Aunque pudiera parecer lo contrario, el vocablo «pilates»
está incorporado en el diccionario de la Real academia. Su significado es «método
gimnástico que aúna el ejercicio corporal con el control mental, basado en la
respiración y la relajación». El nombre viene de su desarrollador, Joseph
Hubertus Pilates, hace ya cien años. Creo que hoy en día se aplica más a
ejercicio físico corporal que a controles mentales. Y precisamente en esa
parte, la mental, la cerebral, es donde quiero fijar mi atención en estas líneas.
En una conferencia he escuchado esta semana que el 10% de
las personas españolas mayores de 70 años padece Alzheimer. Así, a bote pronto,
me parece una cifra desmesurada y aunque supongo que habrá estadísticas, no voy
a perder tiempo en buscarlas; me parece una enormidad, y punto. En los medios
oímos y vemos muchas cifras y muchas estadísticas que no contrastamos y de las
que nos fiamos, pero no siempre son correctas. En todo caso, afectados de Alzheimer
entre las personas mayores, como se dice de las brujas gallegas, haberlos… hailos.
La ciencia médica está haciendo todo lo que puede para
averiguar las causas de esta terrible enfermedad que no solo afecta de forma
profunda a quien la padece sino a todo su entorno. Pocas soluciones médicas hay
por el momento, pero por mis observaciones personales, de un absoluto profano
en la materia, creo que las personas podemos poner algo de nuestra parte para
evitarla o al menos retrasarla, caso de que nuestros genes se revelen como
predispuestos a sufrirla.
Semanalmente me reúno con un grupo de alrededor de cuarenta
personas, mayores o más que mayores, para darnos charlas entre nosotros y
compartir experiencias de la vida que siempre son interesantes. Todos, de
alguna manera, tenemos algo que decir o compartir y cuando menos este tipo de
eventos son buenos, como ahora veremos, para desarrollar la mente. En esta
semana, uno de los asistentes, Ángel, nos habló de la memoria y diferentes
ejercicios y técnicas para potenciarla. Al final, en un punto que tituló
«Pilates mental» nos ofreció una serie de ejercicios para tener la «azotea» lo
mejor amueblada posible ejercitándola, lo que, en mi opinión, es un buen
remedio para estar preparados en caso de que el alemán ese como se llame
intente visitarnos y quedarse con nosotros.
Como este blog me sirve de documentación personal, a
continuación relaciono los ejercicios que allí se nos recomendaron con algunos
pequeños comentarios.
Leer en voz alta. Bien
estando solos o en compañía, la lectura en voz alta estimula áreas cerebrales
diferentes a las que se utilizan en una simple lectura. Lo ideal es tratar de,
al mismo tiempo, retener lo que estamos leyendo.
Escribir a mano.
En la actualidad, el uso de ordenadores y dispositivos móviles ha relegado la
escritura a mano casi a la nada. Es frecuente ver en las clases a los alumnos
tomando apuntes directamente en tabletas u ordenadores personales. Escribir a
mano, intentando mejorar nuestra caligrafía, recreándose en las palabras
escritas, es una buena forma de ejercicio cerebral y de relajación. Podemos
copiar textos de un libro que estamos leyendo o escribir por escribir ideas que
nos vengan a la mente. Y si nos gusta escribir a estilográfica y disponemos de
una de nuestro agrado, mejor que mejor, aunque luego el papel lleno de frases
inconexas vaya a la papelera.
Aprender cosas nuevas.
Con la edad se tiende a caer en las rutinas en las que nos encontramos cómodos
y rechazar en un primer momento cualquier novedad. Recetas de cocina, clases de
yoga, idiomas, cursos MOOC… cualquier actividad que represente una novedad
mejorará nuestras conexiones neuronales y mantendrá nuestro cerebro en forma y
activo.
Cambiar nuestras rutas
habituales. Una de las cosas de las que vamos disponiendo a medida que nos
vamos haciendo mayores es de tiempo. Bueno, esto es relativo, pero tenemos más
capacidad para decidir cómo lo empleamos. Ir a los sitios por diferentes
caminos, bien sea en coche o andando, estimulará nuestros mapas mentales y nos
forzará a estar atentos al cambio en lugar de acomodarnos en lo ya conocido.
Cambiar rutinas. Aunque
desde el punto de vista médico nos aconsejan ser metódicos en nuestros horarios
de comidas, siesta o irse a dormir, un cierto grado de entropía en otras
actividades nos vendrá bien. Por ejemplo, podemos leer el periódico un día por
la mañana y otro por la tarde, o ir a comprar el pan a sitios diferentes cada día.
Cualquier alteración es buena para nuestro propósito de ejercicio mental.
Hacer nuevos
contactos sociales. Por lo general solemos ser reticentes a establecer
nuevas amistades, pero está demostrado que esas nuevas interrelaciones pueden
propiciar nuevos aspectos a desarrollar en nuestras vidas. La asistencia a
conferencias, cursos para mayores o clases de dulzaina nos podrán en contacto
con otras personas con las que podemos llegar a desarrollar nuevas actividades
que siempre serán positivas desde el punto de vista de nuestra inteligencia y
nuestro desarrollo personal.
Hacer cosas con la
mano contraria. Si somos diestros, tratar de escribir con la mano
izquierda. O abrir la cerradura de la puerta de nuestro portal con la mano
contraria, o los días pares con la derecha y los impares con la izquierda. Hay
multitud de actividades que realizamos con nuestra mano preferente y que
podemos realizar con la otra sin mucho esfuerzo. Y lo que suponga un esfuerzo,
como el caso de la escritura, mejor para nuestros propósitos. Y si somos constantes,
llegaremos a realizarlo con una cierta destreza.
Adivinar cosas. Proponer
a nuestra pareja o amigos que coloquen objetos en una bolsa y nosotros, con
el tacto y con los ojos cerrados, tratar de adivinar de que se trata. El
ponente no lo dijo, pero hacernos «ciegos» por algunos momentos y caminar por
la casa o entornos no peligrosos con los ojos cerrados es un buen ejercicio
también, así como tratar de hacer ciertas actividades sencillas a oscuras.
Salir al campo
con la intención de hacer cosas que no hayamos hecho con anterioridad, tales
como oler la vegetación, escuchar los sonidos, respirar profundamente, fijar la
vista en zonas concretas cercanas o lejanas, tratar de establecer formas
conocidas para las nubes…
Cambiar de sitio las
cosas es otra forma de luchar contra las rutinas, pero, ojo, apuntemos
donde las ponemos, que pudiera ser que cuando las necesitemos no las
encontremos.
Estos son los aspectos que el bueno de Ángel nos comentó en
su charla y que todos deberíamos (intentar) seguir en la medida de nuestras posibilidades,
para llevar una vida más placentera y alejar de nuestra compañía, entre otras
cosas, al odioso alemán ese. Hay muchas más actividades a poco que busquemos en
internet, como, por ejemplo, contar hacia atrás —de siete en siete mejor que de
uno en uno—, hacer cosas como antes evitando la comodidad de la tecnología, dibujar
y colorear —mándalas por ejemplo—, contar palabras de un texto de forma visual
sin seguirlas con el dedo, hacer pasatiempos tales como sudokus, crucigramas o
sopas de letras, y otras muchas más posibilidades. Vamos a ello, pongamos nuestro cerebro a ejercitarse.