Los científicos estiman en 4.500 millones de años la
existencia de nuestro planeta Tierra. Todo son estimaciones, 700 años después
aparecieron las formas elementales de vida y tuvieron que pasar miles de años
hasta que hace unos 7 millones de años unos primates se pusieran a dos patas
como ancestros de lo que hoy somos los llamados homo que se empezaron a considerar como tales hace algo más de 3
millones de años por el descubrimiento realizado por Donald Johansson en
Etiopía de Lucy, un esqueleto
catalogado en la especie Australophitecus
Afarensis. Vamos, que siendo prácticos y de forma comparativa llevamos unos
segundos en este planeta.
A lo largo de los mencionados 4.500 millones de años han
tenido lugar cinco extinciones masivas. Nuestro querido diccionario aclara poco
el alcance de este término en su segunda acepción: «Hacer que cesen o se acaben del todo ciertas cosas que desaparecen
gradualmente». Para lo que nos interesa improvisaríamos una definición como
«Una
disminución amplia y rápida de la biodiversidad en la Tierra, que provoca la
desaparición de especies sin descendencia».
La última y más conocida, la llamada de los dinosaurios,
tuvo lugar hace 65 millones de años, pero no fue ni mucho menos la más
devastadora. Anteriormente otras cuatro que tuvieron lugar respectivamente 208,
252, 373 y 443 millones de años, fueron mucho más devastadoras. Renovarse o morir
dice el refrán, y la misma Tierra se aplica el cuento, pues tras las hecatombes
volvió la vida de forma renovada con nuevas formas de expresión. La ocurrida
hace 252 millones de años, final del período Pérmico, fue la más devastadora y
casi tuvo como consecuencia la destrucción total de la vida.
Estas cinco extinciones comentadas tuvieron, todas ellas,
causas que podríamos considerar naturales, fuerzas ambientales internas o
externas ─meteoritos, terremotos, tormentas... ─. Muchas voces se alzan
manifestando que estamos inmersos en una nueva y lenta extinción, que sería la
sexta y que tiene una característica que la diferenciaría de las anteriores: el
ser impulsada por o derivada de la actividad humana.
Para aquellos interesados y que no tengan (demasiados) remilgos
con el inglés, mi recomendación es adentrarse en un magnífico curso MOOC en la
plataforma FutureLearn titulado «EXTINCTIONS», accesible haciendo clic en este
enlace. En función del interés personal, el estudiante quedará fascinado por las
explicaciones de los científicos sobre el particular y abrumado por el hecho de
hablar de millones de años como si fueran segundos…
Pero volviendo al tema que nos ocupa, si admitimos que
estamos ante la sexta extinción y que somos los humanos los que la estamos
provocando con nuestras agresiones, debemos saber que la Tierra se defenderá y
pasarán nuevamente muchos millones de años para recuperar su esplendor, un
esplendor que no contará muy probablemente con nuestra presencia. Mientras el
Sol siga brillando, la Tierra se recuperará, una y otra vez. «Como administradores del planeta, los
humanos necesitan darse cuenta de que podemos aprender de estos eventos de
extinción masiva anteriores. Y tenemos que hacer todo lo necesario para
garantizar que no causemos el sexto evento de extinción en masa».
No hacemos caso al cambio climático que estamos provocando
con nuestras emisiones de CO2, el calentamiento de la atmósfera, la subida del
nivel de los océanos o la disminución de la capa de ozono. Algunos efectos que
antes eran más débiles y más espaciados, como los tornados y tormentas
tropicales, ahora son más continuos y con mayor virulencia. La contaminación de
las ciudades provoca efectos más o menos perniciosos en sus habitantes y el uso
de abonos químicos y pesticidas y el ultra procesamiento de los alimentos tendrán
consecuencias a medio o largo plazo. Parece que la cosa no va con nosotros,
pero poco a poco vamos sufriendo los cambios. Una etapa más en la historia,
dicen algunos, pero de una intensidad y una rapidez que asusta. Quizá nosotros
no lo veamos, si bien «Estamos en el
precipicio, pero creo que, si actuamos ahora, podemos cambiar el curso de esta
trayectoria. Realmente necesitamos hacer esto, no por nosotros mismos sino por
las generaciones futuras que vivirán en este planeta».
En inglés y simplificando, se trata de aplicar y aplicarnos
las cinco «R»: reduce, reuse, recycle,
restore, replenish, para evitar la degradación de los ecosistemas y los
recursos naturales. Para ello, algunas tendencias serían el dejar de consumir
combustibles fósiles, proteger la Tierra y los océanos, respetar la vida
animal, acabar con el tráfico animal de animales salvajes, controlar el aumento
de población, racionalizar el transporte de personas y productos (esta semana
se ha alcanzado el record de 230.000 vuelos de avión en un día) y una última
recomendación casi imposible siquiera de considerar: acabar con la
concentración multitudinaria y masiva de personas en ciudades.
Hace ya meses que hice el curso MOOC mencionado y tenía como
pendiente dedicar una entrada en el blog a este tema. Lo que me ha disparado la
intención ha sido una entrevista en El Mundo de esta semana a Lewis Dartnell
con motivo de su último libro titulado «Orígenes.
Cómo la historia de la Tierra determina la historia de la humanidad». En la
entrevista hay una frase suya que llamó poderosamente mi atención: «La Tierra hizo al hombre y ahora es a la
inversa». Sólo que el hombre no hace, destruye, porque «La humanidad ha avanzado con soluciones a
problemas causados por las "soluciones" anteriores».
Cuando las consecuencias no son inminentes, los humanos
tendemos a minimizar nuestras acciones y pensar que eso no va con nosotros. La
fuerza de voluntad y la perseverancia en las actividades son cuestiones
complicadas, máxime si la cosa no nos afecta directamente. Hay que ponerse las
pilas en estos asuntos, pero… ¿cómo?