciones de
este catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid solo tendrá que poner
su nombre en cualquier buscador de internet para obtener un aluvión de
referencias a vídeos en Youtube, programas en televisión y participación en
numerosos actos y actividades, amén de sus libros y artículos. Su reflexión
quincenal, viernes alternos, en la
revista Retina del diario El País es de culto para mí así como sus cursos monográficos en la
Universidad Carlos III de Madrid. Precisamente esta próxima semana comienza uno
titulado «Para salir del presente. La
urgencia y el reto de la educación» en el que no he podido conseguir plaza
por ciertos procedimientos administrativos que deberían estar superados hoy en
día y que no vienen al caso. Menos mal que tengo la suerte de que algún amigo
si asistirá y trataré de que me resuma sus principales ideas.
La edad es un punto de inflexión y a veces inconveniente
para personas inquietas como Antonio que tienen mucho que aportar tras sus más
de cuarenta años de estudio dedicados a este tema tan pujante hoy en día por
haber asistido en vivo y en directo —además de interesado en el tema— a las grandes
transformaciones tecnológicas y culturales de los últimos años. Por ello sigue
en la brecha en su condición de emérito y espero que podamos seguir disfrutando
muchos años de sus enseñanzas, en directo o a través de los magníficos cursos
MOOC que nos ha brindado. En esta entrada me propongo hacer un resumen de las
principales ideas vertidas por este humanista que sigue en plena actividad y que
lleva por título «La tiranía del teléfono
nos despega del entorno», que puede encontrarse en la plataforma de innovación patrocinada por un gran banco
español y es accesible desde en este enlace. La comunicación, en formato entrevista, dura
veinticinco minutos y de ella trato de hacer un resumen en las líneas
siguientes transcribiendo las principales ideas que he sido capaz de atisbar.
Nuestro cerebro
está perturbado, afectado
directamente por estar inmerso en un proceso desafiante y muy exigente de
adaptación rápida y brusca al entorno propiciado por la tecnología, procesando
un aluvión de imágenes y sonidos que recibe por diferentes canales. Las posibilidades
de desarrollo de nuestras capacidades serán enormes si conseguimos superar o al
menos gobernar este desafío.
El exceso de información que pulula en el ambiente es una de
las características de este entorno actual. Nos encontramos de golpe inmersos
en esta atmósfera que contiene mucho ruido
al lado de la información relevante. Todo ello lleva a posibles estados de desatención y disipación que tendremos que evitar o al menos controlar en la
medida de nuestras posibilidades y conocimientos. En todo caso, la confusión está servida, con grades
implicaciones en nuestros modos de vida y en nuestras actividades, entre ellas
la Educación. Esta Educación era hasta hace pocos años una
compensadora de las carencias de información, pero ahora su foco tiene que
estar dirigido a mostrar a los alumnos cómo superar el reto de metabolizar tan
ingente aluvión de contenidos para convertir esa abundancia en conocimiento efectivo.
El cerebro es capaz de generar mundos virtuales más allá de los tangibles por los sentidos, por
ejemplo, en los sueños. Es una de las características principales de los
humanos, capaces de imaginar el
diseño de un futuro incierto. En los procesos de la memoria la recuperación es
clave, como también lo es el saber
olvidar para evitar el colapso (aquí una referencia obligada a «El memorioso» de Borges).
A la memoria llegan multitud de piezas sueltas que requieren un proceso
continuo de asimilación, ajuste, engarce con lo ya almacenado y recomposición.
Pero la memoria no es rígida, se malea con el paso del tiempo, recombinando
continuamente nuestros recuerdos y nuestras experiencias.
La obsolescencia
nos perturba y más en nuestra generación actual: nuestros padres y nuestros
abuelos serían incapaces de asimilar cómo nos desprendemos de cosas que están
en perfecto estado de funcionamiento por la innovación continua de la tecnología. Nos desprendemos sin más de
cosas queridas, que no fallan y que nos dan un buen servicio para arrojarnos en
los brazos de novedades que las superan. Es un proceso de disfunción por las novedades, no de fallo.
Almacenamos huellas en nuestros discos duros que
probablemente nunca volveremos a ver ¿Por qué guardamos cosas? se pregunta este
profesor. Es una normal adherencia a
aquello que nos ha acompañado durante años. Podemos llegar a convertirnos en torpes si nos desprendemos de ellas
antes de adquirir nuevas habilidades. El problema son los tiempos —ahora todo va muy rápido—, pero no todo es lineal, la
evolución amasa las cosas y con el
tiempo las integra en lo nuevo, con lo cual pueden reemerger bajo nuevas interpretaciones.
La cultura digital reverbera la oralidad, posibilita la
recuperación de la palabra hablada de forma sencilla y al alcance de todos. El teléfono solo servía antaño para mantener
la oralidad a distancia. Hogaño, una de sus características, por desgracia, es romper
y evitar la conversación entre gente cercana. Si comparamos el tamaño y
potencia de un teléfono inteligente actual que llevamos en el bolsillo con el
ordenador Colossus que ocupaba una habitación entera hace menos de un siglo nos
quedaremos asombrados de las diferencias. Es un morir de éxito, el fenómeno de la contracción y miniaturización
nos reclama constantemente, más de lo que sería normal, mantener en nuestras
manos esa «pastilla negra», esa pantalla y altavoz que son una ventana al
mundo: mirar, escuchar, manipular, caer voluntariamente en las redes de un
tirano que nos quiere desligar del entorno y que requiere toda nuestra atención
en su pantalla, un espejo negro penetrable que no nos devuelve nuestra imagen
sino que nos muestra la virtualidad.
Llegan nuevas formas de organizarnos, de repensar y
estructurar nuestras relaciones con este mundo virtual con el que podemos interaccionar, preguntar y recibir
respuestas incluso orales para que podamos seguir concentrando nuestra atención
en las imágenes de la pantalla.
La inteligencia
artificial está en pleno desarrollo, aplicándose cada vez más a todo lo que
nos rodea e incluso llegando a intervenir directamente en nuestras vidas más de
lo que sería deseable. La hipertextualidad,
con ya varios años entre nosotros, aportó nuevas formas de relación con la
máquina: alargamos el brazo, pulsamos un enlace y recibimos el retorno
explicativo. La relación con el mundo digital era hasta ahora tocando y recibiendo
la respuesta, pero estamos empezando a saber «hablar» con la red, a
interaccionar con nuestra voz para recibir
retorno.
Progresaremos cada vez más hacia una relación simbiótica con la red, sometiendo nuestro despiste
y reubicándolo, controlando nuestra atemorización
ante las invasiones virtuales a nuestro territorio, reaccionando cada vez con
más inteligencia y controlando este proceso imparable de simbiosis entre el
mundo de lo humano y el mundo de lo digital/virtual. Como consecuencia de todo
ello, emerge una nueva sociedad y un nuevo ser humano de estos encuentros.
Nuestro profesor se declara «tecnooptimista». ¿Entendemos esta perturbación sin temores? Este no
es sino un paso más en el proceso evolutivo fascinante que siempre ha caracterizado
la naturaleza humana, no diferente en esencia de golpear unas piedras para
generar un bifaz, frotar dos palos para generar fuego, la escritura y tantos y
tantos otros procesos que jalonan la historia de la humanidad. Es una etapa más
de nuestra naturaleza, no es ajena a nuestra condición humana. Eso sí, va muy
rápida. La simbiosis máquina-hombre se humaniza a pasos agigantados, el futuro
está en construcción, un reto al que no tenemos otro remedio que apuntarnos.
Hasta aquí la transcripción de esta magnífica comunicación
que recomiendo escuchar (y varias veces). Espero haber sido fiel a las ideas
contenidas en ella en este escrito; y es que yo, todavía, me manejo mejor con
lo escrito que con lo oral, al menos en este tipo de enseñanzas.