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domingo, 12 de mayo de 2019

PEGATINAS




Los que ya peinen canas o clareen, debido a la edad, recordarán el documento que ilustra esta entrada denominado «Cédula de Identificación Fiscal para automóviles de turismo». Yo le recuerdo de mi infancia y adolescencia al estar visible en los parabrisas de los coches. No era una pegatina y había diferentes soportes para mostrarlo, unos con ventosa y otros para colgar del espejo retrovisor. El caso es que, no lo recuerdo, debía ser obligatorio enseñar a todo el mundo el nombre y domicilio del propietario. Aparcados en el barrio y estorbando nuestros partidos callejeros de fútbol recuerdo dos vehículos, el del peluquero y el del fontanero, que lo llevaban bien a la vista.

Adquirí mi primer vehículo en 1973 y en esa fecha al menos no existía la obligación de llevarlo expuesto en el parabrisas, con lo que no era posible conocer dato alguno del propietario. Con ello, los cristales y la chapa de los vehículos podían ir limpios como la patena, aunque, al no estar prohibido, algunos ponían pegatinas de su pueblo, de su equipo favorito o de los campings que habían visitado por España o Europa.

La única identificación que inexcusablemente llevaba el vehículo era la matrícula, en la que se indicaban en una o dos letras la provincia de matriculación. En aquellos años, esto podía causar no pocos problemas. Recuerdo hacia 1978 un viaje que hice a visitar a unos primos de mi mujer que residían temporalmente en el País Vasco por estar él laborando en la central nuclear de Lemoniz, por aquellos años en construcción. En el pueblo de la costa donde residían me procuraron una cochera para dejar mi coche, con matrícula «M», bien guardadito durante la semana que íbamos a estar con ellos. Pero otro primo se enteró de que iba a andar por allí y me comisionó para ir a recoger un título universitario a la Universidad de Deusto. Las cosas no estaban para bromas o al menos eso me parecía a mí que tuve un desplazamiento horrible —seguro que por mis imaginaciones— desde que salí de la cochera con mi coche «de Madrid» hasta que volví a ella.

En este mismo estado de cosas, en un viaje a Sevilla a visitar a un amigo sufrí un pequeño incidente. ¿Debido a la matrícula? Nunca lo supe, pero eso fue lo que imaginé en aquel momento. Aunque no era obligatorio y pocos coches lo tenían, instalé un espejo retrovisor en la parte derecha. Dejé por la tarde el coche, con matrícula «M», aparcado en el barrio de mi amigo con la acera, una acera muy amplia, a la derecha. Al día siguiente, el espejo apareció arrancado, en el suelo. A lo mejor fue un gracioso que le molestaba el espejo para transitar por la acera, que ya digo que era muy ancha.

En 1987 apareció la I.T.V., Inspección Técnica de Vehículos, que se ha ido perfeccionando poco a poco hasta anunciar una nueva vuelta de tuerca para el próximo 2020. ¡Todo sea por la seguridad propia y ajena! En los primeros años no recuerdo que fuera obligatorio mostrar la pegatina en la parte superior derecha del parabrisas. Yo me resistí muchos años a llevar «pegatinado» mi coche, pero ahora es obligatorio bajo sanción, con lo que no queda más remedio. Es un tema que no alcanzo a comprender porque estamos en la era de Internet y las comunicaciones: ya no es obligatorio llevar el recibo del seguro del coche porque los agentes de la autoridad pueden comprobar «online» si el coche tiene seguro o no. Digo yo que podrán comprobar también si han pasado o no la ITV con los mismos mecanismos. Y, además, en estos tiempos en que se falsifica hasta el papel moneda y documentos como el DNI., no creo que sea muy costoso para los «malos» fabricar una pegatina de haber pasado la ITV, aunque los «malos» suelen llevar buenos coches que en sus primeros cuatro años no necesitan pegatina. Así que, lo de siempre, por algunos que no pasan la ITV, los ciudadanos normales que cumplimos nuestras obligaciones puntualmente nos vemos obligados a decorar nuestros parabrisas, aunque no nos guste, bajo sanción. Eso sí, nos libramos los primeros cuatro años, hasta la primera ITV.

Llegamos a septiembre del primer año del siglo actual, el 2000 —dejemos la eterna controversia— y… ¡por fin! y para mi gran alegría se aprobaron en España las matrículas actuales formadas por cuatro números y tres letras que eliminan de cuajo todo vestigio identificativo del vehículo. Esto motivó una curiosa conversación con un primo alemán; allí las matrículas identifican —al menos así era en aquella época— la localidad, cuestión que a mi primo le encantaba, por lo que estaba en desacuerdo con este nuevo sistema implantado en España. Le dije que, en todo caso, cualquiera podía llenar voluntariamente el coche de pegatinas de su pueblo para hacer propaganda.

Como no puede haber alegría en todas las casas, los talleres inventaron los soportes de matrículas para hacerse propaganda. Allá por 2004 estaba yo como un niño con zapatos nuevos porque iba a tener mi primer coche sin identificación alguna, al menos los primeros cuatro años hasta pasar la primera ITV. Cuando fui a recoger el coche, al mirar por detrás, vi el condenado soporte de la matrícula anunciando el nombre del concesionario con su teléfono y la localidad. ¡Toma ya! ¡Casi me da un ataque! Le hice quitarlo a toda prisa. Alguna vez, en alguna reparación, el taller avispado te coloca sin pedirte permiso los soportes propagandísticos, que yo hago quitar inmediatamente.

Por ello, en estos primeros años del XXI, la única identificación obligatoria aparecía a los cuatro años en forma de pegativa de la ITV, en la que figura la Comunidad Autónoma, aunque esto es un mal menor porque la ITV se puede pasar en cualquier sitio. Conozco a una persona que residiendo en Madrid pasa la suya en Cantabria, aunque no le veo preocupado por estos temas identificativos o de limpieza en los cristales de sus coches.


Parece que no me escapo, van a por mí. En una nueva vuelta de tuerca, aparecen las pegatinas ecológicas de la DGT-Dirección General de Tráfico. Hacía años que tenía guardada la mía en un cajón negándome a ponerla en el coche. Pero desde el pasado mes de abril, el ayuntamiento de la capital —aquí todo el mundo pone normas— ha dictado una ordenanza en la que fuerza a llevar la pegatina para circular por Madrid, bajo multa. Vuelvo a pensar lo mismo, los «malos» pedirán una al amiguete que tiene un coche eléctrico o bajo en emisiones —se pueden comprar en Correos todas las que se quieran— y la «apañará» para ponerla en su coche.


Y digo yo, si la pegatina ecológica, ese invento demoníaco, está indisolublemente ligada al coche y a su matriculación, que la incorporen en la misma matricula y se dejen en paz de más aditamentos pegajosos en los parabrisas de los vehículos. ¿Dónde las ponen las motos?

Tengo un cabreo…